
"El hombre es el único ser que no sólo es tal como se concibe, sino tal como se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace." - Jean-Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo
Por: José Daniel Figuera
El existencialismo, una corriente filosófica que cobró prominencia en el siglo XX, se adentra en la esencia misma de la existencia humana, la libertad radical y la responsabilidad individual. En un universo aparentemente indiferente, donde no existen propósitos predefinidos, el existencialismo nos confronta con la tarea fundamental de crear nuestro propio significado. Esta perspectiva, lejos de ser sombría, puede ser un llamado empoderador a la autenticidad y a la construcción de un sentido vital en un mundo contingente.
La Angustia de la Libertad y la Creación de Significado
Uno de los pilares del existencialismo es la noción de que "la existencia precede a la esencia". Esto significa que nacemos sin una naturaleza o propósito inherente. Somos, en primer lugar, seres que existen, y a través de nuestras elecciones y acciones, definimos nuestra propia esencia. Esta libertad, sin embargo, viene acompañada de una profunda angustia, el reconocimiento de la inmensa responsabilidad que tenemos sobre nuestras vidas y la ausencia de un guion preestablecido.
Filósofos existencialistas como Jean-Paul Sartre y Albert Camus exploraron esta paradoja de la libertad. Sartre, en su obra "El ser y la nada", argumentó que estamos "condenados a ser libres", arrojados a un mundo sin significado intrínseco, obligados a elegir y, por lo tanto, a crear valor. Camus, por su parte, en "El mito de Sísifo", abordó el absurdo de la existencia, la confrontación entre nuestra búsqueda de significado y el silencio indiferente del universo. Sin embargo, en lugar de sucumbir a la desesperación, Camus propuso una "revuelta" a través de la conciencia y la afirmación de la vida en su plenitud.
Encontrando Sentido en un Mundo Absurdo
El existencialismo no ofrece respuestas fáciles sobre el sentido de la vida, sino que más bien nos desafía a construirlo activamente. Este sentido no se encuentra en verdades trascendentales o dogmas religiosos, sino en nuestros compromisos, nuestras relaciones, nuestras pasiones y la forma en que elegimos vivir nuestras vidas. La autenticidad se convierte en un valor central: vivir de acuerdo con nuestras propias elecciones y valores, en lugar de sucumbir a las presiones sociales o a las expectativas externas.
Viktor Frankl, un psiquiatra y sobreviviente del Holocausto, desarrolló la logoterapia, una escuela de psicoterapia existencial que enfatiza la búsqueda de significado incluso en las circunstancias más extremas. Su experiencia en los campos de concentración lo llevó a la conclusión de que la voluntad de encontrar un sentido es la fuerza motivadora primaria del ser humano. Este sentido puede encontrarse en el trabajo, en el amor o incluso en el sufrimiento.
La filosofía existencial también nos invita a confrontar la finitud de nuestra existencia. La conciencia de la muerte, lejos de ser paralizante, puede ser un poderoso catalizador para vivir una vida más auténtica y significativa. Al reconocer la naturaleza efímera de nuestro tiempo, nos sentimos impulsados a aprovechar cada momento y a invertir nuestra energía en aquello que realmente valoramos.
En un mundo cada vez más complejo e incierto, las ideas del existencialismo siguen siendo profundamente relevantes. Nos recuerdan que, a pesar de la falta de respuestas prefabricadas, tenemos la capacidad inherente de dar forma a nuestras vidas y de encontrar un sentido que resuene con nuestros valores y experiencias individuales. La búsqueda del sentido no es un destino final, sino un viaje continuo de autodescubrimiento y creación.
Fuente de la investigación
Jean-Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo (1946)
Albert Camus, El mito de Sísifo (1942)
Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido (1946)