
El violento poder de lo global destruye la singularidad y genera un infierno de lo igual, donde la identidad y el sentido se pierden en la circulación acelerada de capital e información.
Por: José Daniel Figuera
El filósofo surcoreano Byung Chul Han, en su artículo El virulento poder de lo global, analiza cómo la globalización ejerce una violencia que nivela todo, destruyendo la singularidad y generando un infierno de lo igual. Su reflexión profundiza en cómo este proceso afecta la identidad, el sentido y la sociedad contemporánea.
El violento poder de lo global destruye la singularidad y genera un infierno de lo igual, donde la identidad y el sentido se pierden en la circulación acelerada de capital e información.
La globalización como violencia igualatoria
Byung Chul Han señala que la globalización lleva consigo una violencia inherente que hace que todo sea intercambiable, comparable y, en última instancia, igual. «La comparación igualatoria total conduce a una pérdida de sentido. El sentido es algo incomparable», afirma el filósofo. Esta violencia de lo global destruye la negatividad de lo distinto, de lo singular, de lo incomparable, facilitando la circulación acelerada de información, comunicación y capital. Sin embargo, este proceso elimina la riqueza de la diversidad y la singularidad.
El terrorismo y la resistencia a lo global
Han explica que el terrorismo no surge únicamente de motivaciones religiosas, sino como una resistencia del singular frente al violento poder de lo global. «Lo que mueve a los hombres al terrorismo no es lo religioso en sí, sino más bien la resistencia del singular frente al violento poder de lo global», sostiene. Esta resistencia se manifiesta como una reacción violenta contra un sistema que nivela y homogeniza todo, eliminando las diferencias y las identidades individuales.
Neoliberalismo y exclusión
El filósofo critica el neoliberalismo por generar una injusticia masiva a nivel global. «El neoliberalismo engendra una injusticia masiva de orden global. La explotación y la exclusión son constitutivas de él», afirma. Este sistema construye un «apóptico», una estructura que excluye a quienes no son aptos para el sistema, creando una sociedad basada en la desigualdad y la inseguridad. Esta dinámica, según Han, es el caldo de cultivo para el surgimiento de movimientos nacionalistas y terroristas.
Byung Chul Han también reflexiona sobre el papel del dinero en la sociedad globalizada. «El dinero es un mal transmisor de identidad. Sin embargo, puede reemplazarla, pues el dinero proporciona a quien lo posee al menos una sensación de seguridad y de tranquilidad», explica. Quien no tiene dinero, en cambio, carece de identidad y seguridad, lo que lo lleva a refugiarse en lo imaginario, como la idiosincrasia de un pueblo o la invención de un enemigo.
El filósofo advierte que el neoliberalismo no es el punto final de la Ilustración, sino un sistema irracional que maximiza la productividad a costa de la explotación de la libertad. «Lo que maximiza la productividad y la eficiencia no es la opresión de la libertad, sino su explotación», afirma. Esta lógica perversa del neoliberalismo genera tensiones destructivas que se manifiestan en forma de terrorismo y nacionalismo.
Finalmente, Han propone la idea de una «hospitalidad» universal como antídoto al virulento poder de lo global. «La hospitalidad es la máxima expresión de una razón universal que ha tomado conciencia de sí misma», sostiene. Esta hospitalidad, basada en valores universales como la dignidad humana, podría reconciliar lo singular con lo universal, protegiendo la diversidad y la identidad en un mundo cada vez más globalizado.