Franco Berardi: "Gaza es el símbolo de una humanidad acabada"



"Gaza es el símbolo de lo que está ocurriendo en la actual época terminal. El símbolo y el anuncio de lo que se prepara. Hablamos de Gaza, porque el acontecimiento de este genocidio, largamente preparado por Israel, reencarnación del Tercer Reich, es la prueba del destino de que la humanidad está acabada." 


Por:Franco Berardi

Me gustaría publicar otras cosas. Me gustaría publicar en Il disertore los textos que salieron hace cincuenta años en A/traverso. Me gustaría publicar un texto sobre la estética de la sordidez en el arte contemporáneo en el que llevo meses trabajando. Pero no puedo. Bertolt Brecht dijo en su poema Malos tiempos para la lírica (1939):

En mí combaten el entusiasmo por el manzano en flor y el horror por los discursos del pintor de brocha gorda. Pero solo esto últimome impulsa a escribir.

El horror que siento por los discursos de Netanyahu y por las cobardes provocaciones de los colonos israelíes es demasiado fuerte como para poder ocuparme de cualquier otra cosa. Hoy no puedo dejar de hablar de Yussuf al-Samary:

Yussuf al-Samary es un chico de 15 años, originario de la ciudad de Gaza, pero que vive con su familia desplazada en el campo de al-Mawassi, en la playa de Khan Younis. Es su último lugar de desplazamiento. Ahora toda la familia vive en una tienda de campaña hecha de listones de madera y plástico transparente. Antes estaban en una escuela de Hay Tuffah. Yussuf intentó comprar un bocadillo la semana pasada, pero costaba demasiado. Hizo cola en una cocina humanitaria, que distribuía arroz con lentejas, pero no llegó a tiempo y cuando le tocó el turno la comida ya se había terminado y las cazuelas estaban vacías. Decidió ir a la última habitación que habían ocupado en Hay Tuffah. Convenció a sus padres para que le dejaran ir a ver si su despensa allí seguía intacta y podía traerse de vuelta el saco de harina y la caja de macarrones, que habían abandonado apresuradamente bajo la presión militar del ejército israelí. Su padre intentó disuadirle: «Mira hijo, Hay Tuffah está al otro lado del corredor del Wadi», esto es, el corredor ocupado por los israelíes, que se halla completamente arrasado, exhibiendo todas sus casas demolidas, y está bajo control del ejército ocupante. Yussuf respondió sin vacilar: «Conozco el riesgo, pero si nos quedamos de brazos cruzados, moriremos de hambre con total seguridad». Yussuf llegó a la habitación que había ocupado su familia en la evacuación anterior y encontró intactas todas las provisiones, que habían dejado guardadas allí. Llenó su mochila y se cargó el saco de harina al hombro. «Estaba contento, porque lo había conseguido y esperaba con impaciencia el pan caliente, que hornearía mi madre en un horno improvisado de piedras y barro», relató en la cama del hospital.

En el viaje de regreso, Yussuf fue blanco de un dron israelí y recibió el impacto de una bomba, que le seccionó las piernas. «Sentí que volaba y luego perdí el conocimiento. No recuerdo nada hasta que me desperté en la cama del hospital con mi padre a mi lado cogiéndome la mano. No me arrepiento de nada. Estoy sin piernas, pero vivo. Es el precio de la ocupación. Los palestinos debemos luchar para vivir, no para sucumbir bajo el talón de los soldados invasores». ¿Por qué Gaza, entonces? No es la primera vez que asistimos al horror del colonialismo, Gaza no es la única área del mundo donde se está produciendo un genocidio. El genocidio se está produciendo en muchas zonas del planeta, por ejemplo, en la frontera entre el Norte y el Sur globales, en la frontera donde el supremacismo blanco lleva a cabo una guerra racial. El genocidio está teniendo lugar en el Mediterráneo, donde miles de personas se ahogan por voluntad de racistas como Piantedosi, Salvini y los gobiernos europeos en su conjunto. El genocidio se verifica en la frontera entre México y Estados Unidos. El genocidio se perpetra allí donde se programa la deportación masiva, el internamiento en el Gulag global actualmente en proceso de construcción, mientras se prepara el exterminio. El genocidio es la agenda, la única agenda, de los gobiernos blancos, tanto trumpistas como demoliberales. El genocidio es la agenda de la senescente y demente raza blanca, convertida en agresiva al olor de su senectud, de su inminente extinción.

Gaza es el símbolo de lo que está ocurriendo en la actual época terminal. El símbolo y el anuncio de lo que se prepara. Hablamos de Gaza, porque el acontecimiento de este genocidio, largamente preparado por Israel, reencarnación del Tercer Reich, es la prueba del destino de que la humanidad está acabada. Organismos conectados al autómata cognitivo, pero privados de conciencia ética y destinados a un futuro de violencia terminal.


Busco la palabra

En el primer poemario de Wisława Szimborska, Canción negra, escrito entre 1944 y 1948, pero publicado póstumamente en 2014, puede leerse este poema titulado Busco la palabra ¿No es esta quizá la mejor manera de definir la poesía misma? Una búsqueda capaz de hacer lo imposible: encontrar, o más bien crear palabras que capten el sentido.

