El final de la Historia | por Byung Chul Han ~ Bloghemia El final de la Historia | por Byung Chul Han

El final de la Historia | por Byung Chul Han











"El final de la historia se ubica en un Japón totalmente determinado por los rituales, que se opone radicalmente al american way of life." Byung Chul Han
 
 





Artículo del filósofo surcoreano Byung Chul Han, publicado primera vez en el año 2019, en el libro "Vom Verschwinden der Rituale. Eine Topologie der Gegenwart"



Por: Byung Chul Han

La modernidad es una época en la que el trabajo gana rápidamente importancia. Cada vez desconfía más del juego. Eso se refleja también en la filosofía. La dialéctica de Hegel del amo y el esclavo comienza con un combate. Uno, que demuestra ser el amo, está resuelto a vencer. Quiere brillar. Vive para el honor y la gloria de la victoria. A cambio de ella está dispuesto a asumir el riesgo de morir. Pone su vida en juego. Es un jugador que no teme ni siquiera la apuesta suprema. El otro, por el contrario, por miedo a la muerte elude la lucha. No quiere vencer, sino sobrevivir. Antepone la supervivencia a la gloria de la victoria, a la soberanía. Por eso no asume el riesgo de morir. Se somete al amo y trabaja como siervo para él. Se decide por el trabajo, por la supervivencia, y contra el juego a vida o muerte. El amo es un hombre libre porque está dispuesto a poner la vida en juego. Es un jugador fuerte, mientras que el otro es un trabajador, un
siervo.
.



 



Hegel no toma partido por el amo, sino por el esclavo. No en vano es un filósofo de la modernidad. Lo que prima para él es el trabajo. El propio pensar es un trabajo. El espíritu trabaja. El trabajo forma el espíritu. La dialéctica hegeliana del amo y el esclavo considera la existencia humana exclusivamente desde la perspectiva del trabajo. 

Hegel es incapaz de entender la libertad del jugador, que desprecia el trabajo y se lo encomienda al esclavo.

Siguiendo a Hegel, Marx mantiene el primado del trabajo. La historia comienza con el trabajo:

"Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida" (1)

El hombre tiene historia porque trabaja. Marx eleva el trabajo a concepto fundamental de la fenomenología hegeliana del espíritu:

"Lo grandioso de la Fenomenología hegeliana y de su resultado final (la dialéctica de la negatividad como principio motor y generador) es, pues, en primer lugar, que Hegel […] capta la esencia del trabajo y concibe el hombre objetivo, verdadero porque real, como resultado de su propio trabajo. […] Hegel se coloca en el punto de vista de la economía política moderna. Concibe el trabajo como la esencia del hombre, que se prueba a sí misma". (2)

En vista del primado marxista del trabajo cobra especial relevancia la obra de su yerno Paul Lafargue El derecho a la pereza. Refutación del «Derecho al trabajo» de 1848. Comienza evocando al hombre libre de la Antigüedad griega:

"Al igual que los griegos de la gran época que no tenían más que desprecio por el trabajo: solo a los esclavos les estaba permitido trabajar. El hombre libre no conocía más que los ejercicios corporales y los juegos de la inteligencia. […] Los filósofos de la Antigüedad enseñaban el desprecio al trabajo, como degradación del hombre libre. Los poetas cantaban a la pereza, ese regalo de los dioses: O, Meliboe, Deus nobis haec otia fecit [«Oh, Melibea, Dios hizo el ocio para nosotros»]."(3)

Lafargue exige reemplazar los derechos humanos, que son «urdidos por los abogados metafísicos de la revolución burguesa», por los «derechos a la pereza». El reino de la pereza, libre de toda seriedad del trabajo, se entrega al bello juego. El escrito polémico de Lafargue concluye con las palabras:

"«¡Oh, Pereza, apiádate de nuestra larga miseria! ¡Oh, Pereza, madre de las artes y de las nobles virtudes, sé el bálsamo de las angustias humanas!»." (4)

En su interpretación de la dialéctica del amo y el esclavo también Kojève eleva el trabajo a la categoría de motor de la historia: «Esta educación creadora del Hombre mediante el Trabajo (la formación) crea la Historia, es decir el Tiempo humano. El Trabajo es Tiempo». El trabajo forma el espíritu e impulsa la historia. Es el agente exclusivo de la historia concebida como progreso. De este modo, el trabajador se acaba convirtiendo en sujeto único de la historia.

El final del trabajo significa el final de la historia. Según la primera noción que Kojève elabora de la poshistoria, es el american way of life o «estilo de vida americano» lo que anticipa el «futuro presente eterno de toda la humanidad». La poshistoria se caracteriza por el «regreso del hombre a la animalidad»:

"El final del Tiempo humano o de la Historia, es decir, la aniquilación definitiva del Hombre propiamente dicho o del Individuo libre e histórico, significa simple y llanamente el cese de la Acción en el sentido fuerte del término.Lo cual quiere decir en términos prácticos: la desaparición de las guerras y de las revoluciones sangrientas.Y también la desaparición de la Filosofía; pues si el Hombre mismo ya no cambia esencialmente, ya no hay razón para cambiar los principios (verdaderos) que están en la base de su conocimiento del Mundo y de sí mismo. Pero todo lo demás podrá mantenerse indefinidamente: el arte, el amor, el juego, etc.; en pocas palabras, todo cuando hace al hombre feliz" (5)


Pero tras su viaje a Japón Kojève pasa a imaginarse el final de la historia de forma muy distinta. El final de la historia se ubica en un Japón totalmente determinado por los rituales, que se opone radicalmente al american way of life. Allí el hombre no lleva una vida animal, sino una vida ritual. Kojève ve en Japón el reino venidero de los rituales:


"En lugar de arriesgar la vida en el combate, [los japoneses] la han preservado en lo ceremonial: cada uno está en condiciones de «vivir conforme a valores totalmente formalizados, que prescinden de todo contenido humano en sentido histórico»" (6)

La sociedad poshistórica lleva aparejada una «estetización sin escrúpulos», una formalización estética de la vida. Nietzsche diría que no está animada por la voluntad de verdad, sino por la voluntad de apariencia, por la voluntad de juego. Juega en las superficies y se entrega a la seducción de la apariencia: «Donde el hombre histórico hablaba de verdadero y falso, Nietzsche ya solo ve “grados de la apariencia”, una gradación de valores en la superficie de la vida». Japón apunta a aquella sociedad ritual venidera que se las arregla sin verdad y sin trascendencia, una sociedad totalmente definida por la estética y en la que la bella apariencia ha sustituido a la religión.

Bibliografía:

(1) K. Marx, La ideología alemana, Barcelona, Grijalbo, 1974, p. 19

(2) Id., Manuscritos: economía y filosofía, Madrid, Alianza, 1980, pp. 189-190.

(3) P. Lafargue, El derecho a la pereza, Barcelona, Virus, 2016, pp. 16-17

(4) Ibid., p. 85. 

(5) Ibid., p. 489.

(6) A. Kojève, Überlebensformen, Berlín, Merve, 2007, p. 49.

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