"El inevitable descenso del ser hacia su muerte ontológica, no podía sino significar al hundimiento de Europa en una nueva guerra, eso lo vislumbró Altazor."
Artículo de José Daniel Arias Torres, para Bloghemia, Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana de Puebla.
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Por: José Daniel Arias Torres
La pregunta que pregunta sobre el ser, la pregunta que pregunta sobre Dios y la pregunta que pregunta sobre la poesía, ¿Esta tríada podría ser sintetizada como una sola? De la misma forma en que la física se encuentra en una búsqueda de la teoría que unifique las fuerzas, quizá el ser humanista existencial -fragmentado en partes a partir del proceso que dio origen a la ontología positivista que, en su supuesto universalismo, terminó por hacer una necropsia del ser al segmentarlo- se encuentre en la búsqueda de su reunificación, siguiendo el rastro de la memoria de aquello separado y esparcido, algo así como una teoría holística del ser reintegrado a través de la poesía.
El universalismo ilustrado fue el intento de occidente por hacer una taxonomía de todo, por crear el perfecto manual de la realidad y la fórmula ideal para controlar al mundo y sus fenómenos a través del descubrimiento de leyes universales, pero también a través de la creación de otras.
Este universalismo fue arropado y descrito en sus procesos por filósofos como Descartes, Kant y Hegel, pero no existe un sistema político, filosófico y social que no venga acompañado de su propia degeneración. Así, la ilustración comenzó a ver la socavación de su perfección con el fin del siglo XIX, primeramente con el cuestionamiento que lanza Kierkegaard al hombre ilustrado y lo postula no como un ser de luz, sino como una sombra ahogada en la angustia, en una premonición del siglo XX y de sus dos grandes guerras -entendidas como una sola en tanto fueron parte del mismo reordenamiento psicopolítico-, Kierkegaard es también un filósofo que se adelanta al psicoanálisis de Freud.
Marx, Nietzsche y Freud son los tres grandes arquitectos de la devastación ilustrada, que con mano artesana cincelaron los puntos clave de la ilustración para derrumbar su mito.
Particularmente, Freud postuló en su psicoanálisis que toda luz emana su propia sombra y que el ser humano no es tan transparente como los filósofos de la ilustración consideraban, todo lo contrario, el ser humano es una bruma que se oculta en sus claroscuros, un ser al que se debe de descifrar poco a poco, sabiendo de antemano, que ningún desciframiento es perfecto y que en todo cuerpo siempre residirá el misterio.
La falacia ilustrada hecha imperio trajo consigo, por encadenamiento orgánico, una de las mayores tragedias del siglo XX: Las dos guerras mundiales. Para Freud era claro que un ser reprimido en su sombra tan desatendida, no haría más que terminar en un estallido de violencia primitiva concentrada en torno a una figura fascista.
Nietzsche, años antes y desde un terreno epistemológico diferente, planteó a la muerte de Dios en alusión a la muerte de la moral de occidente y esto marcó, para algunos pensadores, el inicio del posmodernismo, pues sin una moral dominante que estableciera un marco normativo en las relaciones sociales, pero también en la reflexión existencial, se daba pie al inicio de la multiplicidad de verdades y a la muerte clínica de “La verdad”, es decir, se daba inicio al imperio de las narrativas y al derrumbamiento de los grandes relatos.
Marx, por su lado, planteó no solo un cuestionamiento, sino una revolución en el pensamiento político y en las relaciones socioeconómicas y de clases que alienan a los cuerpos sociales en beneficio del mayor de los logros ilustrados y del concepto fundacional de la nueva economía: La burguesía.
¿Qué percibía la poesía sobre estos cambios históricos?, ¿Es la poesía capaz de construir sobre las ruinas de una era? Sin lugar a dudas, así como existe la historia de la poesía, también se traza una poética de la historia. La historia, como una lucha de relaciones sociales y de dominancias narrativas, es uno de los eventos más importantes para aquellos alquimistas de la palabra llamados poetas, seres que se tensan entre las dos fuerzas que suelen escribir la historia.
La poesía puede cumplir la labor profética de anticiparse a los tiempos, o la labor sabia de saber leer el porvenir de los tiempos. Altazor de Vicente Huidobro, podría entenderse, dentro de sus diferentes niveles de complejidad poética, como continuación de Nietzsche, como la voz de la modernidad que nace con la caída de la ilustración, el hombre que se vale por sí mismo, el hombre sin Dios, ¿Qué es de ese hombre? De él es un remiendo de ser que se entrega a lo único seguro que existe: La muerte.
Altazor es un alter ego de Vicente Huidobro, a pesar de que este se nos presenta como un poeta hermanado a los astros, a la noche infinita y al lenguaje, Altazor es al mismo tiempo, un ser tan ridículo como cualquier otro ser humano mortal, pero es debido a esa mortalidad, a esa herida primera que nos condena a un destino común, que Altazor es algo más grande a Dios.
Señor Dios si tú existes es a mí a quien lo debes.
