El entretenimiento según Kant | por Byung Chul Han







"Para Kant no son verdaderas las famosas palabras de Schiller: «El hombre solo es íntegramente hombre cuando juega». Si el hombre que se entrega a juegos y entretenimientos es «íntegramente hombre» eso se debe para Kant como mucho a que también es un animal."Byung Chul Han   
 



Texto del filósofo surcoreano Byung Chul Han, publicado por primera vez en alemán en el libro "Gute Unterhaltung".       



 
  
Por: Byung Chul Han

En la Crítica del juicio, Kant se remite a Voltaire, quien al parecer dijo: «el cielo nos había dado dos cosas como contrapeso a las muchas penas de la vida: la esperanza y el sueño». A estas dos cosas Kant quiso agregar una tercera: la risa. También podría haber dicho el buen entretenimiento, pues justamente en el apartado que versa sobre el juego y el entretenimiento Kant reflexiona sobre la risa y su efecto positivo.
  


Entre las formas de entretenimiento Kant incluye el «juego de azar», «tocar música» y «los juegos de asociación mental», pero resulta problemático que los atribuya al ámbito de las «meras sensaciones». El disfrute que proporcionan es «una sensación animal, es decir, corporal» . Así pues, el entretenimiento no tiene ningún acceso al conocimiento. Divierte sin ampliar el conocimiento. 

El entretenimiento se produce dentro del juicio de gusto, de modo que su objeto no es ni bello ni feo. Es meramente «agradable». Agrada inmediatamente a los sentidos, mientras que el sentimiento de lo bello presupone una mediación de la reflexión, es decir, un «juicio reflexionante».Lo bello no es objeto de la sensación sensible. Más bien tiene que ver con el conocimiento y el juicio. No engendra ningún conocimiento positivo. Pero en vista de lo bello, el sujeto siente una «armonía» de sus facultades cognoscitivas. La conjunción armónica de la imaginación y el entendimiento, de la multiplicidad y la unidad, de sensibilidad y concepto, que es constitutiva del proceso cognoscitivo, constituye también lo bello. En último término, el agrado que suscita lo bello es una complacencia del sujeto por sí mismo, por su «idoneidad» para el fin de conocer, es decir, por su facultad cognoscitiva. El «arte agradable» es, diciéndolo con términos modernos, un arte popular. Divierte y entretiene agradando inmediatamente a los sentidos. Por eso es un mero objeto de disfrute: 

“Artes agradables son las que solo tienen por fin el goce: entre ellas se comprenden todos los encantos que pueden regocijar la sociedad en torno a una mesa.”

El arte agradable solo sirve para un «entretenimiento momentáneo». No da nada que pensar. 

Kant diferencia el arte agradable del arte bello. Este último sería un arte culto. Aunque el arte bello se decanta hacia el conocimiento, en cuanto que «arte estético» tiene «como intención inmediata el sentimiento de placer», a diferencia del «arte mecánico», que solo busca reproducir positivamente el conocimiento. Pero el placer que proporciona el arte bello no es un «placer del disfrute», sino de la «reflexión» o del agrado, al que antecede un juicio distanciado sobre el objeto. Por el contrario, el «arte agradable» es dominado por el disfrute. Carece de paz y distancia contemplativas, con las que sería posible un juicio: 

“y a lo que es agradable en modo vivísimo está tan lejos de pertenecer un juicio sobre la cualidad del objeto, que aquellos que buscan como fin solo el goce (pues esta es la palabra con la que se expresa lo interior del deleite) se dispensan gustosos de todo juicio”

Kant también niega toda dimensión cognoscitiva al disfrute que corre parejo con la risa. Según Kant, el entendimiento no puede hallar complacencia en lo «absurdo» que tiene que haber «en todo lo que deba excitar una risa viva y agitada». La «súbita transformación de una ansiosa espera en nada», que provoca la risa, no satisface al entendimiento. Unas «expectativas decepcionadas» no deparan disfrute. Por eso Kant supone que la causa del disfrute está en lo corporal, lo cual resulta problemático. Aunque el chiste es un «juego de pensamientos», el disfrute que conlleva no lo causan los pensamientos, sino que tiene una causa puramente corporal. La explicación de Kant recuerda aquella extraña glándula pineal de Descartes que ponía en conexión el cuerpo con el alma. Kant parte del supuesto de que «con todos nuestros pensamientos, al mismo tiempo, va unido armónicamente a algún movimiento en los órganos del cuerpo». De este modo, los saltos mentales imprevistos o las inesperadas desviaciones de lo habitual, que son lo que constituye el chiste, ponen los órganos corporales en «vibración», «que favorece el restablecimiento de su equilibrio y ejerce un efecto benéfico sobre la salud». El disfrute no viene del «enjuiciamiento de la armonía en las notas o en las ocurrencias chistosas», sino de la conjunción armónica entre los órganos corporales. Lo que constituye el disfrute no es el «juego de las representaciones» en cuanto tal, sino el «juego de las sensaciones», la «emoción que mueve las entrañas y el diafragma». El bienestar corporal lo provoca la:

