"La felicidad nunca puede separarse de las simples y gastadas palabras que intercambiamos, del grito y la risa de alegría ni de la emoción que nos hace llorar, sin saber si de dolor o de placer." Giorgio Agamben
Texto del filosofo italiano Giorgio Agamben, publicado en su columna "Una Voce" el 8 de septiembre del 2024, bajo el titulo "Scienza e felicità" (Ciencia y felicidad).
Por: Giorgio Agamben
A pesar de la utilidad que creemos obtener de ellas, las ciencias no pueden hacernos felices, porque el hombre es un ser hablante, que necesita expresar en palabras la alegría y el dolor, el placer y la aflicción, mientras que la ciencia, en última instancia, tiene como objetivo un ser mudo, que sea posible conocer mediante número y medida, como todos los objetos del mundo. Las lenguas naturales que los hombres hablan son, en el límite, un obstáculo para el conocimiento y, como tales, deben formalizarse y corregirse, eliminando como "poéticas" aquellas redundancias a las que, sin embargo, prestamos atención cuando expresamos nuestros deseos y pensamientos, nuestros afectos y nuestras aversiones.
A pesar de la utilidad que creemos obtener de ellas, las ciencias no pueden hacernos felices, porque el hombre es un ser hablante, que necesita expresar en palabras la alegría y el dolor, el placer y la aflicción, mientras que la ciencia, en última instancia, tiene como objetivo un ser mudo, que sea posible conocer mediante número y medida, como todos los objetos del mundo. Las lenguas naturales que los hombres hablan son, en el límite, un obstáculo para el conocimiento y, como tales, deben formalizarse y corregirse, eliminando como "poéticas" aquellas redundancias a las que, sin embargo, prestamos atención cuando expresamos nuestros deseos y pensamientos, nuestros afectos y nuestras aversiones.
Precisamente porque se dirige a un ser mudo, la ciencia nunca puede producir una ética. Que científicos ilustres hayan realizado sin escrúpulos, en interés de la ciencia, experimentos en los cuerpos de los deportados en los campos de concentración o de los condenados en las cárceles americanas no debería, en este sentido, sorprendernos. La ciencia se basa en la posibilidad de separar, en todos los niveles, la vida biológica de un ser vivo de su vida de relación, la vida vegetativa muda que el hombre comparte con las plantas de su existencia espiritual como ser hablante. Es importante recordarlo hoy, cuando los hombres parecen haber dejado de lado todo aquello en lo que creían, para confiar a la ciencia una expectativa de felicidad que no podrá sino ser decepcionada y traicionada. Como los últimos años han demostrado, más allá de toda duda, hombres que miran su vida con los ojos de su médico están dispuestos por ello a renunciar a sus libertades políticas más elementales y a someterse sin límites a los poderes que los gobiernan. La felicidad nunca puede separarse de las simples y gastadas palabras que intercambiamos, del grito y la risa de alegría ni de la emoción que nos hace llorar, sin saber si de dolor o de placer. Dejemos a los científicos en el silencio y la soledad de los números, y vigilemos con lucidez que no invadan el ámbito de la ética y la política, que es el único que realmente puede satisfacernos.