Byung-Chul Han: "Hoy, nos sentimos libres y entregamos nuestros datos voluntariamente"

Byung-Chul Han analiza la sociedad digital y la pérdida del libre albedrío
"Hoy, nos explotamos a nosotros mismos bajo la ilusión de que nos estamos expresando."


Por José Daniel Figuera

Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano conocido por su crítica al neoliberalismo y la sociedad del rendimiento, despliega en esta entrevista con ZEIT Wissen un análisis penetrante sobre la belleza, el amor, la política y la tecnología. Su pensamiento, como él mismo describe, se basa en percibir conexiones ocultas entre fenómenos aparentemente dispares.

Han vincula la belleza contemporánea con la obsesión por la suavidad, una metáfora de nuestra aversión al conflicto y la vulnerabilidad. "La característica común es fácil de ver: se trata de suavidad. Esta suavidad caracteriza nuestro presente", señala al comparar el iPhone, las esculturas de Jeff Koons y la depilación brasileña. Esta estética de lo pulido refleja un deseo de eliminar cualquier rasguño, tanto en los objetos como en las relaciones humanas.

El filósofo critica la transformación del amor en un acto libre de riesgo: "Enamorarse ya no está permitido, en francés dirías 'tomber amoureux'. Esta caída es demasiado negativa, de hecho, es una lesión que debe evitarse". Las redes sociales, con su culto al "like", promueven una comunicación acelerada y superficial donde el rechazo y el dolor son eliminados. El amor, como la política, se ha vuelto "fluido", evitando el compromiso y la pasión auténtica.

Han describe a la canciller alemana como el epítome de la política contemporánea: "Ella obviamente no tiene convicciones, no tiene visión. Ella mantiene un ojo en la opinión pública, y si cambia, también cambia sus puntos de vista". Esta adaptabilidad sin principios es síntoma de una sociedad que privilegia la simpatía sobre la acción transformadora. La política, en lugar de desafiar el statu quo, se limita a gestionarlo.

El neoliberalismo, para Han, no es solo un sistema económico, sino una lógica que coloniza la subjetividad: "Hoy, nos explotamos a nosotros mismos, me exploté a mí mismo bajo la ilusión de que me estoy expresando". La libertad se convierte en su propia trampa cuando el individuo internaliza la presión por ser productivo, incluso en su tiempo libre.

Han desmonta el mito del consumo como realización personal: "Las niñas compran cientos de vestidos, cada uno de los cuales cuesta unos cinco euros... pero apenas los usan. ¿Sabes lo que hacen con ellos? ¡Los anuncian!". Los "haul videos" en YouTube ejemplifican cómo el consumo se ha desconectado del uso, transformándose en un acto performativo que alimenta un ciclo infinito de deseo insatisfecho.

El filósofo advierte sobre el control algorítmico: "Big Data desafía nuestro libre albedrío". Empresas como Acxiom clasifican a las personas en categorías como "Estrellas fugaces" o "Residuos", creando una jerarquía digital donde los excluidos son invisibilizados y avergonzados. Esta vigilancia no es coercitiva, sino seductora: "Hoy, nos sentimos libres y entregamos nuestros datos voluntariamente".

Han retoma la idea de Bauman del "ban-opticon": "El panóptico clásico se usa para la disciplina, pero el ban-opticon garantiza la seguridad y la eficiencia del sistema". Los marginados no protestan porque internalizan su fracaso como culpa personal. La política, en este marco, ya no ofrece alternativas, sino que reproduce la lógica del mercado.

El ruido de la comunicación digital ha vaciado el lenguaje de profundidad: "Hoy no hay lenguaje, hay falta de voz y desamparo". Han contrasta el conocimiento, arraigado en la experiencia y la reflexión, con la información efímera que domina la era digital. La academia, al renunciar a su rol crítico, se convierte en cómplice de este sistema.

Aunque Han evita ofrecer soluciones fáciles, su crítica es un llamado a despertar: "Pensar es la actividad más peligrosa, tal vez más peligrosa que las bombas atómicas. Puede cambiar el mundo". La resistencia, sugiere, comienza al cuestionar las ilusiones que nos mantienen atrapados en la lógica neoliberal.

En un mundo que privilegia la suavidad, Han reivindica lo áspero, lo conflictivo y lo vulnerable. Su pensamiento, como la música de Bach que tanto admira, es un recordatorio de que la belleza auténtica puede residir en aquello que nos lastima pero también nos transforma.



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