"Me niego a pensar a Tántalo como algo que no es, y no quiero atribuirle un peso interpretativo que él no debería soportar. Este humano sufre la insatisfacción de sus necesidades, como cualquiera, aunque a diferencia nuestra, su dios es una divinidad celosa y vengativa, un Zeus único." Jorge Raúl García
En este artículo, para Bloghemia, el profesor Jorge Raúl García analiza el mito de Tántalo para explorar la insatisfacción humana en relación con el deseo y la necesidad. Tántalo, condenado a sufrir el tormento eterno de la cercanía a lo inalcanzable, simboliza la frustración de no poder satisfacer las necesidades básicas, una realidad que muchas personas enfrentan en el mundo actual.
Por: Jorge Raúl García
Qué nos dice el mito de Tántalo sobre la insatisfacción humana? En un mundo donde los deseos parecen no tener fin, pero que a la par gran parte de la humanidad no puede satisfacer sus necesidades básicas, el sufrimiento del mítico Tántalo es más actual de lo que pensamos. Condenado a estar rodeado de abundancia sin poder satisfacer sus necesidades vitales, Tántalo encarna la frustración eterna de lo no realizable. Pero, ¿qué nos enseña este castigo sobre nuestras propias vidas? Mientras que los dioses lo castigaron por su hybris (arrogancia), la tragedia de Tántalo revela una verdad profunda sobre la naturaleza humana: la necesidad y el deseo nos gobiernan, pero sus lógicas no son las mismas..
No hay odio más terrible y vengativo que el de los dioses. Ticio, Sísifo, Ixión y, por supuesto Tántalo son la expresión más funesta de la ira de los olímpicos contra quienes osan ofenderlos
y han optado tomar decisiones guiados por la arrogancia. Sobre este último, Tántalo, la condena eterna fue perversa. Según dice el gran mitologista Robert Grave, este era un hombre poderoso que tenía la fortuna de ser amigo cercano del mismísimo Zeus; por ello, podía sentarse en la mesa de los dioses en los banquetes donde abundaba el néctar y la ambrosía. Por torpeza o vanagloria, se dice que Tántalo robó estos manjares divinos para ofrecerlos a sus camaradas mortales, ya sea por ostentación o para compartir las bondades del cielo. Este desafío lo llevó a recibir su condena. Nadie osa develar los secretos de los dioses sin enfrentar su castigo.
y han optado tomar decisiones guiados por la arrogancia. Sobre este último, Tántalo, la condena eterna fue perversa. Según dice el gran mitologista Robert Grave, este era un hombre poderoso que tenía la fortuna de ser amigo cercano del mismísimo Zeus; por ello, podía sentarse en la mesa de los dioses en los banquetes donde abundaba el néctar y la ambrosía. Por torpeza o vanagloria, se dice que Tántalo robó estos manjares divinos para ofrecerlos a sus camaradas mortales, ya sea por ostentación o para compartir las bondades del cielo. Este desafío lo llevó a recibir su condena. Nadie osa develar los secretos de los dioses sin enfrentar su castigo.
El condenado fue sumergido hasta el cuello en una laguna cristalina, rodeado por los árboles más frondosos y frutales. Pero cada vez que intentaba beber, el agua se retiraba. Cada vez que intentaba alcanzar una fruta, el viento apartaba las ramas. El hambre y la sed lo consumían, pero nada podría saciarlo. Así, eternamente cerca de aquello que nunca podría tener, sufría la agonía de la necesidad insatisfecha.
Me gustaría hacer justicia a este desdichado frente al héroe de la insatisfacción que es Sísifo. Aunque ambos personajes representan la frustración humana, cada uno lo hace desde un ángulo diferente. Mientras que Tántalo encarna la insatisfacción de las necesidades más básicas, Sísifo personifica la estructura del deseo siempre infinito. En su condena, Sísifo debe empujar una roca enorme cuesta arriba por una colina, pero cada vez que alcanza la cima, la roca vuelve a rodar al fondo, obligándolo a comenzar de nuevo. El filósofo existencialista Albert Camus encuentra en la conciencia de Sísifo su martirio, ya que este es plenamente consciente de lo absurdo de su tarea, pero también en dicha conciencia el condenado descubre su salvación al aceptar la falta de sentido en su existencia. Esta aceptación le permite superar la desesperación y hallar una forma de liberación. En este sentido, Sísifo se convierte en un representante del deseo más que de la necesidad.
