La cultura de las masas | por Theodor Adorno ~ Bloghemia La cultura de las masas | por Theodor Adorno

La cultura de las masas | por Theodor Adorno








"La sociedad es siempre la que sale ganando y el individuo es tan sólo un títere manipulado a través de normas sociales." Theodor Adorno


  

El siguiente texto, es un extracto del ensayo titulado "Televisión y cultura de masas" publicado por vez primera en el Quarterly of Film, Radio, and Television, v. 8 (1954)   
 







 





Por: Theodor Adorno

A fin de hacer justicia a todas las complejidades de esta índole es necesario un examen mucho más atento de los antecedentes y el desarrollo de los modernos medios para las masas que el que conoce la investigación sobre comunicaciones, la cual por lo general se limita a las condiciones actuales. Sería necesario establecer qué tiene en común la producción de la industria cultural contemporánea con las formas de arte popular o "inferior" de otros tiempos, así como lo que tiene en común con el arte autónomo y en qué consisten las diferencias. Baste señalar aquí que los arquetipos de la actual cultura popular quedaron establecidos relativamente temprano en el desarrollo de la sociedad de clase media: hacia fines del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII en Inglaterra. Conforme a los estudios del sociólogo inglés Ian Watt [Adorno se refiere a las investigaciones del profesor Watt que éste reúne en su obra The Rice of the Novel (Studies in Defoe, Richardson and Fielding), Chatts & Windus, Londres, 1957 (N. de E.)], las novelas inglesas de ese período, en especial, las obras de Defoe y Richardson, señalaron el comienzo de una actitud ante la producción literaria que conscientemente creó, sirvió y por último controló un "mercado".

Hoy, la producción comercial de artículos de consumo culturales se ha vuelto aerodinámica y coincidentemente ha aumentado la influencia de la cultura popular sobre el individuo. Este proceso no ha quedado limitado a la cantidad sino que ha dado lugar a nuevas cualidades. En tanto que la cultura popular reciente ha absorbido todos los elementos y en particular todas las "prohibiciones" de su predecesora, difiere de ésta decisivamente en la medida en que se ha desarrollado en un sistema. Así, la cultura popular ya no está limitada a ciertas formas como la novela o la música bailable, puesto que se ha apoderado de todos los medios de expresión artística. La estructura y el significado de estas formas presenta un asombroso paralelismo, incluso cuando parecen tener poco en común en la superficie (por ejemplo, en el caso del "jazz" y las novelas policiales). Su producción ha aumentado de modo tal que se ha hecho casi imposible eludirlas; e incluso aquellos que antes se mantenían ajenos a la cultura popular -la pobla-ción rural, por una parte, y los sectores muy cultivados, por la otra- ya están de algún modo afectados.

Cuanto más se expande el sistema de "comercialización" de la cultura, más se tiende asimismo a asimilar el arte "serio" del pasado mediante la adaptación de este arte a los propios requisitos del sistema. El control es tan amplio que cualquier violación de sus reglas es estigmatizada a priori como "pedantería" y tiene pocas posibilidades de llegar al grueso de la población. El esfuerzo concertado del sistema tiene como consecuencia lo que se podría denominar la ideología predominante de nuestra época.

Hay, por cierto, muchos cambios típicos dentro de la pauta de hoy; por ejemplo, antes se presentaba a los hombres como eróticamente agresivos y a las mujeres, ala defensiva, en tanto que esta imagen ha sido en buena medida invertida en la actual cultura de masas, según lo han destacado en especial Wolfenstein y Leites.[ En su obra Movies: A Psy[c]hological Study, The Free Press, Glencoe 1950 (N. del E.)] Sin embargo, más importancia tiene el hecho de que la pauta misma, vagamente perceptible en las antiguas novelas y fundamentalmente conservada hoy, se encuentra, a esta altura, congelada y uniformada. Por sobre todo, esta rígida institucionalización transforma la moderna cultura de masas en un medio formidable de control psicológico. El carácter reiterativo, de ser siempre lo mismo, y la ubicuidad de la moderna cultura de masas tiende a favorecer las reacciones automatizadas y a debilitar las fuerzas de resistencia individual.

