"La línea de demarcación entre policía y política es siempre difusa y controvertida"
Slavoj Zizek y de como la política es negada y reconducida hacia la despolitización.
Por: José Daniel Figuera
El pensamiento de Slavoj Zizek se distingue por su aguda crítica a los mecanismos ideológicos que regulan el orden social. Desde su perspectiva, la política no es simplemente la gestión de los conflictos de intereses dentro de una sociedad, sino la irrupción de una demanda universal desde aquellos que han sido marginados. "La verdadera lucha política", señala, "no consiste en una discusión racional entre intereses múltiples, sino que es la lucha por conseguir hacer oír la propia voz y que sea reconocida como la voz de un interlocutor legítimo". Así, Zizek parte de la tradición marxista y de la filosofía política de Jacques Rancière para identificar cuatro formas en que la política es negada y reconducida hacia la despolitización.
En primer lugar, Zizek menciona la archi-política, una estrategia que busca construir una comunidad homogénea en la que todo conflicto es suprimido antes de que pueda emerger. "Los intentos comunitaristas de definir un espacio social orgánicamente estructurado no dejan resquicios desde los que pueda surgir el acontecimiento político", afirma. En esta visión, la política es negada en nombre de una supuesta armonía preexistente. No se trata de resolver antagonismos, sino de negarlos mediante la imposición de un orden supuestamente natural e incuestionable.
La para-política, en cambio, no niega la existencia del conflicto político, sino que lo desactiva al reducirlo a una competencia institucionalizada dentro del marco de la democracia representativa. "Se acepta el conflicto político, pero se reformula como una competición entre partidos y actores autorizados", sostiene Zizek. En este esquema, los partidos políticos se convierten en gestores de una administración en la que los verdaderos antagonismos quedan desplazados o disfrazados bajo la forma de debates técnicos. La democracia, lejos de ser una esfera de transformación radical, se convierte en un mecanismo de regulación de las diferencias sin cuestionar la estructura fundamental del poder.
Por otro lado, la meta-política es la forma en que ciertas tradiciones filosóficas, en particular el marxismo, han interpretado la política como un reflejo de conflictos que en realidad pertenecen a otra esfera: la económica. "El fin último de la 'verdadera' política sería su auto-anulación, la transformación de la 'administración de los pueblos' en una 'administración de las cosas' dentro de un orden racional absolutamente autotransparente", explica Zizek. En esta concepción, la política se reduce a un problema técnico que desaparecerá una vez que la organización social alcance su equilibrio definitivo, eliminando así el espacio para la subjetivación política.
Finalmente, la ultra-política es la negación más violenta de la política. En lugar de desplazar el conflicto, lo exacerba hasta el punto de eliminar cualquier posibilidad de diálogo o mediación. "El paso desde lo verdaderamente político a lo policial puede consistir tan sólo en sustituir un artículo determinado por otro indeterminado", advierte Zizek. Ejemplifica esto con el cambio de lema en las protestas de la RDA: de "Nosotros somos EL pueblo" a "Nosotros somos UN pueblo", pasando de una demanda política radical a una consigna de unidad nacional que terminó integrándose en la lógica del poder establecido.
Estas cuatro formas de negación política, según Zizek, funcionan como mecanismos para desactivar el potencial transformador de la verdadera política. "Política y democracia son sinónimos", argumenta, y el principal objetivo de la antidemocracia es siempre la despolitización. En este sentido, la lucha por la democracia no consiste sólo en garantizar procedimientos electorales, sino en mantener abierta la posibilidad de que los excluidos puedan irrumpir en la escena política y reclamar la universalidad que se les niega.
El análisis de Zizek también tiene implicaciones para comprender cómo operan las ideologías contemporáneas. La economía, por ejemplo, se presenta a menudo como una esfera neutral y técnica, cuando en realidad es uno de los espacios donde más se ejerce la despolitización. "El concepto de 'economía política' permite introducir la política en el corazón mismo de la economía, denunciando su supuesto 'carácter apolítico'", indica Zizek.
La economía no es un simple problema de gestión de recursos, sino un campo de lucha en el que se decide quién tiene el poder de definir lo que es posible y lo que no.
En síntesis, el pensamiento de Zizek ofrece una lectura crítica de los mecanismos que buscan neutralizar la política y reducirla a una cuestión de administración.
Frente a estas estrategias de despolitización, su propuesta apunta a reivindicar la dimensión conflictiva y universalista de la política. "El conflicto político designa la tensión entre el cuerpo social estructurado y la 'parte sin parte', que desajusta ese orden en nombre de un vacío principio de universalidad", concluye. En esta tensión se juega el destino de la democracia y la posibilidad misma de la transformación social.