El Hombre y el Olvido | por Friedrich Nietzsche ~ Bloghemia El Hombre y el Olvido | por Friedrich Nietzsche

El Hombre y el Olvido | por Friedrich Nietzsche










"El hombre, sin embargo, se opone a la grande y creciente carga del pasado: ésta lo doblega o lo inclina hacia un costado, entumece su andar como un fardo invisible y oscuro." Friedrich Nietzsche 
 



Texto del filósofo alemán, Friedrich Nietzsche, publicado por primera vez en su libro "Segunda consideración intempestiva". 



Por: Friedrich Nietzsche
  
El hombre también se asombra de sí mismo por no poder aprender el olvido y permanecer atado al pasado: por más lejos y veloz que corra, la cadena siempre lo acompaña.





Es un milagro: el instante aparece en un parpadear, en el próximo desaparece, antes una nada, después una nada, sin embargo retorna como un fantasma para estorbar la tranquilidad de un instante venidero. Sin cesar, se desprende una hoja del hilo del tiempo, cae, revolotea, y de repente vuelve a caer en el seno del hombre. Entonces, el hombre dice «recuerdo» y envidia al animal que, en seguida, olvida cada momento, viéndolo morir realmente y desvanecerse para siempre en la niebla y la noche. Así es que el animal vive de manera no histórica, porque se realiza en cada momento, cual un número, sin transformarse en una fracción extraña. No sabe fingir, no encubre nada y en cada momento es plenamente lo que es, lo cual lo obliga inexorablemente a ser sincero. El hombre, sin embargo, se opone a la grande y creciente carga del pasado: ésta lo doblega o lo inclina hacia un costado, entumece su andar como un fardo invisible y oscuro. 

En ocasiones y sólo aparentemente, puede negarlo, tal como lo suele hacer gustosamente y a menudo cuando persigue el fin de dar envidia al tratar con sus semejantes. Es por ello que al hombre lo atrapa, como un recuerdo del paraíso perdido, la imagen de un rebaño en los pastizales o, con mayor familiaridad, la del niño que aún no tiene pasado que denegar y puede jugar entre los alambrados del pasado y del futuro con insolente ceguera. Pero su juego se verá inevitablemente estorbado: en buena hora, será despertado de su negligencia. Es entonces que aprende a comprender la expresión «érase una vez», aquella consigna que anuncia al hombre la llegada de la lucha, el sufrimiento y el tedio, para recordarle la verdadera índole de su existencia, que es un imperfecto siempre inconcluso. 

Cuando la muerte finalmente aporta el anhelado olvido, a su vez usurpa el presente y la existencia, marcando la experiencia con un sello que revela que la existencia no es más que un infinito haber sido, una cosa que vive de su propia negación, del consumo de sí misma y de su contradicción incesante.


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