¿Qué significa amar al projimo? según Zygmunt Bauman



"Amar al prójimo requiere un salto hacia la fe; sin embargo, el resultado es el acta de nacimiento de la humanidad. Y también representa el aciago paso del instinto de supervivencia hacia la moralidad." Zygmunt Bauman 
 



Artículo del  filósofo y sociólogo inglés Zygmunt Bauman, sobre el significado del amor al projimo.      



 
  
Por: Zygmunt Bauman

El precepto que exige «ama a tu prójimo como a ti mismo», dice Freud (en El malestar en la cultura) es uno de los fundamentales de la vida civilizada. 





Y es también el más opuesto a la clase de razón que promueve la civilización: la razón del autointerés y de la búsqueda de la propia felicidad. Ese precepto fundante de la civilización sólo puede ser aceptado, adoptado y practicado si uno se rinde ante la admonición teológica credere quia absurdum, creerlo porque es absurdo. 

De hecho, basta con preguntar «¿por qué debería hacerlo?, ¿qué beneficio me reportaría?», para percibir el absurdo carácter de la exigencia de amar a nuestro prójimo, a cualquier prójimo, por el solo hecho de ser nuestro prójimo. Si amo a alguien, es porque esa persona debe merecerlo de alguna manera… «Y lo merece si en ciertos sentidos importantes es tan semejante a mí como para que pueda amarme a mí mismo amándola a ella; y lo merece si es más perfecta que yo mismo como para que pueda amar en ella el ideal de mi propia persona… Pero si esa persona me resulta extraña y no puede atraerme gracias a su propio valor o a la importancia que pueda haber cobrado en mi vida emocional, me resultará muy difícil amarla». Y la exigencia resulta aún más molesta e insensata, ya que con frecuencia no logro descubrir ninguna evidencia de que esa persona extraña a la que supuestamente debo amar me ame o muestre por mí siquiera «una mínima consideración». “En el momento en que le convenga, no vacilará en herirme, burlarse de mí, calumniarme y demostrarme que tiene más poder que yo…”. 

Y sí, Freud se pregunta «¿qué sentido tiene un precepto enunciado de manera tan solemne si su cumplimiento no puede ser recomendado como algo razonable?». Buscando una respuesta, uno está tentado de concluir, contrariamente al sentido común, que «ama a tu prójimo» es «un mandamiento que en realidad está justificado por el hecho de que no hay nada más que contrarreste tan intensamente la naturaleza humana original». Y cuanto menos se obedezca una norma, tanto más obstinadamente se la enunciará. Y el mandato de amar al prójimo es, tal vez, el que probablemente menos se obedecerá. Cuando un converso en ciernes le pidió al sabio talmúdico Rabbi Hillel que le explicara la enseñanza de Dios en el tiempo que fuera capaz de permanecer parado sobre un solo pie, el sabio replicó que «ama a tu prójimo como a ti mismo» era la única respuesta completa, que concentraba la totalidad de los mandamientos divinos. Aceptar ese mandamiento implica un salto a la fe, un salto decisivo, por el cual un ser humano se despoja de la coraza de los impulsos y predilecciones «naturales», adopta una postura alejada y opuesta a su naturaleza y se convierte en un ser «no-natural» que, a diferencia de las bestias (y, por cierto, de los ángeles, tal como señaló Aristóteles), es lo que distingue al ser humano. 

La aceptación del precepto de amar al prójimo es el acta de nacimiento de la humanidad. Todas las otras rutinas de la cohabitación humana, así como sus reglas preestablecidas o descubiertas retrospectivamente, son tan sólo una lista (nunca completa) de notas al pie de ese precepto. Si este precepto fuera ignorado o desechado, no habría nadie que construyera esa lista o evaluara su completud. 

Amar al prójimo requiere un salto hacia la fe; sin embargo, el resultado es el acta de nacimiento de la humanidad. Y también representa el aciago paso del instinto de supervivencia hacia la moralidad. Ese paso convierte a la moralidad en una parte, y tal vez en una conditio sine qua non, de la supervivencia. Con ese ingrediente, la supervivencia de un humano se transforma en la supervivencia de la humanidad en el ser humano. 

«Ama a tu prójimo como a ti mismo» implícitamente presenta el amor a sí mismo como algo que se da de manera no problemática, algo que siempre estuvo en ese sitio. El amor a sí mismo es pura supervivencia, y la supervivencia no necesita mandatos, ya que las otras criaturas vivas (no humanas) se las arreglan perfectamente sin ellos. Amar al prójimo como a uno mismo hace que la supervivencia humana sea distinta a la supervivencia de todas las otras criaturas vivas. Sin esa extensión/trascendencia del amor a sí mismo, la prolongación de la vida física, orgánica, no llega a ser, por sí misma, una supervivencia humana; no es la clase de supervivencia que distingue a los humanos de las bestias (y, no debemos olvidarlo, de los ángeles). El precepto de amar al prójimo desafía a los instintos determinados por la naturaleza; pero también desafía el sentido de la supervivencia establecido por la naturaleza, y el del amor a uno mismo, que lo resguarda.
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