Cuando el periodista Defoe y el impresor Richardson calculaban el efecto de sus mercancías sobre el público, tenían que conjeturar, que atenerse a sus "pálpitos" y en razón de esto subsistía cierta latitud para desarrollar desviaciones. En la actualidad, estas desviaciones han quedado reducidas a una suerte de elección múltiple entre muy pocas alternativas. Lo siguiente puede servir de ejemplo. Se suponía que las novelas populares o semipopulares de la primera mitad del siglo XIX, publicadas en grandes tirajes y para satisfacer el consumo de masas, provocaban tensión en el lector. Si bien en general se adoptaban las providencias necesarias para que el bien triunfara sobre el mal, las tramas laberínticas e interminables casi no les permitían a los lectores de Sue y Dumas tener conciencia constantemente de la moraleja. Los lectores podían esperar que ocurriera cualquier cosa. Esto ya no es válido. Todo espectador de una historia de detectives televisada sabe con absoluta certeza cómo va a terminar. La tensión sólo se mantiene superficialmente y es poco probable que tenga todavía un efecto importante. Este anhelo de "sentirse sobre terreno seguro" -que refleja una necesidad infantil de protección más que el deseo de estremecerse- es satisfecho comercialmente. El elemento excitante sólo es conservado de los dientes para afuera. Estos cambios coinciden con el cambio potencial de una sociedad libremente competitiva a una sociedad virtualmente "cerrada" en la que uno quiere ser admitido o de la que uno teme ser rechazado. De algún modo, todo se presenta "predestinado".

La fuerza creciente de la moderna cultura de masas es realzada más aun por las modificaciones de la estructura sociológica del auditorio.. La antigua elite culta ya no existe; sólo en parte la "intelligentzia" contemporánea corresponde a ella. Al mismo tiempo, enormes estratos de la población que antes no tenían contacto con el arte se han convertido en "consumidores" culturales. Los públicos actuales, si bien probablemente son menos capaces de la sublimación artística generada por la tradición, se han vuelto más listos en cuanto a sus exigencias de perfección técnica y de exactitud en la información, así como en su deseo de "servicios"; y han adquirido una mayor convicción en cuanto al poder potencial de los consumidores sobre los productores, sin que importe que este poder sea esgrimido realmente.

También puede ejemplificarse cómo los cambios experimentados en el seno del público han influido sobre el significado de la cultura popular. El elemento de la internalización desempeñaba un papel decisivo en las primitivas novelas populares puritanas del tipa de las ele Richardson. Este elemento ya no predomina, pues se basaba en el papel fundamental dela "interioridad" tanto en el protestatismo inicial como en la más primitiva sociedad de clase media. A medida que la profunda influencia de los postulados básicos del puritanismo ha disminuido paulatinamente, la pauta se ha vuelto cada vez más opuesta al "introvertido". Tal como lo dice Riesman: "... La conformidad de anteriores generaciones de norteamericanos del tipo que denomino "intra-dirigidos" estaba asegurada principalmente por su internalización de la autoridad adulta. El actual norteamericano urbano de clase media, el "alter-dirigido", es, a diferencia del anterior, más el producto de sus pares en un sentido caracterológico; esto es, en términos sociológicos, de sus "grupos pares", los otros chicos en la escuela o en la manzana.[David Riesman, The Lonely Crowd, New Haven, 1950, p. 5 (Hay traducción castellana: Edit. Paidós, Bs.As. 1964).]