Es interesante y un tanto inquietante llegar a la conclusión de que esos dos personajes representan dos elementos constitutivos de nuestra subjetividad y que los mismos determinan, de una u otra manera, nuestros comportamientos. Deseo y necesidad, dos elementos que se conectan pero cumplen roles particulares e independientes, han encontrado un lugar
privilegiado en uno de los textos más crípticos de la filosofía occidental: la Fenomenología del Espíritu de Hegel. En esta obra, el deseo se sitúa en un nivel jerárquicamente superior, ya que, en la diferencia entre necesidad y deseo, Hegel ubica a este último como la peripecia y el sentido de un ser autoconsciente. Posteriormente, Freud, Lacan, y gran parte de la psicología
replican dicho esquema: el deseo surge a partir de una necesidad, para luego usurpar su lugar y expandirse de manera infinita.
privilegiado en uno de los textos más crípticos de la filosofía occidental: la Fenomenología del Espíritu de Hegel. En esta obra, el deseo se sitúa en un nivel jerárquicamente superior, ya que, en la diferencia entre necesidad y deseo, Hegel ubica a este último como la peripecia y el sentido de un ser autoconsciente. Posteriormente, Freud, Lacan, y gran parte de la psicología
replican dicho esquema: el deseo surge a partir de una necesidad, para luego usurpar su lugar y expandirse de manera infinita.
Volviendo a Tántalo este desdichado, está lejos de ser un héroe de la condición existencial humana. Lo considero un relegado, un marginado. Es un humano demasiado humano, un inconsciente que solo busca satisfacer necesidades primarias, esas que son comunes a todos. Su naturaleza es más fácil de identificar en cualquiera de nosotros: un ser ruin y desesperado.
El artificio hegeliano que divide la necesidad del deseo fue, como se insinuó, un instrumento categorizador que luego reutilizó la psicología, un divisor de la naturaleza humana y, por qué no, del lugar que se ocupa en la sociedad. Por un lado, están los seres biológicos que exudan necesidades fisiológicas, seres básicos reducidos a la animalidad que los determina, que consumen y dan rienda suelta a calmar sus instintos más elementales. Por otro lado, están los seres del deseo, insaciables, creativos, que proyectan su sentido hacia el mundo, inestables,
dinámicos, autoconscientes machinae desiderantes, productivos y producidos, Deleuze y Guattari nos advierten del obstáculo psicoanalítico de comprender el deseo en términos de carencia y represión, proponiendo mejor entenderlo como una fuerza productiva cuyo flujos energéticos son conducidos por el capitalismo. En consecuencia las “máquinas deseantes” modelan y son modelos ellas mismas de un sistema de mercado hecho a su imagen y semejanza. Tántalo, y los “seres necesitantes” a quien él representa, al contrario, son caídos del sistema.
dinámicos, autoconscientes machinae desiderantes, productivos y producidos, Deleuze y Guattari nos advierten del obstáculo psicoanalítico de comprender el deseo en términos de carencia y represión, proponiendo mejor entenderlo como una fuerza productiva cuyo flujos energéticos son conducidos por el capitalismo. En consecuencia las “máquinas deseantes” modelan y son modelos ellas mismas de un sistema de mercado hecho a su imagen y semejanza. Tántalo, y los “seres necesitantes” a quien él representa, al contrario, son caídos del sistema.
El deseo es inabarcable e imparable; en cambio, las necesidades humanas son pocas y limitadas. Una de las estrategias del poder capitalista, especialmente en su versión neoliberal, es hacer creer que las necesidades humanas son ilimitadas e infinitas. De este modo, se justifica el statu quo al afirmar que, si las necesidades son infinitas, es comprensible que muchas personas no puedan satisfacerlas. Sin embargo, la realidad es que las necesidades humanas se reducen a un puñado: subsistencia, protección, afecto, entendimiento y participación. Lo que es verdaderamente inagotable son los medios para satisfacerlas, es decir, los satisfactores. Mientras las necesidades son finitas, los satisfactores son ilimitados y variados.
