De los nuevos semblantes de la desigualdad | por Zygmunt Bauman ~ Bloghemia De los nuevos semblantes de la desigualdad | por Zygmunt Bauman

De los nuevos semblantes de la desigualdad | por Zygmunt Bauman





"Hoy la cultura no consiste en prohibiciones sino en ofertas, no consiste en normas sino en propuestas. Tal como señaló antes Bourdieu, la cultura hoy se ocupa de ofrecer tentaciones y establecer atracciones, con seducción y señuelos en lugar de reglamentos, con relaciones públicas en lugar de supervisión policial: produciendo, sembrando y plantando nuevos deseos y necesidades en lugar de imponer el deber"
-Zygmunt Bauman
                                    


Texto del sociólogo y filosofo Zygmunt Bauman, publicado en el libro "This is not a diary"






Por : Zygmunt Bauman


Frank Rich, destacado articulista de opinión del New York Times, apunta lo siguiente en el número de ayer a propósito de la voz de la América liberal (de izquierdas): «La igualdad económica parecía un objetivo a nuestro alcance en 1956, al menos, para la entonces amplísima clase media. La sensación de que la promesa estadounidense de movilidad social y económica era alcanzable para cualquiera que se propusiera ir en pos de ella». Ese era, recuerda él a sus lectores (sin fiarse de la propia memoria de estos), el estado de ánimo del país hace cincuenta y cuatro años. En cuanto a la clase media estadounidense de hoy en día, a Rich le basta con plantearse una pregunta puramente retórica: «¿Cuántos americanos de clase media creen actualmente que sus posibilidades no conocen límites si trabajan duro? ¿Cuántos se fían de que el capitalismo les dará lo que en justicia les corresponde?», lo que equivale a preguntarse: cuántos estadounidenses han conseguido conservar y mantener la antigua confianza (aquella que tan viva estaba apenas medio siglo atrás) en la «igualdad de movilidad social» o en la «igualdad en movimiento», «la igualdad cada vez más próxima», «la igualdad a nuestro alcance»… Una pregunta retórica, sin duda, pues, en este caso, Rich puede estar seguro de lo que sus lectores responderán sin dudar: «No muchos». A esto ha llegado, más o menos, el sueño de la clase media que confiaba «en que todo aquel que se esforzara lo suficiente podía entrar en el País de Jauja de las oportunidades y en que a nadie se le negaría ese sueño porque un grupo privado hubiera alquilado y reservado para sí el País del Mañana».

El día anterior, otro columnista de opinión del New York Times, Charles M. Blow, señalaba la siguiente evidencia estadística:

“Según el Centro Nacional para los Niños en Situación de Pobreza, el 42% de los niños estadounidenses viven en hogares de ingresos bajos y en torno a una quinta parte viven por debajo del umbral de pobreza. Y la cosa se pone aún peor. El número de niños que viven en situación de pobreza ha aumentado un 33% desde 2000. Para que veamos esos datos en perspectiva, tengamos en cuenta que la población infantil del conjunto del país creció solamente un 3% a lo largo de ese mismo periodo. Y, según un informe de Unicef de 2007 sobre la pobreza infantil, Estados Unidos ocupaba el último lugar de la lista de 24 países ricos allí recogida. […] [L]a reacción de ciertos sectores sociales a este problema sigue estando mezclada con los prejuicios raciales y de clase: no más ayudas y prestaciones públicas para personas no blancas que han tomado malas decisiones en su vida y no han tenido el sentido ni las agallas necesarias para salir de los hoyos en los que se han metido”

Nadie tiene que decirles a los padres de ese 42% de niños y niñas estadounidenses, apurados como andan día sí y día también, tratando de llegar a fin de mes con lo poco que tienen, que las probabilidades de que sus hijos alcancen la igualdad son reducidísimas, y los padres del 20% de pequeños que viven bajo el umbral de pobreza difícilmente hallarían siquiera rastro alguno de esas «probabilidades» cuya desaparición recogen las cifras más recientes. Poco les costaría a los progenitores de ambas categorías, sin embargo, descifrar el mensaje que emana alto y claro de boca de quienes fijan las leyes de la nación y las traducen al lenguaje de los derechos y las obligaciones de los ciudadanos de ese país. El mensaje es la encarnación misma de la simplicidad: Estados Unidos ha dejado de ser una tierra de oportunidades; ahora es una tierra para personas con agallas. La «igualdad de movilidad» socialmente gestionable encalló en la roca de la desigualdad de agallas individuales y se fue a pique. Las «agallas» de los padres son el único bote salvavidas que se ofrece a quienes desean sacar a sus hijos del embravecido mar de la pobreza. El bote es pequeño; suerte tiene quien llega a procurarse uno con suficiente capacidad como para que quepa toda la familia. Lo más probable, sin embargo, es que sólo unos pocos miembros de esta, los más audaces y cicateros (o, lo que es lo mismo, los más dotados de «agallas»), sepan hacerse un hueco en el bote y mantenerlo todo el tiempo necesario hasta que este alcance la costa. Y el viaje ya no es (si es que alguna vez lo fue) un viaje hacia la igualdad. Es, más bien, una carrera para dejar atrás a los demás. El espacio en la cima está ya prerreservado y allí sólo se admite a los elegidos. Como bien dice Frank Rich, «un grupo privado ha alquilado y reservado para sí el País del Mañana»

El país de las oportunidades prometía más igualdad. El país de las personas con agallas sólo puede ofrecer más desigualdad.

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