Esto se refleja en la cultura popular. El acento en la interioridad, en los conflictos interiores y la ambivalencia psicológica (que desempeña un papel tan importante en las primeras novelas populares y de las que depende su originalidad) ha cedido su puesto a una caracterización no problemática, estereotipada. Pero el código de decoro que rige los conflictos interiores de las Pamelas, Clarisas y Lovelaces perdura casi literalmente intacto.[ La evolución de la ideología del extrovertido también tiene, probablemente, su larga historia, en especial en los tipos más bajos de literatura popular durante el siglo XIX, cuando el código de decoro quedó divorciado de sus raíces religiosas y adquirió por consiguiente, cada vez más, el carácter de un opaco tabú. Parece probable, empero, que a este respecto el triunfo del cine señalará el paso decisivo. La lectura como acto de percepción y apercepción posiblemente lleva aparejada una determinada clase de internalización; el acto de leer una novela resulta bastante próximo a un monólogo interior. La visualización, en los actuales medios de masas, favorece la externalización. La idea de interioridad, que se conserva aún en la anterior pintura de retratos a través de la expresividad del rostro, cede su puesto a señales ópticas inconfundibles que pueden ser captadas de un vistazo. Incluso si un personaje en una película o un programa de televisión no es lo que parece ser, su apariencia es tratada en forma tal que no quede duda en cuanto a su verdadera naturaleza. Así, un villano que no es presentado como una bestia debe por lo menos ser "suave", y su melosidad repulsiva y sus pulcros modales indican en forma nada ambigua qué debemos pensar de él.] La "ontología" de la clase media se conserva en una forma casi fosilizada, pero está cercenada de la mentalidad de las clases medias. Al ser superpuesta a seres con cuyas condiciones de vida y con cuya estructura mental ya no está en armonía, esta ontolo-gía de la clase media asume un carácter cada vez más autoritario y al mismo tiempo vacuo.

Se evita la explícita "ingenuidad" de la cultura popular más antigua. La cultura de masas, aunque no sea refinada, debe por lo menos estar al día -es decir, ser "realista" o darse humos de serloa fin de satisfacer las previsiones de un público que se supone desilusionado, astuto y curtido. Las exigencias de la clase media ligadas con la internalización -como ser la concentración, el esfuerzo intelectual y la erudición- tienen que ser aliviadas constantemente. Esto no sólo es válido en el caso de Estados Unidos, donde los recuerdos históricos son más escasos que en Europa; se trata de un fenómeno universal, también válido para Inglaterra y la parte continental de Europa.[ Cabe observar que la tendencia contra la "erudición" ya estaba presente en el comienzo mismo de la cultura popular, particularmente en Defoe, quien se oponía conscientemente a la literatura erudita de su tiempo y que se ha hecho famoso por haber desdeñado todos les refinamientos de estilo y de construcción artística en favor de una aparente fidelidad a la "vida".]

Sin embargo, este aparente progreso de la ilustración tiene un contrapeso excesivo en ciertos rasgos retrógrados. La anterior cultura popular mantenía cierto equilibrio entre su ideología social y las condiciones sociales concretas en que vivían sus consumidores. Probablemente, esto contribuyó a mantener más impreciso que hoy el límite entre el arte popular y el arte serio en el siglo XVIII. El abate Prévost fue uno de los padres fundadores de la literatura popular francesa; pero su Manon Lescaut está absolutamente exenta de clisés, vulgaridades artísticas y efectos deliberados. Del mismo modo, años después y siempre dentro del siglo XVIII, la Zauberfloete de Mozart estableció un equilibrio entre el estilo "elevado" y el popular que es casi inconcebible hoy.

La maldición de la actual cultura de masas parece ser su adhesión a la ideología casi intacta de la primitiva sociedad de clase media, en tanto que las vidas de sus consumidores están completamente fuera de tono con esa ideología. He aquí tal vez lo que explica el vacío entre el "mensaje" explícito y el culto en el arte popular contemporáneo. Aunque en el nivel explícito se promulgan los valores tradicionales de la sociedad puritana inglesa de clase media, el mensaje oculto se dirige a un ánimo que ya no está obligado por estos valores. Más bien, el ánimo de hoy transforma los valores tradicionales en las normas de una estructura social cada vez más jerárquica y autoritaria. Incluso aquí hay que admitir que también en la ideología anterior estaban presentes elementos autoritarios que, por supuesto, nunca expresaban del todo la verdad. Pero el "mensaje" de adaptación y de obediencia irreflexiva parece dominar hoy e invadirlo todo. Debe examinarse cuidadosamente si los valores mantenidos y que proceden de ideas religiosas adquieren un significado diferente cuando se los separa de su raíz. Por ejemplo, el concepto de la "pureza" (le las mujeres es uno de los elementos invariables de la cultura popular. En la fase primitiva, este concepto es tratado en términos de un conflicto interior entre la concupiscencia y el ideal cristiano internalizado (le castidad, en tanto que en la actual cultura popular se lo postula dogmáticamente como un valor per se.