Escrito en 1945, podemos leerlo como si estuviera escrito hoy. Leámoslo:

Busco la palabra

Quiero definirlos con una sola voz:
¿cómo eran?
Tomo palabras corrientes, robo en los diccionarios,
las mido, sopeso y examino:
con ninguna atino.

Las más valientes siguen siendo miedosas,
las más despectivas pecan aún de inocentes.
Las más despiadadas, en exceso indulgentes,
las más encarnizadas, poco irrespetuosas.

Esa palabra debe ser como un volcán,
¡golpear, arrasar, arrancar de sopetón,
como la terrible cólera de Dios,
como el odio en ebullición!

Quiero que esa sola palabra
esté empapada en sangre,
que como los muros de un penal
acoja en sí cualquier fosa común imaginada.

Que describa de forma fiel y clara
quiénes fueron ellos, qué hizo aquella gente.
Porque lo que oigo,
o lo que se escribe,
resulta insuficiente.

Es insuficiente.
Impotente esta lengua,
repentinamente pobres sus sonidos.
Me devano los sesos buscando esa palabra,
pero no lo consigo.
No lo consigo.
(Wisława Szimborska, Poesía completa, Madrid, Visor, 2023, traducción de Abel Murcia, Gerardo Beltrán y Katarzyna Mołoniewicz)

La palabra monstruoso
Szimborska había conocido a los nazis y dice que no encontraba la palabra para designarlos. Hoy nosotros conocemos a los trumpistas, a los sionistas, a los sádicos que en nombre de la superioridad blanca y occidental desatan una crueldad repugnante, y nos falta la palabra para definir la arrogancia del mal que campa a sus anchas. Vemos a Kristi Noem, dominadora que corretea sobre tacones de aguja con pantalones ajustados delante de jaulas en las que están encerrados grupos de machos tatuados. Vemos a los colonos armados de Smotrich, atacando a muchachos en las calles de Cisjordania, asaltando como una piara de cerdos los lugares sagrados de la población palestina. Asistimos al espectáculo, pero nos falta la palabra para definir el despliegue de horror. No basta la palabra «repugnante» para definir el sabor de la humillación de alguien que se halla sometido a ti, que no puede rebelarse, como el pobre Zelenskyy empujado por los estadounidenses a sacrificar al pueblo ucraniano, crucificado después por otros estadounidenses para deleite de los espectadores estadounidenses. Para definir todo el horror que invade el planeta, como si todas las cloacas hubieran reventado de repente, nos falta la palabra, pero no es una cuestión de lenguaje. El diccionario regurgita palabras como feroz, atroz, horrible, despreciable, malvado, humillante, repulsivo, desgarrador, lacerante, insoportable, repugnante, horripilante, espantoso, perverso, cruel, abyecto, abominable. Cada una de ellas se aplica al comportamiento de quienes se han hecho con el poder político y económico, y lo ejercen mediante la amenaza, el chantaje y la violencia. Lo que estas palabras no nos explican es cómo es posible que la mayoría de los pueblos elija con entusiasmo a estos monstruos.

Quizá no comprendemos, porqué seguimos pensando que la mente humana responde a una lógica humana y posee sentimientos humanos: puede que no sea así, que ya no es así. La mente humana ha sido modificada y ya no tiene casi nada de humano, porque lo humano ha sido borrado a la espera de que el autómata tome finalmente el control. La clave del éxito reside en la monstruosidad: la exhibición de la inhumanidad se ha convertido en la nueva frontera del espectáculo. Lo monstruoso es lo que fascina. La palabra «monstruoso» es la clave para comprender. Lo que hay que mostrar es lo monstruoso, lo que deseamos que nos muestren es lo monstruoso, lo que la mente agotada por la electrocución permanente a los estímulos infonerviosos desea recibir para seguir excitándose.

Casi un siglo de publicidad ha infantilizado el lenguaje, sustituyendo todo criterio de valoración lógica, ética y estética por la estupefacción. Casi un siglo de televisión ha desactivado la capacidad reactiva de la mente y ha convertido el cerebro colectivo en una papilla incapaz de distinguir la realidad del flujo que sale de la omnipresente pantalla. Por último, el bombardeo ininterrumpido de los dispositivos de la comunicación móvil ha paralizado la capacidad de la mente para percibir la existencia del otro, reduciendo a cada individuo a un átomo hiperconectado e insensible. Por eso no encontramos la palabra: porque las palabras ya no significan nada, lo monstruoso las ha sustituido. No hay que preocuparse por el peligro de extinción de la humanidad. La humanidad ya se extinguió hace tiempo, los que desfilan por las calles de Jerusalén cantando a la «muerte» son terminales pasivos del espectáculo ininterrumpido de la monstruosidad. Hoy, 26 de mayo, un pueblo de zombis desfila por las calles de la ciudad de la venganza eterna gritando «Jerusalén es nuestra», «Muerte a los árabes», «Esta ciudad es nuestra, Dios nos la dio».

A poca distancia, el genocidio continúa.

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