“La libertad de pensamiento no significa libertad para equivocarse y cometer despropósitos. Sólo estamos en contra de la intolerancia como resultado del autoritarismo o de la idolatría..." - Antonio Gramsci
El siguiente texto de Antonio Gramsci, 13 de octubre de 1917, bajo el titulo original: Ninguna tolerancia para el despropósito .
Por: Antonio Gramsci
Intransigencia es no permitir que se adopten medidas —para alcanzar un fin— no adecuadas al fin y de una naturaleza diferente al fin.
La intransigencia es el predicado necesario del carácter. Es la única prueba de que un determinado colectivo existe como un organismo social vivo, que tiene un objetivo, una voluntad única, una madurez de pensamiento. Porque la intransigencia requiere que cada parte singular sea coherente en el todo, que cada momento de la vida social sea armónicamente preestablecido, que todo haya sido pensado. Requiere que existan los principios generales, claros y distintos, y que todo lo que se necesita dependa de ellos.
Para que, entonces, un organismo social pueda ser disciplinado intransigentemente, es necesario que tenga una voluntad (un fin) y que el fin tenga una razón, que sea un fin verdadero, y no un fin ilusorio. No es suficiente: es necesario que desde la racionalidad del fin sean persuadidos todos los componentes individuales del organismo, para que nadie pueda rechazar la observancia de la disciplina, para que los que quieren hacer observar la disciplina puedan solicitar esa observancia como cumplimiento de una obligación libremente contratada, o más bien como una obligación de establecer lo que el mismo recalcitrante ha favorecido.
De estas primeras observaciones resulta que la intransigencia en la acción tenga por su supuesto natural y necesario la tolerancia en la discusión que precede a la deliberación.
Las deliberaciones deben establecerse colectivamente de acuerdo con la razón. ¿La razón puede ser interpretada por un colectivo? Ciertamente, un individuo único delibera mucho más rápido (para encontrar la razón, la verdad) que un colectivo. Porque el individuo único puede ser elegido entre los más capaces, entre los mejor preparados para interpretar la razón, mientras que el colectivo se compone de elementos diferentes, preparados en diferentes grados para entender la verdad, para desarrollar la lógica de un fin, para observar las diferentes etapas a través de las que uno debe pasar para alcanzar el fin mismo. Todo esto es cierto, pero también es cierto que el individuo único puede convertirse o ser visto como un tirano, y la disciplina por él impuesta puede desmoronarse porque el colectivo se niega o no puede entender la utilidad de la acción, mientras que la disciplina establecida por el propio colectivo a sus componentes, aunque de aplicación lenta, difícilmente falla en su ejecución.
Los miembros del colectivo, por lo tanto, deben llegar a un acuerdo entre ellos, discutir entre ellos. Deben, a través del debate, llegar a una fusión de las almas y de las voluntades. Los elementos individuales de la verdad que cada uno puede aportar, deben sintetizarse en la compleja verdad y ser la expresión integral de la razón. Para que esto suceda, para que el debate sea amplio y sincero, se necesita la máxima tolerancia. Cada uno debe estar convencido de que ésa es la verdad y de que, por lo tanto, su ejecución es absolutamente necesaria. En el momento de la acción, todos deben estar de acuerdo y ser solidarios, ya que en el fluir de la discusión se ha ido conformando un acuerdo tácito, y todos se han hecho responsables del fracaso. Se puede ser intransigente en la acción sólo si en la discusión se ha sido tolerante, y si los más preparados han ayudado a los menos preparados a acoger la verdad, y las experiencias individuales han sido puestas en común, y todos los aspectos del problema han sido examinados, y no se ha creado ilusión alguna. [Los hombres están dispuestos a obrar cuando están convencidos de que nada se les ha ocultado, que ninguna ilusión, ya sea voluntaria o involuntariamente, ha sido creada. Que si deben sacrificarse, deben saber antes que el sacrificio puede ser necesario. Si se les ha dicho que la acción resultaría un éxito, es que se había hecho el cálculo exacto de la probabilidad de éxito y de fracaso, y la de éxito había sido mayor; si se les ha dicho que sería un fracaso, es que la probabilidad de fracaso surgía de la crítica —puesta en común, sin subterfugios, sin coacción ni prisas ni chantaje moral— en mayor número.] Por supuesto, esta tolerancia —método de discusión entre hombres que fundamentalmente están de acuerdo, y deben encontrar una coherencia entre los principios comunes y la acción que tendrán que desarrollar en común— no tiene nada que ver con la tolerancia, entendida vulgarmente. Ninguna tolerancia para el error, para el despropósito. Cuando se está convencido de que uno está equivocado —y se huye de la discusión, se niega a discutir y a tratar de hacerlo, diciendo que toda persona tiene derecho a pensar lo que quiera—, no se puede ser tolerante. La libertad de pensamiento no significa libertad para equivocarse y cometer despropósitos. Sólo estamos en contra de la intolerancia como resultado del autoritarismo o de la idolatría, porque impide los acuerdos duraderos, porque impide el establecimiento de normas de acción obligatorias moralmente porque para establecerlas todos han participado libremente. Porque esta forma de intolerancia conduce necesariamente a la transigencia, a la incertidumbre, a la disolución de los organismos sociales.
[Quien no ha podido convencerse de una verdad, quien no ha sido liberado por una falsa imagen, quien no ha sido ayudado a comprender la necesidad de una acción, desertará al primer choque brusco con sus deberes, y la disciplina sufrirá el efecto y la acción desembocará en fracaso.] Por eso hemos hecho esta aproximación: intransigenciatolerancia, intolerancia-transigencia.