El hombre individuo y el hombre masa | por Antonio Gramsci







"El conformismo ha existido siempre: lo que pasa es que hoy se trata de una lucha entre «dos conformismos», de una lucha por la hegemonía, de una crisis de la sociedad civil."  
 



Artículo del político, sociólogo y periodista italiano, Antonio Gramsci, publicado en Textos de los Cuadernos de 1929, 1930 y 1931.       



 
  
Por: Antonio Gramsci

El proverbio latino Senatores boni viri senatus mala bestia se ha convertido en un lugar común. ¿Qué significa ese proverbio, y qué significación ha ido tomando? Que una muchedumbre de personas dominadas por los intereses inmediatos o víctimas de la pasión producida por las impresiones del momento acríticamente transmitidas de boca en boca se unifica en torno a la decisión colectiva peor, la que corresponde a los más bajos instintos bestiales. 

  


La observación es acertada y realista cuando se refiere a las muchedumbres casuales, reunidas como «un gentío bajo techado durante un aguacero», compuestas por hombres no atados por vínculos de responsabilidad para con otros hombres o grupos de hombres, o respecto de una realidad económica concreta cuya disgregación redundara en un desastre para los individuos. Por eso puede decirse que en muchedumbres así no solo no se supera el individualismo, sino que este se exaspera por la certidumbre de la impunidad y de la irresponsabilidad. 

Pero también es observación común que una asamblea «bien ordenada» de individuos agitados e indisciplinados se unifica en torno a decisiones colectivas superiores a la media individual; la cantidad se hace en estos casos cualidad. Si así no fuera, no sería posible el ejército, por ejemplo; ni serían posibles los sacrificios inauditos que saben realizar grupos humanos bien disciplinados en ocasiones determinadas, cuando su sentido de responsabilidad social se despierta lúcidamente por la percepción inmediata del peligro común, y el porvenir se presenta como más importante que el presente. 

Puede aducirse el ejemplo de un mitin en la plaza, distinto del que se celebra en una sala cerrada, y del mitin sindical de categoría profesional, etc. Una sesión de oficiales de Estado Mayor será muy distinta de una asamblea de soldados de una unidad, etcétera. 

Tendencia al conformismo en el mundo contemporáneo, más amplia y más profunda que en el pasado: la estandardización del modo de pensar y de obrar toma extensión nacional o hasta continental. 

La base económica del hombre-colectivo: grandes fábricas, taylorización, racionalización, etc. Pero en el pasado, ¿existía o no existía el hombre-colectivo? Existía en la forma de la dirección carismática, por usar la expresión de Michels. Es decir, se obtenía una voluntad colectiva bajo el impulso y la sugestión inmediata de un «héroe», de un hombre representativo; pero esa voluntad colectiva se debía a factores extrínsecos y se componía y se descomponía constantemente. El hombre colectivo actual se forma, por el contrario, de un modo que procede esencialmente de abajo a arriba, en base a la posición que ocupa la colectividad en el mundo de la producción: el hombre representativo sigue teniendo hoy una función en la formación del hombre-colectivo, pero una función inferior en mucho a la del pasado, hasta el punto de que puede desaparecer sin que el cemento colectivo se deshaga y sin que se hunda la construcción. 

Se dice que «los científicos occidentales sostienen que la psique de las masas no es más que el resurgir de los antiguos instintos de la horda primordial y, por tanto, un retroceso a estadios culturales superados hace mucho tiempo»; esto tiene que relacionarse con la llamada «psicología de las masas», es decir, de las muchedumbres casuales, y la afirmación es pseudocientífica y está vinculada con la sociología positivista. 

Sobre el «conformismo» social hay que observar, además, que la cuestión no es nueva, y que la alarma lanzada por ciertos intelectuales es pura y simplemente grotesca. El conformismo ha existido siempre: lo que pasa es que hoy se trata de una lucha entre «dos conformismos», de una lucha por la hegemonía, de una crisis de la sociedad civil. Los viejos dirigentes intelectuales y morales de la sociedad sienten que pierden terreno bajo los pies, se dan cuenta de que sus «sermones» se están reduciendo precisamente a «sermones», a cosas ajenas a la realidad, a pura forma sin contenido, a larva sin espíritu; a eso se deben su desesperación y sus tendencias reaccionarias y conservadoras; como la forma particular de civilización, de cultura, de moralidad que ellos han representado está descomponiéndose, ellos proclaman la muerte de toda civilización, de toda cultura, de toda moralidad, y piden al Estado que tome medidas represivas, y se constituyen en grupo de resistencia apartado del proceso histórico real, aumentando así la duración de la crisis porque el ocaso de un modo de vivir y de pensar no puede realizarse sin crisis. Los representantes del nuevo orden en gestación, por su parte, difunden utopías y planes extravagantes por puro odio «racionalista» a lo viejo. ¿Cuál es el punto de referencia para el nuevo mundo en gestación? Es el mundo de la producción, el trabajo. El máximo utilitarismo tiene que ponerse en la base de todo análisis de los institutos morales e intelectuales que hay que crear, y de los principios que hay que difundir: la vida colectiva e individual tiene que organizarse para el rendimiento máximo del aparato productivo. El desarrollo de las fuerzas económicas sobre las bases nuevas y la instauración progresiva de la nueva estructura sanearán las contradicciones que inevitablemente presentarán y, tras haber creado un nuevo «conformismo» desde abajo, permitirán nuevas posibilidades de autodisciplina, es decir, de libertad también individual.
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