“sucesiva tensión y distensión de las partes elásticas de nuestras vísceras […] que se comunica al diafragma, y en la cual los pulmones expelen el aire en rápidos y sucesivos golpes, produciendo para la salud un movimiento provechoso”

Por tanto, el placer que proporciona una conversación no es de naturaleza intelectual, sino de naturaleza animal, e incluso corporal y muscular. Kant señala:

“que la sensación de salud, mediante un movimiento de las entrañas correspondiente a aquel juego, constituye el deleite que un grupo animado aprecia como refinado e ingenioso”

El entretenimiento es sano por cuanto que «sacude el cuerpo sanamente». La alternancia de emociones negativas y positivas causa un «movimiento interior» por el que «todo el negocio de la vida parece ser favorecido en el cuerpo». Así, un buen entretenimiento es tan sano como el masaje corporal oriental: 

“La agradable laxitud, que es consecuencia de semejante excitación mediante el juego de las emociones, es un goce del bienestar, nacido del equilibrio, restablecido en nosotros, de las diversas fuerzas de la vida, el cual, al cabo, viene a parar a lo mismo que aquel otro que los voluptuosos del Oriente encuentran tan deleitoso, al hacerse, por así decirlo, amasar el cuerpo y oprimir y plegar músculos y articulaciones”

Kant niega al entretenimiento todo potencial cognoscitivo. Es un suceso sensible y emocional que no tiene ningún acceso al sentido. De este modo Kant no se da cuenta de que el entretenimiento, más allá del cuidado de la salud corporal, es sano en un sentido totalmente distinto. El entretenimiento estabiliza la relación social existente. Con imágenes e historias establece lo que es y lo que tiene que ser. De este modo favorece la asimilación de las normas. Este logro lo aporta justamente gracias a su estructura semántica y cognoscitiva. La eficacia del entretenimiento consiste en que penetra en el sustrato cognoscitivo, aunque aduce que lo único que pretende es entretener y divertir. 

También la risa es más que una conjunción armónica de las entrañas y el diafragma que suscita una sensación corporal de salud. La risa, que es causada por una desviación de lo habitual, restituye y afianza precisamente lo habitual. Reírse de la desviación significa al fin y al cabo que las normas se confirman. Y reírse de lo distinto siempre significa una confirmación de lo propio, de lo conocido y de lo que nos resulta familiar. Por eso el entretenimiento que divierte se produce también en un nivel cognoscitivo, es decir, en un nivel del sentido. En la risa placentera no solo intervienen el diafragma y las entrañas, sino también una interpretación, un juicio. Justamente el ejemplo kantiano del chiste muestra que, contra lo que él mismo supone, la risa representa un acontecimiento que encierra un sentido. Reírse de lo ajeno siempre implica un sentimiento de superioridad de lo propio.

En vista de lo bello, el ánimo se encuentra en una «contemplación reposada». Justamente este reposo contemplativo hace que lo bello sea inadecuado para el entretenimiento, pues el entretenimiento se basa en un «movimiento». Las emociones agitan enérgicamente el ánimo. Aunque también en vista de lo sublime el ánimo es puesto en un «movimiento suscitado», sin embargo lo sublime resulta tan poco entretenido como lo bello, pues el sentimiento de lo sublime no es una «sensación animal, es decir, corporal». Linda con lo suprasensible. 

