El naturalismo y el humanismo en la educación | por John Dewey ~ Bloghemia El naturalismo y el humanismo en la educación | por John Dewey

El naturalismo y el humanismo en la educación | por John Dewey




Texto del filósofo y pedagogo estadounidense John Dewey, publicado por primera vez en 1916, por The Macmíllan Company, en el libro Democracy and Education. An Introduclion lo the Philosophy of Educalion. 

Por:  John Dewey

Existe una tradición pedagógica que opone la ciencia a la literatura y la historia en el programa escolar. La contienda entre los representantes de los dos intereses tiene una fácil explicación histórica. La literatura y el lenguaje y una filosofía literaria quedaron atrincherados en todas las instituciones de enseñanzas superior antes de que naciera la ciencia experimental. Ésta tuvo naturalmente que abrirse camino. Ningún interés fortificado y protegido renuncia fácilmente a ningún monopolio que pueda poseer. Pero la suposición generalizada de que el lenguaje y los productos literarios son de cualidad exclusivamente humanista y de que la ciencia es de carácter puramente físico, es una falsa noción que tiende a paralizar el uso educativo de ambos estudios. La vida humana no ocurre en el vacío, ni la naturaleza es un mero escenario para la representación de un drama. La vida del hombre está ligada al proceso de la naturaleza; su carrera, para su éxito o fracaso, depende del modo en que la naturaleza interviene en ella. El poder del hombre en el control deliberado de sus propios asuntos depende de la capacidad para dirigir el uso de las energías naturales: una capacidad que a su vez depende de su penetración en los procesos de la naturaleza. Sea lo que fuere para el especialista, la ciencia natural, para el propósito educativo es el conocimiento de las condiciones de la acción humana, Conocer el medio en que se realiza el intercambio social y los medios y los obstáculos para su desarrollo progresivo es tener el dominio de un conocimiento de calidad completamente humanista. Quien ignora la historia de la ciencia desconoce las luchas por las que ha pasado la humanidad desde la rutina y el capricho, desde la sumisión supersticiosa a la naturaleza, desde los esfuerzos para usarla mágicamente a la auto posesión intelectual. Es demasiado sabido que la ciencia puede enseñarse como una serie de ejercicios formales y técnicos. Esto ocurre siempre que se hace un fin en ser de la información sobre el mundo. El fracaso de tal instrucción para procurar cultura no es, sin embargo, una prueba de la antítesis del conocimiento natural respecto a la preocupación humanista, sino la evidencia de una actitud educativa equivocada.

La aversión a emplear el conocimiento científico, tal como funciona en las ocupaciones del hombre es la supervivencia de una cultura aristocrática. La idea de que el conocimiento "aplicado" es algo menos valioso que el conocimiento "puro" era natural a una sociedad en la que todo el trabajo útil lo realizaban los esclavos y los siervos, y en la cual la industria estaba controlada por los modelos establecidos por la costumbre más que por la inteligencia. 

La ciencia, o el conocimiento más elevado, fue entonces identificada con el puro teorizar aparte de toda aplicación a los usos de la vida, y el conocimiento relativo a las artes sufrió el estigma atribuido a las clases sociales que las aplicaban . La idea de la ciencia así engendrada persistió después que la ciencia hubo adoptado los procedimientos de las artes, usándolos para la producción del conocimiento, y después del nacimiento de la democracia. Considerando, sin embargo, a la teoría justamente como teoría, lo que concierne a la humanidad es de mayor significación para el hombre que lo que concierne al mundo meramente físico. Al adoptar el criterio del conocimiento establecido por una cultura literaria, alejada de las necesidades prácticas de la masa de los hombres, los defensores pedagógicos de la educación científica se colocaron en una posición estratégica desventajosa. En tanto que adoptan la idea de la ciencia apropiada a su método experimental y a los movimientos de una sociedad democrática e industrial, no tendrán dificultad en demostrar que la ciencia natural es más humanista que un supuesto humanismo que basa sus esquemas educativos en los intereses especializados de una clase social ociosa.

Pues, como ya hemos indicado, se dificultan los estudios humanistas  cuando se les opone al estudio de la naturaleza. Tienden a reducirse a estudios exclusivamente literarios y lingüísticos, los cuales a su vez tienden a contraerse a los "clásicos", a las lenguas no habladas. Pues las lenguas modernas pueden, evidentemente, utilizarse y por tanto caer en la excomunión.

Sería difícil encontrar en la historia nada más irónico que las prácticas educativas que han identificado exclusivamente las "humanidades" con el conocimiento del latín y el griego. El arte y las instituciones griegas y romanas hicieron contribuciones tan importantes a nuestra civilización que deberían darse siempre la más amplias oportunidades para conocerlas. Pero conside­rarlos como los estudios humanos por excelencia supone un olvido deliberado de las posibilidades de las materias de estudio que son accesibles a la educación de las masas y tiende a cultivar un estrecho esnobismo: el de las clases cultas cuya insignia son los accidentes de las oportunidades exclusivas. El conocimiento es de cualidad humanista, no porque sea sobre los productos humanos del pasado, sino por lo que hace al liberar la inteligencia y la simpatía humanas. Toda materia de enseñanza que produce ese resultado es humano y toda materia que no lo produce no es educativa. 

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