Por otra parte, incluso los rudimentos de esta pauta son visibles en producciones como Pamela. Sin embargo, en tal nivel aparece un subproducto; en tanto que en la actual cultura popular la idea de que sólo la "buena chica" se casa y que debe casarse a cualquier precio ha llegado a ser aceptada ya antes (le que los conflictos de Richardson empiecen.[ Una de las diferencias significativas parece ser que en el siglo XVIII el propio concepto de cultura popular -que en sí mismo avanzaba hacia una emancipación de la tradición absolutista y semifeudal- tenía un significado progresivo, haciendo hincapié en la autonomía del individuo como ser capaz de adoptar sus propias decisiones. Esto significa, entre otras cosas, que la primitiva literatura popular dejaba espacio para autores que se oponían violentamente a la pauta establecida por Richardson y que, no obstante, obtuvieron su propia popularidad. El caso más destacado de esta índole es el de Fielding, cuya primera novela se inició como una parodia de Richardson. Resultaría interesante comparar la popularidad de Richardson y Fielding en su época. Difícilmente obtuvo Fielding el mismo éxito que Richardson. Pero también resultaría absurdo suponer que la cultura popular de hoy permitiera un equivalente de Tom Jones. Esto puede ejemplificar el enunciado sobre la "rigidez" de la actual cultura popular. Un experimento decisivo sería hacer una tentativa por basar una película en una novela como The Loved One (El amado) de Evelyn Waugh. Es casi seguro que el guión sería corregido y reformado a tal punto que nada remotamente semejante a la idea del original quedaría en él.]

Cuanto más inarticulado y difuso parece ser el público de los actuales medios para las masas, más tienden a lograr su "integración" los medios para las masas. Los ideales de conformidad y concensionalismo eran inherentes alas novelas populares desde el comienzo mismo. Ahora, empero, estos ideales han sido traducidos en prescripciones bastante claras sobre lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer. El desenlace de los conflictos está preestablecido y todos los conflictos son puro simulacro. La sociedad es siempre la que sale ganando y el individuo es tan sólo un títere manipulado a través de normas sociales. A la verdad, los conflictos ole tipo decimonónico -como las mujeres que se escapaban de sus maridos, la mediocridad de la vida provinciana y la rutina- se encuentran a menudo en los cuentos que actualmente publican las revistas. Sin embargo, con una regularidad que desafía las posibilidades de un tratamiento cuantitativo, se deciden estos conflictos en favor de las mismísimas condiciones de las que querían liberarse esas mujeres. Los cuentos enseñan a sus lectoras que hay que ser "realistas", que hay que desecharlas nociones románticas, que hay que adaptarse a cualquier precio y que no puede esperarse nada más de individuo alguno. El perenne conflicto de clase media entre la individualidad y la sociedad ha quedado reducido a un recuerdo indistinto y el mensaje es invariablemente el de identificación con el status quo. Tampoco este tema es nuevo, pero su indefectible universalidad le confiere un significado absolutamente diferente. La reiteración constante de valores convencionales parece significar que estos valores han perdido su sustancia y que se teme que la gente siga realmente sus impulsos instintivos y sus comprobaciones conscientes a menos que se les asegure constantemente desde afuera, que no deben preceder así.

Cuanto menos es creído realmente el mensaje y cuanto menos está en armonía con la existencia concreta de los espectadores, tanto más se lo mantiene en la cultura moderna. Cabe reflexionar sobre si una inevitable hipocresía es concomitante con el afán punitivo y con la dureza sádica.

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