Kant llama «sublime» a lo inasequible a su exposición sensible. Así pues, lo sublime es para la imaginación un «abismo donde teme perderse a sí misma». Lo sublime no fluye hasta condensarse en una imagen. Esta negatividad genera un sentimiento de temor y aversión. Pero también repercute positivamente sobre la imaginación, que se ve estimulada a abandonar lo sensible y pasarse a lo suprasensible. Este tránsito a lo suprasensible corre parejo con un sentimiento de placer, que es un sentimiento de «superioridad de la determinación racional de nuestras facultades cognoscitivas sobre la máxima facultad de la sensibilidad». En vista de lo sublime, el sujeto se siente elevado por encima de lo sensible. El sentimiento de lo sublime es por tanto un sentimiento que el sujeto tiene de sí mismo, un sentimiento de elevación por encima de lo sensible que el sujeto proyecta equivocadamente sobre el objeto. 

El sentimiento de lo sublime es un sentimiento contradictorio de aversión y placer que surge del «movimiento rápidamente alternante de repulsión y atracción» por un mismo objeto. Pero esta tensión, este movimiento que proviene de lo sublime, no contribuye al entretenimiento, pues el sentimiento de lo sublime siempre está integrado en lo suprasensible, en sus ideas. Implica un estado de ánimo referido a lo suprasensible o en sintonía con ello, mientras que el placer que proporciona un entretenimiento se queda en un fenómeno de lo sensible y emocional, en una sensación animal y corporal. Aunque los enérgicos movimientos anímicos que son suscitados por una rápida alternancia de emociones negativas y positivas proporcionan placer agitando agradablemente y vivificando el ánimo, sin embargo, mientras el ánimo no se eleve a lo suprasensible no serán capaces de suscitar el sentimiento de lo sublime: 

“Pero los movimientos tempestuosos del espíritu […], por muy grande que sea la tensión en que ponen a la imaginación, tampoco pueden aspirar al honor de una exposición sublime si no dejan tras de sí una disposición de espíritu que, aunque solo indirectamente, tenga influjo en la conciencia del propio vigor y de la decisión para lo que conlleva una finalidad puramente intelectual (para lo suprasensible), pues de lo contrario todos esos sentimientos pertenecerán al movimiento, el cual se estima a causa de la salud”

El movimiento de las emociones solo se busca por el sano entretenimiento que proporcionan. Por así decirlo, el ánimo es sacudido saludablemente. Pero este movimiento, mientras se queda en lo sensible y emocional, es un placentero cosquilleo nervioso. No suscita un sentimiento de lo sublime. En cuanto que cosquilleo nervioso, e incluso en cuanto que «subidón», no «ensancha» el alma. Carece de toda trascendencia, de toda referencia a lo suprasensible, de toda Pasión. Es un disfrute animal, e incluso bestial. 

Para Kant no son verdaderas las famosas palabras de Schiller: «El hombre solo es íntegramente hombre cuando juega». Si el hombre que se entrega a juegos y entretenimientos es «íntegramente hombre» eso se debe para Kant como mucho a que también es un animal. El placer que proporciona el juego y el entretenimiento es justamente una sensación animal referida a las entrañas, el diafragma y los pulmones. El entretenimiento también se parece al masaje corporal porque con él ni se «aprende» ni se «piensa» nada. La rápida alternancia de emociones negativas (por ejemplo, el temor) y positivas (por ejemplo, la esperanza) solo vivifican el «negocio de la vida» en el cuerpo. Si el masaje corporal oriental no es un entretenimiento, solo se debe a que el principio motor es «totalmente externo a nosotros». Por el contrario, el entretenimiento se basa en un movimiento interior de las emociones. Pero en lo relativo al efecto, que es la sensación de salud, el entretenimiento y el masaje corporal básicamente no son distintos. El «bienestar» que suscita un medio de entretenimiento es un wellness. Con él no se «piensa» ni se «aprende» nada. Solo sucede que el cuerpo es «saludablemente agitado». 

Es interesante que justamente en el capítulo dedicado al juego y el entretenimiento Kant hable reiteradamente de la salud. El entretenimiento es saludable. De este modo, la risa crea un «equilibrio […] de las diversas fuerzas vitales en el cuerpo». Se fomenta el «bienestar corporal». En una traducción inglesa de 1892 esto se vierte como bodily well-being. En nuestros días lo podríamos traducir sin más como wellness. Así pues, el entretenimiento proporciona un feeling of health, well-being y wellness. 

