"La clave para prevenir un impacto potencial radica en la vigilancia constante y la tecnología avanzada."
Los astrónomos explican cómo rastrean asteroides y predicen si podrían impactar la Tierra, destacando avances tecnológicos y desafíos científicos.
Por: José Daniel Figuera
La frase “mantén tus ojos en la pelota” no solo es un lema para los deportistas, sino también para los astrónomos que buscan asteroides potencialmente peligrosos para la Tierra. Con el reciente descubrimiento del asteroide 2024 YR4, que tiene una pequeña posibilidad de impactar nuestro planeta en 2032, surge la pregunta: ¿cómo determinan los científicos si un asteroide representa una amenaza real?
La respuesta se remonta al siglo XVII, cuando el astrónomo alemán Johannes Kepler formuló las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos celestes. Estas leyes, combinadas con telescopios modernos, cámaras digitales y computadoras avanzadas, permiten a los astrónomos rastrear y predecir las órbitas de los asteroides. Actualmente, una docena de observatorios en todo el mundo escanean el cielo cada noche en busca de objetos en movimiento dentro de nuestro sistema solar.
Cuando se detecta un nuevo asteroide, el primer paso es determinar su órbita. Según las leyes de Kepler, las órbitas pueden ser elípticas, parabólicas o hiperbólicas. Los asteroides que nos preocupan suelen tener órbitas elípticas, lo que significa que están gravitacionalmente unidos al Sol. Para predecir su trayectoria, los astrónomos necesitan calcular parámetros como el semieje mayor (la mitad del eje más largo de la órbita), la excentricidad (qué tan alargada es la órbita) y su orientación en el espacio.
Sin embargo, predecir la posición exacta de un asteroide no es tarea fácil. Las observaciones iniciales suelen ser imprecisas, lo que genera un margen de error que aumenta con el tiempo. Como explica Phil Plait, “es como intentar atrapar una pelota de béisbol con los ojos cerrados: sin ver su movimiento, es casi imposible predecir dónde estará”. Para reducir este margen, los astrónomos necesitan múltiples observaciones, ya sea de telescopios actuales o de datos archivados.
El asteroide 2024 YR4, por ejemplo, ha generado preocupación debido a una probabilidad inicial de impacto del 2%. Sin embargo, estas estimaciones suelen cambiar a medida que se obtienen más datos. En muchos casos, observaciones adicionales revelan que el asteroide pasará lejos de la Tierra, reduciendo la probabilidad de impacto a casi cero. Aunque en ocasiones, como ocurrió recientemente con 2024 YR4, las probabilidades de impacto pueden aumentar temporalmente antes de descartarse por completo.
A lo largo de la historia, la Tierra ha sido golpeada por asteroides de diversos tamaños. Eventos como el bólido de Chelyabinsk en 2013 o el evento de Tunguska en 1908 son recordatorios de que estos impactos son posibles. Sin embargo, los asteroides lo suficientemente grandes como para causar daños catastróficos son extremadamente raros. Según los expertos, cada día nuestro planeta intercepta alrededor de 100 toneladas de material interplanetario, la mayoría del cual se desintegra en la atmósfera como meteoros.
Para mejorar nuestra capacidad de detección, nuevos telescopios como el Observatorio Vera C. Rubin en Chile y la misión NEO Surveyor de la NASA, programada para 2027, prometen revolucionar la búsqueda de asteroides. Estos instrumentos no solo ayudarán a mapear las órbitas de estos objetos, sino también a determinar su tamaño y composición.
En última instancia, la clave para prevenir un impacto potencial radica en la vigilancia constante. Como señala Plait, “cuantos más telescopios tengamos, cubriendo la mayor parte del cielo durante el mayor tiempo posible, mejor”. Con herramientas avanzadas y una red global de observación, la humanidad está cada vez más preparada para enfrentar las amenazas del espacio.