Los peligros del transhumanismo en la era digital según Byung Chul Han

Byung-Chul Han reflexiona sobre el posthumanismo y transhumanismo
"En la sociedad del rendimiento, la aparente liberación tecnológica se convierte en una nueva forma de autoexplotación. El sujeto transhumanista es, en realidad, el último desarrollo del sujeto neoliberal"

Por: José Daniel Figuera

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han se ha convertido en uno de los críticos más incisivos de la cultura digital contemporánea y sus derivaciones filosóficas como el posthumanismo y el transhumanismo. A diferencia de los entusiastas tecnológicos, Han observa con escepticismo las promesas de trascendencia y mejoramiento humano que ofrecen estas corrientes. Para el filósofo, estas narrativas no representan una verdadera liberación del ser humano, sino una extensión de la lógica neoliberal que transforma incluso nuestros cuerpos y mentes en nuevos campos de optimización y explotación.

La paradoja de la libertad transhumanista

En obras como "La sociedad del cansancio" y "Psicopolítica", Han desvela cómo el transhumanismo, con su anhelo de superar las limitaciones biológicas, reproduce inadvertidamente las mismas estructuras de autoexplotación que caracterizan al capitalismo tardío. "El transhumanismo promete liberarnos de las restricciones biológicas, pero nos encadena a nuevas formas de disciplina y optimización", podría argumentar Han. El sujeto transhumanista, lejos de emanciparse, se convierte en un proyecto perpetuamente inacabado, obligado a mejorarse constantemente en un proceso sin fin que refleja la lógica del rendimiento neoliberal.

Para Han, la narrativa transhumanista ignora deliberadamente lo que él considera la verdadera esencia de lo humano: la vulnerabilidad, la finitud y la negatividad. Al intentar erradicar estas características, el transhumanismo elimina precisamente aquello que nos hace humanos. "La negatividad, lo que nos hace diferentes, lo que nos permite decir 'no', es lo que el transhumanismo busca eliminar en favor de una positividad absoluta y transparente". Esta positividad forzada, según Han, no conduce a la libertad sino a nuevas formas de control más sutiles y perniciosas.

La digitalización del ser y la pérdida de la alteridad

El posthumanismo, en su vertiente más radical, fantasea con una existencia descorporeizada, transferida a sistemas digitales o híbridos. Han advierte que esta visión constituye el punto culminante de lo que él denomina "la sociedad de la transparencia". "La digitalización del ser elimina la opacidad necesaria para la existencia de la alteridad y el misterio". Para el filósofo, este proceso no representa una evolución, sino una reducción del ser humano a información manipulable, cuantificable y, por tanto, controlable.

En su crítica, Han señala que tanto el posthumanismo como el transhumanismo comparten una visión problemática de la temporalidad humana. Ambas corrientes aspiran a superar la finitud temporal del ser humano, ya sea mediante la extensión radical de la vida o la transferencia a sistemas digitales. "La muerte y la finitud no son meramente restricciones biológicas a superar, sino dimensiones constitutivas de una vida significativa". Al intentar eliminar estos aspectos, las promesas transhumanistas nos alejan paradójicamente de una existencia auténticamente humana.

La tecnología como nueva teología

Uno de los aspectos más provocadores del análisis de Han es su caracterización del transhumanismo como una teología secular. Para el filósofo, los discursos transhumanistas han adoptado estructuras narrativas propias de las religiones tradicionales, prometiendo una forma de salvación tecnológica. "El transhumanismo no ha eliminado la estructura religiosa del pensamiento, simplemente ha sustituido a Dios por la tecnología". Esta nueva teología tecnológica, sin embargo, carece del elemento trascendente que caracterizaba a las religiones tradicionales, quedando atrapada en una inmanencia absoluta.

Han observa que el sujeto posthumano, lejos de representar una ruptura con el humanismo tradicional, constituye su culminación lógica. La voluntad de poder sobre la naturaleza, incluida la propia naturaleza humana, no es más que la extensión del proyecto moderno llevado a sus últimas consecuencias. "El posthumanismo no es post-humano en absoluto; es hiperhumano, la exacerbación de las tendencias dominadoras del humanismo tradicional". En este sentido, la crítica de Han apunta a una continuidad fundamental entre el proyecto humanista y sus supuestas superaciones contemporáneas.

Para el filósofo surcoreano, una alternativa genuina al posthumanismo tecnológico requeriría recuperar dimensiones de la experiencia humana que han sido marginadas por la racionalidad instrumental: el silencio, la contemplación, el juego no productivo, la experiencia estética desinteresada. "Frente al imperativo transhumanista de la optimización perpetua, debemos recuperar el derecho a la no-optimización, a la imperfección, incluso al cansancio". Esta sería, según Han, una forma de resistencia a la presión optimizadora del capitalismo contemporáneo.

El pensamiento de Byung-Chul Han nos invita a cuestionar los presupuestos más básicos del discurso transhumanista, revelando sus continuidades con lógicas de dominación que pretende superar. Su filosofía nos recuerda que, quizás, lo verdaderamente revolucionario no sea trascender lo humano mediante la tecnología, sino redescubrir dimensiones de la humanidad que hemos olvidado en nuestra carrera hacia el rendimiento y la optimización. ¿Es posible imaginar un futuro tecnológico que no esté al servicio de la autoexplotación? Esta es, quizás, la pregunta fundamental que Han nos deja.


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