Sin duda la atención que Kant presta a la salud se debe a la Ilustración. No obstante, la salud no representa para él un valor absolutamente positivo. No es el último telos, sino que Kant la somete a una teleología de la razón: 

“Esta [la salud] es inmediatamente agradable para todo el que la posee (por lo menos negativamente, es decir, como ausencia de todo dolor corporal). Pero para decir que ella es buena, hay que referirla además, mediante la razón, a fines, a saber: que ella es un estado que nos hace estar dispuestos para todos nuestros asuntos”

Aunque el entretenimiento fomenta «todo el negocio de la vida en el cuerpo», este negocio vital en cuanto tal carece en cierta manera de una idea del negocio. Solo sirve para la pura supervivencia. Lo único que vincula la salud con un objetivo, capacitándola así para un «negocio», es la razón. Por eso Kant cuestiona el supuesto de que «tenga valor por sí misma la existencia de un hombre que solo vive para disfrutar (por muy activo que pueda ser en este sentido)». «Solo da» un «valor absoluto» al hombre «lo que él hace sin reparar en el disfrute». Lo que define la existencia humana es el hacer como Pasión. El bodily well-being no es más que una sensación animal. El disfrute no eleva al hombre por encima del animal. 

Pero Kant no renuncia realmente a la dicha ni al disfrute. Su anhelo, es más, el anhelo de la razón, se refiere a una dicha absoluta, a un disfrute absoluto. Kant empeña la dicha a cambio del «bien supremo», el cual sin embargo incluye en sí un superlativo de la dicha, que es la «bienaventuranza». Kant especula con la dicha. 

En el fondo de su alma Kant posiblemente fuera un homo delectionis. Por eso se pone la camisa de fuerza de la razón, para controlar su avidez de disfrute o su desbordante imaginación. Pero las coerciones a las que Kant se somete provocan dolor. La asimilación del dolor lo convierte en un homo doloris. Pero al mismo tiempo dicha asimilación convierte el dolor en una fuente de gozo. Así es como el dolor se convierte en una Pasión. El dolor incluso intensifica el gozo. En su Antropología el dolor se eleva a principio vital. El hombre solo siente la vida precisamente gracias al dolor: 

“El sentirse vivir, el deleitarse, no es, pues, otra cosa que sentirse continuamente impulsado a salir del estado presente (que, por ende, ha de ser un dolor otras tantas veces retornante)”

La «satisfacción (acquiescentia)» es inalcanzable para el hombre. «La naturaleza ha puesto el dolor en el hombre como un aguijón de la actividad al que no puede escapar». El dolor impide la inercia mortal: 

“Estar en la vida absolutamente satisfecho sería un inerte reposo y quietud de los resortes o embotamiento de las sensaciones y de la actividad enlazada con unos y otras. Pero un estado semejante no puede coexistir con la vida intelectual del hombre más que puede existir la paralización del corazón en un cuerpo animal, a la que, si no sigue un nuevo estímulo (por medio del dolor), sucede ineludiblemente la muerte”

Por eso el trabajo es para el hombre el «mejor modo de disfrutar su vida», porque es una «ocupación molesta (en sí desagradable y solo satisfactoria por su resultado)». El dolor incentiva al hombre a «proseguir siempre para mejor». El camino hacia lo mejor es por tanto una via doloris. Y el dolor es sano. Retarda la muerte. 

La Ilustración está comprometida con la salud. La religión es sana. También la moral es sana. Por eso también Kant habla de la «gimnasia ética». La virtud contribuye al wellness. El «poder de la razón» libera el ánimo de «sensaciones enfermizas» y de inclinaciones y emociones que ponen enfermo. En El conflicto de las facultades Kant declara la «filosofía moral práctica» una «panacea universal» que, «aunque no a todos les sirve para todo, sin embargo no puede carecer de ninguna receta». Kant le atribuye la propiedad de «prevenir las enfermedades» y «prolongar la vida humana». Además de ser «mera dieta» o una «gimnástica» de la razón práctica, la filosofía tiene que actuar «terapéuticamente» como «medicamento (materia medica)». En virtud del «efecto físico inmediato de la filosofía, que la naturaleza pretende por vía de ella (la salud corporal)», «controla» también un «fuerte ataque de gota» De modo que la razón sana. En lo referente a la salud la razón no es adversaria del entretenimiento. Ambas son saludables. La salud representa un punto de convergencia en el que, después de todo, razón y entretenimiento se tocan.  
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