Altazor es lenguaje, el verbo mismo que habita en la lengua humana, es por el verbo que podemos crear; de cierta forma, podemos entender a nuestra lengua como el órgano de dios que habita en todos sin ser por eso divino.
La cuna de mi lengua se metió en el vacío
Anterior a los tiempos
Y guardará eternamente el ritmo primero
El ritmo que hace nacer los mundos
Estos versos hacen del ser humano el creador y destructor de mundos, no a Dios.
El final de Dios, tan pronosticado por Nietzsche, no es el final del ser humano, si acaso es el final de su paternidad sobre la especie, el momento de independencia y de crisis. Anular el marco de referencia y el sentido existencial que Dios ofrece, es al mismo tiempo anular una parte de nosotros para reinterpretarla y transformarla. El imperio del yo avenido tras la muerte de Dios, arribó también con el imperio de la historia, no entendiendo esta como una versión unitaria y definitiva, sino como una narrativa más entre muchas otras, esto es importante, pues de pronto deja de ser Dios y comienza a ser Altazor quien llena el espacio en blanco del sentido.
En mi propia tempestad, desafiaré al vacío
Este verso es una síntesis del final de la historia del cristianismo, una frase lapidaria en donde no hay un espacio para la entidad suprema, no hay un espacio para ella, pues no solo los tres grandes filósofos, sino también Huidobro ya veía lo que Dios y su imperio habían hecho con el tejido de carne, sangre y hueso llamado hombre. El cristianismo acababa sepultado con la entrada del nuevo siglo, su derrumbe simbólico se materializaba con el derrumbe europeo, derivado de la competencia armamentística y de poder que se daba en los grandes imperios en declive, los cuales rasgaban el manto de la historia para permanecer en ella en su nuevo capítulo.
Abrí los ojos en el siglo
En que moría el cristianismo
Retorcido en su cruz agonizante
Ya va a dar el último suspiro
¿Y mañana qué pondremos en el sitio vacío?
El ocaso de la cultura hegemónica de occidente, es similar al ocaso de cualquier cultura, un periodo de revolución y reforma que deja en un estado de estupefacción al ser que ya no se puede alinear a ningún poder superior que le dé un sentido retórico, pues todo poder del viejo tiempo ya se encuentra socavado y desgastado por el nuevo tiempo naciente que no toma forma.
De esta crisis ontológica es que sobreviene el existencialismo, una corriente de pensamiento y postura del ser frente a la nada. La poética de Huidobro, escrita antes de la gran ola existencial que se sembró en Europa tras las dos guerras -¿De qué otra forma puede responder el ser frente a la miseria y barbarie propia sino es con una introspección del ser envuelto en la nada?- podría ser considerada como una poética existencial, (¿Tal vez absurdista?).
Las bombas caídas en Europa no derrumbaron solo monumentos, derrumbaron sentidos, símbolos, ideas y mitos, la ilustración tan vanagloriada como vanguardia de la civilización, cayó en sí misma con una explosión de barbarie reprimida, Huidobro y el mundo lo saben, pero es solo Altazor el único capaz de crear con ello un sentido del sinsentido.
Mil aeroplanos saludan la nueva era
Ellos son los oráculos y las banderas
Hace seis meses solamente
Dejé la ecuatorial recién cortada
En la tumba guerrera del esclavo paciente
Corona de piedad sobre la estupidez humana
Soy yo que estoy hablando en este año de 1919
Es el invierno
Ya la Europa enterró todos sus muertos
Por supuesto que el declive de la ilustración no se resintió solo en Europa, su Holocausto y su material devastación abarcó todos aquellos lugares donde se había extendido este proceso a través de procesos coloniales, así Huidobro de alguna forma anticipó la muerte del hombre por el hombre en el exterminio judío, pero también en el arrojo de las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Altazor es una poética no solo existencial, sino también una poética que, en sus versos de descenso a la muerte, anticipó la era nuclear, así ese poema también podría ser definido, de alguna forma, como una poética del fin del mundo, en el que Altazor al ser el poeta que cae sin alternativa a la muerte definitiva desde su estrella, se hace el portavoz de la humanidad, como tal, Altazor es la humanidad que se entrega a la muerte después de haber conocido la cima ilustrada. En esencia, Altazor que cae, es el poema que la bomba atómica recita antes de estallar sobre campos de arroz.
Soy la voz del hombre que resuena en los cielos
Que reniega y maldice
Y pide cuentas de por qué y para qué
Soy todo el hombre
El hombre herido por quién sabe quién
Huidobro, a través de Altazor, el lenguaje, también se hace un pensador crítico, que de forma cómica y en pocas líneas, a través del poeta, ridiculiza las sociedades de occidente, se adelanta a la teoría crítica de Frankfurt y profetiza el destino del ser humano lastimado en individuo. Altazor pronostica el arrancamiento del nombre del ser y su instrumentalización como dato.
