"...los filósofos auténticos dan órdenes y legislan: dicen «¡así debe ser!», sólo ellos determinan el ¿a dónde? y el ¿para qué? del hombre" Friedrich Nietzsche
Texto de Friedrich Nietzsche donde el filósofo alemán distingue entre trabajadores científicos y verdaderos filósofos, subrayando la creación de valores como la auténtica tarea filosófica. Publicado en el libro "Mas allá del bien y el mal" Aforismo 211.
Por: Friedrich Nietzsche
Insisto en que se deje de confundir de una vez por todas a los trabajadores filosóficos, y en general a los científicos, con los filósofos, —que se aplique aquí con todo rigor el adagio que encarece darle «a cada uno lo suyo» y no a aquéllos demasiado y a éstos demasiado poco.
Puede que la educación del verdadero filósofo demande que éste haya pasado también, al menos una vez, por todos los grados o situaciones en los que estén instalados —o tengan que estarlo— sus servidores, los trabajadores científicos de la filosofía; tal vez él mismo precise haber sido crítico y escéptico y dogmático e historiador, además de poeta y coleccionista y viajero y descifrador de enigmas y moralista y adivino y «espíritu libre» y casi todo, para poder recorrer la esfera de los valores y los sentimientos de valor del hombre y otearla con múltiples ojos y conciencias desde lo alto a toda lejanía, desde lo hondo a toda altura, desde el rincón a toda vasta distancia. Pero todo esto no son más que condiciones previas a la tarea propia del verdadero filósofo: esta tarea le exige algo distinto, —le exige crear valores—. Aquellos trabajadores filosóficos fieles al noble modelo de Kant y de Hegel han menester de establecer y plasmar en fórmulas —ya sea en el ámbito de lo lógico o de lo político (de lo moral) o de lo artístico— cualquier magna situación fáctica de valoraciones —vale decir, de antiguas posiciones y creaciones de valores que han logrado prevalecer y por un largo tiempo han sido llamadas «verdades»—. Es misión de estos investigadores tornar en algo que puedan abarcar la mirada y el pensamiento, en algo que sea aprehensible y manejable todo lo hasta ahora acaecido y valorado, acortar todo lo largo, incluso «el tiempo» mismo, y dominar todo el pasado: una colosal y portentosa tarea, en cuyo cumplimiento seguramente podrá hallar satisfacción todo refinado orgullo, toda voluntad tenaz.
Pero los filósofos auténticos dan órdenes y legislan: dicen «¡así debe ser!», sólo ellos determinan el ¿a dónde? y el ¿para qué? del hombre y a este fin se sirven de la labor previa de todos los trabajadores filosóficos, de todos los dominadores del pasado, —sus creadoras manos capturan el futuro, y todo lo que es y fue se torna consecuentemente para ellos en medio, en instrumento, en martillo—. Su «conocer» es crear, su crear es legislar, su voluntad de verdad es… voluntad de poder. —¿Hay hoy tales filósofos? ¿Hubo ya tales filósofos? ¿No es necesario que haya tales filósofos?
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