"La revolución es la meta que se proponen aquellos que creen solo en las cosas de este mundo" Giorgio Agamben
Artículo del filósofo italiano Giorgio Agamben, publicado el 3 de Junio del 2024, en su columna de la editorial Quodlibet, bajo el título "Sulle cose che ci-non-sono". Traducción: Bloghemia.
Por: Giorgio Agamben
Cristina Campo escribió una vez: «¿Qué otra cosa existe realmente en este mundo sino aquello que no es de este mundo?». Verosímilmente, se trata de una cita de Juan 18, 36, donde Jesús declara a Pilato: «Mi reino no es de este mundo.
Es, verosímilmente, una cita de Juan 18, 36, donde Jesús declara a Pilato: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Es decisivo, entonces, cuestionarse sobre el significado y el modo de existencia de lo que no es de este mundo. Esto es lo que hace Pilato, quien, casi queriendo comprender el estatus de esta especial realeza, le pregunta enseguida: «¿Entonces tú eres rey?». La respuesta de Jesús, para quien sabe entenderla, proporciona una primera indicación sobre el sentido de un reino que existe, pero no es de aquí: «Tú lo dices, soy rey. Yo he nacido para esto y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad». Y en ese momento Pilato pronuncia la famosa pregunta, que Nietzsche definió como «la frase más sutil de todos los tiempos»: «¿Qué es la verdad?». El reino que no es de este mundo exige que demos testimonio de su verdad y lo que Pilato no logra entender es que algo pueda ser verdadero sin existir en el mundo. Es decir, que haya cosas que de algún modo existen, pero no pueden ser objeto de un juicio jurídico de verdad o no verdad factual, como el que está en cuestión en el proceso que Pilato está llevando a cabo.
Furio Jesi, al cuestionarse sobre la realidad del mito, sugirió una fórmula que puede ser útil retomar aquí: si las cosas que están en cuestión en lo que llama la máquina mitológica «existen, sin embargo, en un “otro mundo”: no-existen». Y añade enseguida: «no hay fe más exacta hacia un “otro mundo” que no-existe que la declaración de que tal “otro mundo” no es». Se comprende, entonces, qué es lo que Jesús intenta afirmar diciendo que su reino no es de este mundo. Su reino no-existe, pero no por ello carece de significado. Al contrario, él ha venido a este mundo para dar testimonio de lo que no es de este mundo, de las cosas que no-existen. Y esto es precisamente lo que Cristina Campo debía tener en mente: realmente urgentes e importantes para su vida en este mundo son solo las cosas que en este mundo no existen, o, más bien, no-existen.
Es bueno reflexionar con especial cautela, precisamente hoy que la exigencia de la verdad parece haber sido borrada del mundo, sobre el particular estatus de las cosas que, aun no siendo de este mundo, nos importan verdaderamente y orientan nuestro pensamiento y nuestra acción en este mundo. Como sugiere Jesi, sería de hecho un imperdonable error confundir las cosas que no-existen con las que existen, fingir que simplemente existen. Su diferencia emerge con claridad en la distinción entre revuelta y revolución, que Jesi intenta puntualmente definir. La revolución es la meta que se proponen aquellos que creen solo en las cosas de este mundo y por lo tanto se ocupan de las circunstancias y los tiempos de su posible realización en el tiempo histórico según las relaciones de causa y efecto. La revuelta implica, en cambio, una suspensión del tiempo histórico, el compromiso intransigente en una acción cuyas consecuencias no se saben ni se pueden prever, pero que, por ello, no desciende a pactos y compromisos con el enemigo. Mientras aquellos que no ven más allá de este mundo se ocupan solo de las relaciones de fuerza en las que se encuentran y están dispuestos a dejar de lado sin escrúpulos sus convicciones, los hombres de la revuelta son los hombres del no-existe, que han suspendido de una vez por todas el tiempo histórico y pueden por ello actuar en él incondicionalmente. Precisamente porque las cosas que no-existen no representan para ellos un futuro por realizar, sino una exigencia presente de la cual están obligados en cada instante a dar testimonio, tanto más inexorablemente su acción actuará sobre el acontecer histórico, rompiéndolo y aniquilándolo.
A aquellos que buscan hoy por todos los medios atarnos a una supuesta realidad factual que no permite alternativas, hay que oponerles ante todo el pensamiento, es decir, la visión clara y perentoria de las cosas que no-existen. Solo a quien, sin hacerse ilusiones, sabe que su reino no es de este mundo, pero no obstante está aquí y ahora de una manera irrevocablemente presente, se le concede la esperanza, que no es otra cosa que la capacidad de desmentir cada vez la brutal mentira de los hechos que los hombres construyen para esclavizar a sus semejantes.