Habrá ciudades grandes como un país
Gigantescas ciudades del porvenir
En donde el hombre-hormiga será una cifra
Un número que se mueve y sufre y baila
En este mundo que se cierra en sí, en este ser humano que no encuentra más alternativa que el sí mismo, en un mundo amenazado diariamente por la posibilidad de su propio final por la mano humana, en este mundo sin Dios, azotado por la guerra y la filosofía de la desesperanza, de tiempos volátiles y sin grandes relatos que consuelen la existencia con un sentido mayor al sujeto, ¿Es posible vivirlo?, ¿Es posible encontrar fortaleza en un ser abandonado por Dios?
La respuesta a la que llegan filósofos como Camus es que sí, tan es así que el ser humano, en el absurdo del vacío y sin sentido, puede encontrar por eso mismo su libertad, ser amo de sí y depositar su sentido subjetivo en todo el camino de vida. No obstante, Camus y Sartre siguen inscritos en la filosofía gris de la posguerra, es decir, en la zona cero de la catástrofe ontológica que significaron las dos Guerras Mundiales.
Es natural que filósofos como ellos ofrecieran respuestas del abandono, el miedo y la melancolía y que encontrarán en ellas a la nada inquietante que acechaba a la humanidad, ya lo advertía Nietzsche Cuando miras largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti. El abismo de Camus y Sartre, era Europa, el declive del cristianismo y la degeneración y violencia atroz de la ilustración, aparente trilogía pasada de utopía.
¿Por qué quieres salir de tu destino?
¿Por qué quieres romper los lazos de tu estrella
Y viajar solitario en los espacios
¿Y caer a través de tu cuerpo de tu cenit a tu nadir?
Altazor, hasta este momento poético, continúa inscrito dentro de la filosofía de la nada y postula al ser humano como estrella que cae hacia el inevitable vacío.
¿Desde dónde es que se cae? Desde los grandes relatos ilustrados, desde la estabilidad ontológica que ofrecen las respuestas definitivas de la verdad, ahora hechas ruinas y prisioneras de guerra, desde la aparente tumba de Dios, el ser humano en esta caída se hace una interrogante sin respuesta, pues la nada que la filosofía plantea como retumbante respuesta al sentido dentro del sinsentido humano, es en realidad el más perfecto antónimo de una respuesta.
Altazor, es una poética de la caída, más no una poética del sinsentido y de la libertad que transmuta en libertinaje por falta de Dios. Altazor es una poética apocalíptica, el final de los astros, su eventual enfriamiento y alejamiento, la caída de un Dios mortal y herido en un descenso tan trágico como heroico, pero el apocalipsis de Altazor se diferencia del apocalipsis bíblico en tanto no clausura los tiempos para la eternidad, sino que Altazor, es el astro que cae para impactar la tierra, enterrarse en ella y herirla de muerte, pero la muerte en la tierra nunca significa solo eso, la muerte para la tierra es abonarla de vida, de nuevos inicios que a su vez tienen en su destino acabar otros tiempos. Altazor así es el astro semilla que germina, el astro que tiene el entendimiento de que su muerte no es tal, pues crecerá como nueva vida, una vida repleta de nuevo sentido.
Silencio
Se oye el pulso del mundo como nunca pálido
La tierra acaba de alumbrar un árbol.
Estos versos finalizan el primer canto de Huidobro, el canto del fin del mundo, el canto del nuevo mundo. La muerte de Dios fue la muerte de los filósofos y el renacimiento de los poetas, Altazor es su profeta, ¿Tal vez mesías?
Debieron de pasar algunos años más, para que las siguientes generaciones se libraran del velo de apocalipsis ontológica que se había posado en el mundo de la posguerra y para que las voces melancólicas y taciturnas cedieran el paso a las voces no de la esperanza, sino de la crítica.
La crítica, por analogía, no significa una destrucción ni creación, sino una postura alternativa sobre algo ya dado, saber encontrar a dios en donde no se le ha buscado, de ahí que la segunda mitad del siglo XX haya sido la temporalidad de la contracultura y no de la revolución, pues las generaciones que aprendieron sobre la guerra en libros y escuelas, librándose de haberla padecido en su narración desde el yo, plantearon formas alternativas de vida, más no por ello revolucionarias en tanto toma y gestión del poder.
Altazor es una poética del advenimiento de los tiempos tras el derrumbe de la era pasada, una poética que se adelanta a sus tiempos y a el pensamiento que la filosofía exploraría durante el siglo XX. Huidobro el poeta y Altazor, el poema, son un texto latnoamericano que da prueba de que América, ya veía y escuchaba desde su geografía poética, el porvenir de los tiempos, allí donde Europa apenas comenzaba a escuchar murmullos. El inevitable descenso del ser hacia su muerte ontológica, no podía sino significar al hundimiento de Europa en una nueva guerra, eso lo vislumbró Altazor. Pero al mismo tiempo, desde las ruinas del ser, algo nuevo y lleno de vida tendría que germinar, eso también lo vislumbró Altazor.