El amor como producto de consumo: la visión de Byung-Chul Han





"El amor como acontecimiento, como 'escena de lo dos', des-habitúa y reduce el narcisismo. Produce una 'ruptura', una 'perforación' en el orden de lo habitual y de lo igual" Byung Chul Han


Análisis del pensamiento de Byung-Chul Han sobre cómo la era digital ha convertido el amor en consumo efímero.

Por: José Daniel Figuera

Byung-Chul Han es un filósofo surcoreano conocido por sus análisis críticos sobre la sociedad contemporánea, el capitalismo digital y la psicopolítica. En sus obras, aborda la transformación de la vida cotidiana bajo el impacto de la tecnología y la hiperconectividad. Uno de los temas que ha explorado con mayor profundidad es la erosión del amor en un mundo dominado por la lógica del rendimiento y la gratificación instantánea. En este artículo, examinaremos sus reflexiones sobre cómo la digitalización ha reducido el amor a una mera transacción y qué implicaciones tiene esto para la subjetividad y las relaciones humanas.

El amor como mercancía en la sociedad digital 

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han sostiene que "el amor se positiva hoy para convertirse en una fórmula de disfrute". En una sociedad obsesionada con la gratificación instantánea, el amor ha perdido su carácter transformador para convertirse en una experiencia de consumo. La cultura del like y las redes sociales refuerzan esta tendencia, donde el amor ya no es un vínculo profundo, sino una interacción fugaz mediada por algoritmos. Esta transformación ha generado una dinámica en la que las relaciones están determinadas por su rentabilidad emocional. En lugar de construir lazos sólidos, las personas buscan constantemente nuevas interacciones que les proporcionen una gratificación inmediata, erosionando la posibilidad de un compromiso real. 

La desaparición del Eros y la uniformidad de los afectos 

Han advierte que "la ausencia total de negatividad hace que el amor hoy se atrofie como un objeto de consumo y de cálculo hedonista". La era digital ha reducido el amor a un acto seguro y predecible, eliminando el riesgo y la vulnerabilidad que lo hacían una experiencia auténtica. En plataformas como Tinder, se busca la compatibilidad y la eficiencia, despojando el amor de su dimensión trascendental y transformadora. Este cambio también ha modificado las expectativas sobre el amor, llevando a las personas a evitar cualquier forma de sufrimiento o incertidumbre. Al priorizar la estabilidad y la previsibilidad, el amor pierde su capacidad de desestabilizar y renovar la subjetividad del individuo.
 

Narcisismo y la imposibilidad del encuentro con el otro Uno de los problemas centrales que se derivan de esta "positivación" del amor es el narcisismo digital. Para Han, "lo que domina la comunicación digital no es el 'amor al prójimo', sino el narcisismo". La era de las redes sociales ha llevado a que el amor deje de ser un acto de entrega para transformarse en una forma de autoafirmación. Los usuarios buscan reconocimiento y validación, pero rara vez se abren a la alteridad radical del otro. Este fenómeno genera relaciones superficiales en las que la imagen y la apariencia prevalecen sobre el encuentro auténtico. Al centrarse en la autoimagen y la aceptación social, las personas terminan reproduciendo un círculo de validación mutua sin llegar a una conexión genuina. 

En un mundo donde todo está disponible de inmediato, Han destaca que "en el panóptico digital no es posible ninguna confianza, y ni siquiera es necesaria". La confianza, un elemento esencial en las relaciones amorosas, se ve socavada por la hipertransparencia de las redes sociales, donde todo se expone y nada queda en el misterio. La inmediatez de la información debilita el deseo, que se alimenta precisamente de la espera y la incertidumbre. Esta nueva realidad ha llevado a una percepción del amor como algo desechable. La falta de paciencia y el acceso a un sinfín de opciones generan una cultura de la inmediatez en la que las relaciones pierden su profundidad y significado. La desaparición de la experiencia amorosa auténtica 

Para Han, "la sociedad de la información es una sociedad de la vivencia [...] La vivencia no tiene ningún acceso a lo completamente distinto. Le falta el Eros, que transforma". En este sentido, las experiencias amorosas se han convertido en simples episodios acumulativos sin verdadera profundidad. La velocidad con la que se consumen las relaciones impide la construcción de lazos sólidos y el desarrollo de sentimientos genuinos. El amor se ha convertido en un acto predecible y estructurado, limitando la posibilidad de una conexión impredecible y enriquecedora. La espontaneidad, que antes era clave en el desarrollo de una relación, se ha perdido ante la necesidad de optimización y eficiencia. 

El amor y la economía de las emociones 

Han también vincula la transformación del amor con el capitalismo emocional: "las emociones se despliegan más allá del valor de uso. Así se abre un nuevo campo de consumo con carácter infinito". El amor se convierte en un recurso explotado por las redes sociales y las aplicaciones de citas, donde la posibilidad de nuevas conexiones es inagotable. Esta lógica de acumulación lleva a la mercantilización de los sentimientos y a la imposibilidad de la fidelidad afectiva. Este modelo de consumo afecta la percepción de las relaciones, promoviendo la idea de que siempre existe una opción mejor. La búsqueda de satisfacción instantánea reemplaza la construcción de relaciones a largo plazo, favoreciendo vínculos frágiles y efímeros. 

El amor como resistencia ante la lógica del rendimiento 

Frente a esta crisis del amor, Han sostiene que "la sociedad del rendimiento [...] no tiene ningún acceso al amor como herida y pasión". El amor, en su forma más genuina, implica una entrega que contradice la lógica de la productividad y la optimización personal. En un mundo que exige eficiencia y control, el amor se ve como una pérdida de tiempo o un riesgo innecesario. Esta concepción del amor como obstáculo para la productividad ha llevado a que muchas personas prioricen el éxito individual sobre las relaciones profundas. La afectividad queda relegada a un segundo plano en favor de la autosuperación y la competitividad. 

La desritualización del amor y la pérdida del deseo

Han argumenta que "la desritualización del amor se consuma en el porno". En una sociedad donde todo es accesible de inmediato, los rituales amorosos han perdido su significado. El deseo, que se alimenta de la espera y la tensión, es reemplazado por un consumo rápido y mecánico del placer. Esto genera relaciones efímeras y carentes de profundidad. Sin la mediación de rituales que estructuren la experiencia amorosa, el amor se vuelve un acto superficial. La eliminación de la espera y el misterio hace que el deseo se desgaste rápidamente, reduciendo el amor a una transacción inmediata y vacía. 

El amor como resistencia al orden digital 

A pesar de este panorama desolador, Han aún deja espacio para la posibilidad de un amor auténtico. "El amor como acontecimiento, como 'escena de lo dos', des-habitúa y reduce el narcisismo. Produce una 'ruptura', una 'perforación' en el orden de lo habitual y de lo igual". En este sentido, el amor sigue siendo un acto subversivo en una sociedad obsesionada con la imagen y la eficiencia. Amar genuinamente implica ir contra la lógica del like y atreverse a la incertidumbre de lo desconocido. Este acto de resistencia podría ser la clave para recuperar la autenticidad en las relaciones. Solo a través de la entrega real y la disposición a lo inesperado es posible reconstruir un amor que trascienda la lógica del consumo y la superficialidad.
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