Dios, hombre, animal | por Giorgio Agamben ~ Bloghemia Dios, hombre, animal | por Giorgio Agamben

Dios, hombre, animal | por Giorgio Agamben










"¿No es hora de que recordemos cuando el viviente aún no era ni un dios, ni un hombre, ni un animal, sino simplemente un alma, es decir, una vida" Giorgio Agamben
 
 





Artículo del filósofo italiano GiorgioAgamben, publicado el 18 de Marzo del 2024, en su columna «Una voce». Traducción al español por : Artilleria Inmanente.



Por: Giorgio Agamben

Cuando Nietzsche, hace casi ciento cincuenta años, formuló su diagnóstico sobre la muerte de Dios, pensó que este acontecimiento sin precedentes cambiaría fundamentalmente la existencia de los hombres sobre la tierra. «¿Hacia dónde nos movemos ahora? —escribió—. ¿No es la nuestra una caída en picado continua? […] ¿Sigue habiendo un alto y un bajo? ¿No vagamos por una nada infinita?». Y Kirilov, el personaje de Demonios, cuyas palabras Nietzsche había meditado detenidamente, pensaba en la muerte de Dios con el mismo pathos desgarrador y extraía de ella como consecuencia necesaria la emancipación de una voluntad sin más límites y, al mismo tiempo, el sinsentido y el suicidio: «Si hay Dios, yo soy Dios… Si hay Dios, toda voluntad es suya y yo no puedo escapar a su voluntad. Si no hay Dios, toda la voluntad es mía y me veo obligado a afirmar mi libre albedrío… Me veo obligado a pegarme un tiro, porque la expresión más plena de mi libre albedrío es matarme».
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No hay que cansarse de reflexionar sobre el hecho de que, siglo y medio después, este pathos parece haber desaparecido por completo. Los hombres han sobrevivido plácidamente a la muerte de Dios y siguen viviendo con calma, como si nada pasara. Como si nada —precisamente— pasara. El nihilismo, que los intelectuales europeos saludaron al principio como el más inquietante de los huéspedes, se ha convertido en una tibia e indiferente condición cotidiana, con la que, contrariamente a lo que pensaban Turguénev y Dostoievski, Nietzsche y Heidegger, es posible convivir tranquilamente, seguir buscando dinero y trabajo, casarse y divorciarse, viajar e irse de vacaciones. El hombre de hoy deambula sin pensar en una tierra de nadie, más allá no sólo de lo divino y lo humano, sino también (con buena gracia para quienes teorizan cínicamente un retorno de los hombres a la naturaleza de la que proceden) de lo animal.

Ciertamente, todo el mundo estará de acuerdo en que todo esto no tiene sentido, que sin lo divino ya no sabemos cómo pensar lo humano y lo animal, pero esto significa simplemente que ahora todo y nada son posibles. Nada: es decir, que en el límite ya no hay mundo, pero queda el lenguaje (éste es, pensándolo bien, el único significado del término «nada»: que el lenguaje destruye, como lo está haciendo, el mundo, creyendo que puede sobrevivir a él). Todo: tal vez incluso —y esto es decisivo para nosotros— la aparición de una nueva figura — nueva, es decir, arcaica y, al mismo tiempo, extremadamente cercana, tan cercana que no podemos verla. ¿De quién y de qué? ¿De lo divino, de lo humano, de lo animal?

Siempre hemos pensado en el viviente dentro de esta tríada, a la vez prestigiosa y maliciosa, siempre enfrentándolos entre sí o los unos con los otros. ¿No es hora de que recordemos cuando el viviente aún no era ni un dios, ni un hombre, ni un animal, sino simplemente un alma, es decir, una vida?

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