El toro de Pasífae y la tecnología | por Giorgio Agamben

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"El lugar del hombre está en esta distancia y en esta tensión entre lo humano y lo animal, el lenguaje y la vida, la naturaleza y la historia."



El siguiente artículo del filósofo italiano Giorgio Agamben, fue publicado originalmente en su columna "Una Voce" bajo el titulo original "Il toro di Pasifae e la tecnica"

Por: Giorgio Agamben

En el mito de Pasífae, la mujer que manda construir a Dédalo una vaca artificial para poder aparearse con un toro, es legítimo ver un paradigma de la tecnología. Desde esta perspectiva, la técnica aparece como el dispositivo a través del cual el hombre busca alcanzar—o alcanzar nuevamente—la animalidad. Pero justamente este es el riesgo que la humanidad corre hoy debido a la hipertrofia tecnológica.

La inteligencia artificial, a la que la técnica parece querer confiar su desenlace extremo, busca producir una inteligencia que, al igual que el instinto animal, funcione por sí sola, sin la intervención de un sujeto pensante. Es la vaca dedálica a través de la cual la inteligencia humana cree poder unirse felizmente al instinto del toro, convirtiéndose o volviendo a convertirse en animal. Y no sorprende que de esta unión nazca un ser monstruoso, con cuerpo humano y cabeza de toro: el Minotauro, que es encerrado en un laberinto y alimentado con carne humana.

En la técnica—esta es la tesis que queremos sugerir—está en juego, en realidad, la relación entre lo humano y lo animal. La antropogénesis, el hacerse humano del primate Homo, no es un evento que se haya completado de una vez por todas en un momento específico de la cronología: es un proceso aún en curso, en el que el hombre no deja de volverse humano y, al mismo tiempo, de seguir siendo animal. Y si la naturaleza humana es tan difícil de definir, es precisamente porque tiene la forma de una articulación entre dos elementos heterogéneos y, sin embargo, estrechamente entrelazados. Su implicación constante es lo que llamamos historia, en la cual están involucrados desde el principio todos los saberes de Occidente, desde la filosofía hasta la gramática, desde la lógica hasta la ciencia y, hoy, hasta la cibernética y la informática.

La naturaleza humana—conviene no olvidarlo—no es un dato que pueda adquirirse o fijarse normativamente según la propia voluntad: se da más bien en una praxis histórica que, al tener que distinguir y articular, dentro y fuera del hombre, lo viviente y lo hablante, lo humano y lo animal, no puede sino ser incesantemente puesta en práctica y, cada vez, diferida y actualizada. Esto significa que en ella está en juego un problema esencialmente político, en el que se decide qué es humano y qué no lo es. El lugar del hombre está en esta distancia y en esta tensión entre lo humano y lo animal, el lenguaje y la vida, la naturaleza y la historia. Y si, como Pasífae, olvida su morada vital e intenta reducir a uno solo los extremos entre los cuales debe mantenerse en tensión, no podrá sino engendrar monstruos y, con ellos, aprisionarse en un laberinto sin salida.


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