"El amor no es un objeto de consumo ni una inversión rentable; es un arte que requiere esfuerzo, compromiso y autenticidad."
Erich Fromm y el amor en la era del mercado
Por: José Daniel Figuera
Erich Fromm, filósofo y psicoanalista alemán, dedicó gran parte de su obra a analizar la relación entre el amor y la estructura económica de la sociedad. En El arte de amar (1956), critica la forma en que el capitalismo ha distorsionado los vínculos humanos, transformando el amor en un objeto de consumo. En lugar de una experiencia profunda y auténtica, el amor moderno ha adoptado la lógica del mercado: las personas se presentan como productos, buscan maximizar su atractivo y consideran las relaciones como inversiones que deben generar beneficios.
Desde esta perspectiva, el amor deja de ser una entrega genuina y se convierte en una transacción. El valor de una pareja se mide en términos de cualidades comercializables: belleza, éxito, estatus, carisma. Al igual que en el mercado laboral, la competencia es feroz y la obsolescencia acecha constantemente. Si alguien deja de ser "rentable" o pierde atractivo, el vínculo es desechado y sustituido por una opción más conveniente.
Fromm argumenta que este enfoque genera una profunda insatisfacción. La búsqueda de una pareja ideal se vuelve un proceso ansioso y calculado, donde el miedo a "invertir mal" reemplaza la espontaneidad y la conexión auténtica. En este contexto, la felicidad amorosa se mide en términos de éxito social: ¿La pareja es suficientemente atractiva? ¿Mejorará mi estatus? ¿Cumple con los estándares de la época? Así, el amor se vacía de significado y se convierte en una posesión más dentro del catálogo de bienes de consumo.
Para Fromm, la diferencia entre el amor auténtico y el amor mercantilizado radica en la oposición entre el "ser" y el "tener". En la sociedad capitalista, el amor se confunde con la posesión: "tener" a alguien se vuelve el objetivo, en lugar de compartir una experiencia de crecimiento mutuo. Esta mentalidad posesiva genera relaciones frágiles, basadas en el miedo a perder lo adquirido en lugar de la confianza en el vínculo.
Otro efecto del mercado en el amor es la obsesión por la novedad. Al igual que en la publicidad, donde siempre aparece un producto más innovador, las relaciones están sujetas a la lógica de la obsolescencia programada. Las parejas buscan renovar constantemente la emoción inicial, como si el amor fuera un entretenimiento que debe mantenerse estimulante para evitar el aburrimiento. Fromm advierte que esta expectativa irreal conduce a la frustración y la insatisfacción crónica.
Para contrarrestar esta lógica, Fromm propone una visión del amor como un arte. Amar no es un acto pasivo ni un producto que se compra, sino una habilidad que se cultiva con dedicación. El amor genuino implica esfuerzo, paciencia y compromiso, valores que contrastan con la mentalidad de consumo inmediato. Solo cuando se abandona la idea del amor como una mercancía y se asume como una práctica consciente, puede florecer una relación verdadera.
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El análisis de Fromm sigue siendo relevante en la era de las aplicaciones de citas y las redes sociales. La hiperconectividad ha llevado al extremo la lógica del mercado en las relaciones, promoviendo un catálogo infinito de opciones donde las conexiones humanas se han vuelto más efímeras que nunca. La búsqueda del amor se ha convertido en un algoritmo, y la autenticidad ha sido reemplazada por la optimización del perfil.
Para Fromm, la única salida es recuperar la dimensión humana del amor. Mientras el afecto sea tratado como un objeto de consumo, las relaciones seguirán atrapadas en la lógica del mercado: transitorias, calculadas y carentes de profundidad. La verdadera revolución, sostiene Fromm, es aprender a amar sin la obsesión de poseer, sin la ansiedad de la rentabilidad y sin la ilusión de que el amor puede comprarse como un bien más en la sociedad de consumo..