Para mis héroes, por desgraciados que sean, la vida es una experiencia de infinito movimiento, de una infinita trascendencia de sí mismos. Una humanidad que no duda que la vida tiene una dirección y un objetivo no puede ser una humanidad desesperada. La desesperación del hombre moderno nace del sin sentido del mundo; su desesperación así como su sumisión a los mitos substitutivos: el absurdo entrega al hombre a lo inhumano. Cuando Nietzsche anuncia la muerte de Dios, también anunció los tiempos que hemos vivido y que aquellos que tenemos por vivir, en los que el hombre, vaciado de su alma y por lo tanto privado de un destino personal, se convierte en una bestia de carga más maltratada que un simple animal maltratado por los nazis y por todos aquellos que usan los métodos nazis. Un caballo, una mula, una vaca tienen un valor en el mercado, pero del animal humano, obtenido sin costo gracias a una depuración bien organizada y sistemática , no se obtiene ganancia sino hasta que perece. Ningún escritor que mantenga en el centro de su trabajo la criatura humana en la imagen del Padre, redimida por el Hijo e iluminada por el Espíritu, puede, en mi opinión, considerarse un maestro de la desesperación. Su imagen siempre tan sombría.
Pues su imagen permanece sombría ya que para él la naturaleza del hombre no está herida, sino corrompida. No hace falta decir que la historia humana contada por un novelista cristiano no puede basarse en el idilio porque no debe alejarse del misterio del mal. Pero obsesionarse con el mal es también obsesionarse con la pureza y la infancia. Me entristece que los críticos y lectores demasiado apresurados no se hayan dado cuenta el lugar que ocupa el niño en mis historias. Un niño sueña en el corazón de todos mis libros; contienen los amores de los niños, los primeros besos y las primeras soledades, todas las cosas que he apreciado en la música de Mozart. Las serpientes de mis libros han sido notadas, pero no las palomas que han hecho sus nidos en más de un capítulo; porque en mis libros la infancia es el paraíso perdido, e introduce el misterio del mal.
El misterio del mal, no hay más de dos maneras de acercarse a él. O debemos negar la maldad o debemos aceptarla como aparece, tanto dentro de nosotros como afuera, en nuestra vida individual, en nuestras pasiones, así como en la historia escrita con la sangre de los hombres derramada por el poder de los imperios hambrientos. Yo siempre he creído que hay una estrecha correspondencia entre los crímenes individuales y los colectivos, y, como periodista que soy, no hago más que descifrar día a día, en el horror de la historia política, las consecuencias visibles de esa historia invisible que toma lugar en la oscuridad del corazón. Pagamos muy caro de que el mal es maligno, nosotros, los que vivimos bajo un cielo donde el humo de los crematorios sigue a la deriva. Los hemos vistos con nuestros propios ojos devorar millones de inocentes, incluso niños. Y la historia continua de la misma manera. El sistema de los campos de concentración ha alcanzado raíces profundas en países antiguos donde Cristo ha sido amado, adorado y servido por siglos. observamos con horror cómo la parte del mundo en la que los hombres continúan disfrutando sus derechos humanos, donde la mente humana permanece libre, se está encogiendo bajo nuestros ojos como la «peau de chagrin»1 de la novela de Balzac.
Por un momento, no imaginen que, como creyente, pretendo no ver las objeciones que se elevan a la creencia por la presencia del mal en la tierra. Para un cristiano, el mal sigue siendo el más angustiante de los misterios. El hombre que en medio de los crímenes de la historia persevera en su fe tropezará con el escándalo permanente: la aparente inutilidad de la Redención. Las explicaciones bien razonadas de los teólogos acerca de la presencia del mal nunca me han convencido, por razonables que sean, y justamente por ser razonables. La respuesta que se nos escapa presupone un orden no de razón sino de caridad. Es una respuesta que se encuentra plenamente en la afirmación de San Juan: Dios es Amor. Nada es imposible para el amor vivo, ni siquiera atraerlo todo a sí mismo; Y eso también está escrito.
Perdónenme por plantear un problema que por generaciones ha causado muchos comentarios, disputas, herejías, persecuciones y martirios. Pero después de todo, es un novelista quien les habla, y uno que han preferido sobre todos los demás, por lo tanto, deben atribuir algo de valor a lo que fue su inspiración. Él da testimonio de que lo que ha escrito acerca de la luz de su fe y esperanza no ha contradicho la experiencia de aquellos de sus lectores que no comparten ni su esperanza ni su fe. Para tomar otro ejemplo, vemos que los admiradores agnósticos de Graham Greene no se desaniman con por su visión cristiana. Chesterton ha dicho que siempre que algo extraordinario sucede en el cristianismo, en última instancia algo extraordinario le corresponde en realidad. Si consideramos este pensamiento, descubriremos, quizá, la razón del misterioso acuerdo entre las obras de inspiración católica, como las de mi amigo Graham Greene, y el vasto público descristianizado que devora sus libros y ama sus películas.
¡Sí, un vasto y descristianizado público! Según André Malraux «la revolución juega hoy el papel que antes le pertenecía a la vida eterna.» Pero ¿y si el mito fuera, precisamente, la revolución? ¿Y si la vida eterna fuera la única realidad?
Cualquiera que sea la respuesta, estaremos de acuerdo en un punto: que la humanidad descristianizada sigue siendo una humanidad crucificada. ¿Qué poder mundano destruirá la correlación de la cruz con el sufrimiento humano? Incluso su Strindberg, quien descendió en las profundidades extremas del abismo en el cual el salmista lanzó su grito, incluso Strindberg mismo deseo que una sola palabra sea grabada en su tumba , la palabra que bastaría por sí misma para sacudir y forzar las puertas de la eternidad: «o crux ave spes unica»2. Después de tantos sufrimientos, incluso él descansa en la protección de esa esperanza, en la sombra de ese amor. Y es en su nombre que su laureado les pide que perdonen todas esta palabras tan personales que quizá han golpeado en una nota demasiado grave. ¿Pero, podría hacerlo mejor a cambio de los honores con que lo han abrumado tanto que abrieron su corazón y su alma? Y porque él les ha dicho a través de sus personajes el secreto de su tormento, también debe presentarse esta noche el secreto de su paz».
Notas:
1.La Piel de Zapa, novela escrita por Honoré de Balzac en 1831.
2. Saludo a la Cruz, nuestra única esperanza.