"...el Capitalismo es el Estado burgués, que se concreta en las leyes, en la administración burocrática, en los poderes ejecutivos. Y éstos, a su vez, se concretan en individuos que viven, se visten, pueden ser sinvergüenzas o caballeros." Antonio Gramsci
Artículo del filósofo Antonio Gramsci, que forma parte en el libro "Odio a los indiferentes".
Por: Antonio Gramsci
Nuestro punto de vista en el escándalo de los residuos, de acuerdo con La Giustizia de C. Prampolini, sería el siguiente: el capitalismo explota y especula —debe especular y explotar, padece su ruina— siempre, tanto en tiempos de guerra como de paz.
El capitalismo busca mercados para sus productos y beneficios para sus accionistas, cómo y dónde puede. Es su naturaleza, su misión, su destino. Los italianos venden a los alemanes, los austríacos les habrán vendido a los franceses, los británicos les habrán vendido a los turcos. El capitalismo es internacional e Italia no es peor que los otros Estados.
Éste sería nuestro punto de vista, tan nuestro que coincide perfectamente con el de la «Idea Nacional». Y se entiende que sea el punto de vista de la «Idea Nacional»: por eso las responsabilidades aparecen tan vagas y diluidas, de hecho, que en realidad ya nadie sería responsable; los detenidos deberían ser inmediatamente liberados, y debería ser detenido el señor Capitalismo, vagabundo sin vivienda fija, que se encuentra un poco en todos los países del mundo a la vez.
Pero éste, de hecho, no es el punto de vista de los socialistas. Los socialistas al hacer la historia, o la crónica (incluso la de los tribunales), rehúyen las abstracciones de los genéricos difusos. Ellos argumentan que sí existe una tendencia general a hacer las cosas mal en la sociedad capitalista, pero no por eso confunden las responsabilidades sociales con las individuales. La producción burguesa puede convertirse en especulación, fraude, ilusionismo, pero su misión, su destino no es estafar: trata de aumentar la riqueza, de aumentar la suma de los bienes sociales. El punto de vista de La Giustizia forma parte de una visión teológica de la sociedad, en la que el Dios todopoderoso, omnipresente y omnisciente de los católicos es reemplazado por una divinidad abstracta equivalente.
Por eso se vuelve inútil la investigación, es inútil el estudio de los hechos y de la historia, es inútil el examen de las costumbres: todo es igual en todas partes, porque en todas partes está el capitalismo y no se mueve una hoja sin que lo quiera el capitalismo.
Esta abstracción fatalista no es y no puede ser en absoluto nuestro punto de vista, porque está fuera de la realidad efectiva. En la realidad efectiva, el Capitalismo es el Estado burgués, que se concreta en las leyes, en la administración burocrática, en los poderes ejecutivos. Y éstos, a su vez, se concretan en individuos que viven, se visten, pueden ser sinvergüenzas o caballeros. Incluso las leyes, el Código Penal, son actividades capitalistas y castigan a los traficantes de residuos, lo que significa para ellos no ser capitalistas puros y duros, sino capitalistas, hombres que han obrado perversamente. Y nuestro punto de vista es el siguiente: en la organización burguesa de la sociedad italiana hay instituciones de control que no funcionan, que dañan así la producción capitalista genuina, porque han dejado que los pervertidos, los criminales continuaran sus actividades a pesar de que éstas eran tan sospechosas que difícilmente podían ser ignoradas. Lo que significa que la organización burguesa italiana es malvada también en su concepción del capitalismo.
El proletariado tiene la tarea específica de presionar continuamente sobre la organización actual para que se renueve y se haga cada vez más favorable a la producción, al aumento de la riqueza: debe presionar para que en la burguesía se afirmen sólo aquellos individuos que, a través de su actividad capitalista honesta, rindan las condiciones mecánicas y naturales de la vida social más adecuada para un traspaso de clase en el poder. Por eso los socialistas quieren que las instituciones de control estatal sean competentes y puedan ejercer eficientemente su oficio. Sólo los socialistas pueden querer esto, porque son desinteresados, porque están fuera del geénna de los negocios. Y no pueden conformarse con las abstracciones, con las responsabilidades genéricas. De hecho, hay una burocracia que debería controlar la actividad comercial de los industriales de los residuos, y el poder ejecutivo debería impedir la especulación. ¿Qué ha hecho la burocracia? ¿Ha cumplido con su deber? Y, en todo caso, ¿por qué no lo ha hecho? La investigación se debe hacer, las responsabilidades deben ser establecidas. Los incompetentes, los estafadores deben ser eliminados. Es una prueba de fuego para el régimen: porque sólo demostrando que son siempre capaces de cumplir su función social se consigue. Pero si nadie lo obliga constantemente a pasar la prueba, se perpetuará entre la indiferencia de todos, que se entretienen hablando de capitalismo, sin cuya voluntad no se mueve una sola hoja.