Hacia una nueva Edad Media | por Giorgio Agamben

Giorgio Agmaber el bien y el mal
"¿Cómo pensar entonces el advenimiento de una nueva Edad Media? ¿De qué manera el abstencionismo político que observamos a nuestro alrededor podrá transformarse en un “anonimato popular” capaz de inventar nuevas y anónimas formas de expresión y de vida?"



El siguiente artículo del filósofo italiano Giorgio Agamben, fue publicado originalmente en su columna "Una Voce" bajo el titulo original "Il medioevo prossimo venturo"

Por: Giorgio Agamben

Un pasaje del libro de Sergio Bettini El arte al final del mundo antiguo describe un mundo que es difícil no reconocer como similar al que estamos viviendo:

«Las funciones políticas son asumidas por una burocracia estatal; esta se acentúa y se aísla (anticipando las cortes bizantinas y medievales), mientras las masas se vuelven abstencionistas (germen del anonimato popular de la Edad Media); sin embargo, dentro del Estado se forman nuevos núcleos sociales en torno a las diversas formas de actividad (germen de los gremios medievales) y los latifundios, que se vuelven autárquicos, preludian la organización de ciertos grandes monasterios y del mismo estado feudal».

Si la concentración de las funciones políticas en manos de una burocracia estatal, su aislamiento de la base popular y la creciente abstención de las masas encajan perfectamente con nuestra situación histórica, basta con actualizar los términos de las líneas siguientes para reconocer también aquí algo familiar. A los grandes latifundios evocados por Bettini corresponden hoy grupos económicos y sociales que actúan de manera cada vez más autárquica, persiguiendo una lógica completamente desligada de los intereses colectivos, y a los núcleos sociales que se forman dentro del Estado corresponden no solo los lobbies que operan dentro de las burocracias estatales, sino también la incorporación a las funciones gubernamentales de categorías profesionales enteras, como ha ocurrido en años recientes con los médicos.

El libro de Bettini es de 1948. En 1971 se publicó el libro de Roberto Vacca La Edad Media próxima futura, en el que el autor preveía una evolución catastrófica de los países más avanzados, que ya no serían capaces de resolver los problemas relacionados con la producción y distribución de energía, los transportes, el abastecimiento de agua, la gestión de residuos y el tratamiento de la información. Si Vacca podía escribir que los anuncios de catástrofes inminentes eran en aquellos años tan numerosos que habían generado una verdadera literatura “ruinográfica”, hoy las previsiones apocalípticas —en particular las ligadas al clima— se han al menos duplicado.

Aunque los desastres —como los provocados por la energía nuclear— sean, si no probables, ciertamente posibles, la degradación de los sistemas en los que vivimos puede pensarse sin que esta adopte necesariamente la forma de una catástrofe. La ruina política, económica y espiritual de los países europeos es, por ejemplo, hoy evidente, aunque continúen sobreviviendo por algún tiempo.

¿Cómo pensar entonces el advenimiento de una nueva Edad Media? ¿De qué manera el abstencionismo político que observamos a nuestro alrededor podrá transformarse en un “anonimato popular” capaz de inventar nuevas y anónimas formas de expresión y de vida? ¿Y de qué modo el aislamiento de las burocracias estatales y la expansión de poderes autárquicos podrá preludiar la aparición de fenómenos similares a los grandes monasterios, en los que el éxodo de la sociedad existente dé lugar a nuevas formas de comunidad?

Es seguro que esto solo podrá suceder si un número inicialmente reducido, pero creciente, de individuos sabe leer en las formas políticas que se disuelven el presagio de formas de vida nuevas —o más antiguas.


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