A la postre, desear es un privilegio que no todos pueden permitirse y que se impone como una estrategia de un sistema de mercado que nunca se agota de sí mismo y que constantemente reelabora la producción de sueños y fantasías individuales y sociales. Si el deseo se origina en la configuración de una huella o imagen que permanece como un fantasma a la espera de ser reconstituida, entonces, con un sistema de superproducción de imágenes y fantasías, esta lógica desenfrenada del deseo alcanza su paroxismo. La saturación constante de estímulos visuales y promesas inalcanzables en la era digital no solo amplifica el deseo, sino que lo convierte en un ciclo interminable de insatisfacción y búsqueda perpetua, llevando a la humanidad a una carrera incesante detrás de un placer siempre elusivo. Publicidades y redes sociales actúan como amplificadores de este deseo, capturando la atención de aquellos que todavía pueden darse el lujo de proyectar expectativas sobre lo que no tienen. Pero para aquellos cuyas necesidades más básicas no están satisfechas —seres que, en lugar de desear, deben concentrarse en la ardua tarea de sobrevivir—, la promesa de un mundo basado en el espectáculo del deseo resulta inalcanzable y, en última instancia, superflua. La necesidad no se deja capturar por la lógica del mercado ni puede ser anulada por la fantasía: se impone como un límite que revela la precariedad del sistema cuando este olvida que no todos los seres pueden permitirse jugar el teatro de la oferta infinita.
El mito de Tántalo, su condena, puede hacer que se invierta la carga: ¿por qué desear cuando lo urgente y vital es el necesitar? y por qué no dudar del deseo ? y también sobre Sísifo ¿no será él mismo un burgués enmascarado y no el héroe proletario de la absurdidad? a la postre como Freud dejó entrever el deseo no es otra cosa que un placebo, un sustituto, un usurpador que trueca seguridad, por inquietud, finitud por infinitud, ¿por qué dejar de necesitar y conformarnos con la interminable e inagotable marcha de un deseo infinito?
Me niego a pensar a Tántalo como algo que no es, y no quiero atribuirle un peso interpretativo que él no debería soportar. Este humano sufre la insatisfacción de sus necesidades, como cualquiera, aunque a diferencia nuestra, su dios es una divinidad celosa y vengativa, un Zeus único. En cambio, el nuestro, el que se ha transformado en máquina social, posee una doble cara, como el dios Jano: por un lado, es productor de deseos; por el otro, es sacrificador de seres necesitantes.
En un mundo lleno de satisfactores, la tragedia radica en la insatisfacción de un puñado de necesidades básicas. Eso resume la maldición de Tántalo y de tantos otros: habiendo tanto y al alcance de la mano, ¿por qué morir de inanición, de desprotección o de soledad?
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Camus, A. (2021). El mito de Sísifo. Punto de Lectura.
Deleuze, G., & Guattari, F. (1985). El Anti Edipo: Capitalismo y esquizofrenia. Paidós.
Graves, R. (2024). Los mitos griegos (Vol. 2, Trad. E. Gómez Parro). Alianza Editorial.
Freud, S.(1991). Proyecto de una psicología para neurólogos. Alianza Editorial.
Hegel, G. W. F. (2017). Fenomenología del espíritu. Fondo de Cultura Económica.
Max-Neef, M. (1993). Desarrollo a escala humana: Conceptos, aplicaciones y algunasreflexiones. Editorial Nordan Comunidad
Deleuze, G., & Guattari, F. (1985). El Anti Edipo: Capitalismo y esquizofrenia. Paidós.
Graves, R. (2024). Los mitos griegos (Vol. 2, Trad. E. Gómez Parro). Alianza Editorial.
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Hegel, G. W. F. (2017). Fenomenología del espíritu. Fondo de Cultura Económica.
Max-Neef, M. (1993). Desarrollo a escala humana: Conceptos, aplicaciones y algunasreflexiones. Editorial Nordan Comunidad