El capitalismo como religión | por Walter Benjamin ~ Bloghemia El capitalismo como religión | por Walter Benjamin

El capitalismo como religión | por Walter Benjamin









"Ahí reside el aspecto históricamente inaudito del capitalismo, que la religión ya no es la reforma del ser, sino su desintegración. La expansión de la desesperación en un estado religioso mundial del que se puede esperar la salvación."                            




Texto traducido a partir de «Kapitalismus als Religion» (ca. 1921), en Walter Benjamin, Gesammelte Schriften, vol. VI, Fráncfort del Meno, Suhrkamp, 1985, pp. 100-104. Traducción: Artilleria Inmanente.   






Por: Walter Benjamin

El capitalismo debe ser visto como una religión, es decir, el capitalismo sirve esencialmente para satisfacer las mismas preocupaciones, agonías y malestares a los que las llamadas religiones dieron respuesta en su día. Demostrar esta estructura religiosa del capitalismo, no sólo, como piensa Weber, como una entidad religiosamente condicionada, sino como un fenómeno esencialmente religioso, llevaría todavía hoy al extravío de una polémica universal desmedida. No podemos estrechar aún más la red en la que nos encontramos. Pero más adelante se abordará esto.

Sin embargo, hay tres rasgos ya reconocibles en la actualidad en esta estructura religiosa del capitalismo. En primer lugar, el capitalismo es una pura religión de culto, quizás la más extrema que haya existido jamás. Todo en ella sólo tiene significado en relación inmediata con el culto; no conoce ninguna dogmática especial, ninguna teología. El utilitarismo adquiere su coloración religiosa desde este punto de vista. Un segundo rasgo del capitalismo está relacionado con esta concreción del culto: la duración permanente del mismo. El capitalismo es la celebración de un culto sans [t]rêve et sans merci. No hay ningún «día de la semana»[,] ningún día que no sea un día de fiesta en el terrible sentido del despliegue de toda la pompa sacral[,] de la máxima tensión del adorador. En tercer lugar, este culto es culpabilizante, endeudador. El capitalismo es probablemente el primer caso de un culto que no es expiatorio sino que es culpabilizante, endeudador [verschuldenden]. En esto, este sistema religioso es arrastrado en el abismo de un movimiento monstruoso. Una monstruosa conciencia de culpa que no sabe expiarse a sí misma acude al culto, no para expiar la culpabilidad, sino para universalizarla, para clavarla en la conciencia y, finalmente y sobre todo, para implicar a Dios mismo en esa culpabilidad[,] para hacer que se interese finalmente en la expiación. Por lo tanto, no puede aquí esperarse en el culto mismo, ni en la reforma de esta religión, que debe ser capaz de contar con algo seguro en ella, ni en el rechazo de la misma. Está en la esencia de este movimiento religioso, que es el capitalismo[,] persistir hasta el final[,] hasta la culpabilización final y completa de Dios, hasta llegar a un estado mundial de desesperación, en el que precisamente se espera. Ahí reside el aspecto históricamente inaudito del capitalismo, que la religión ya no es la reforma del ser, sino su desintegración. La expansión de la desesperación en un estado religioso mundial del que se puede esperar la salvación. La trascendencia de Dios ha caído. Pero no ha muerto, está incluido en el destino del hombre. Este paso del hombre-planeta por la casa de la desesperación en la soledad absoluta de su órbita es el ethos que determina a Nietzsche. Este hombre es el superhombre, el primero que empieza a cumplir la religión capitalista de forma consciente. Su cuarto rasgo es que su Dios debe ocultarse, sólo puede abordarse en el cenit de su culpabilización. El culto se celebra ante una deidad inmadura, toda concepción, todo pensamiento de ella viola el secreto de su madurez.

La teoría freudiana también pertenece al sacerdocio de este culto. Se concibe totalmente en términos capitalistas. Lo reprimido, la imaginación pecaminosa, es, desde la analogía más profunda aún por iluminar, el capital que abona los intereses del infierno del inconsciente.

El tipo de pensamiento religioso capitalista está magníficamente expresado en la filosofía de Nietzsche. La idea del superhombre no traslada el salto apocalíptico a la conversión, a la expiación, a la purificación, a la penitencia, sino al aumento aparentemente constante, pero en el tramo último reventado, discontinuo. Por lo tanto, el aumento y el desarrollo, en el sentido de non facit saltum, son incompatibles. El superhombre es el hombre histórico que ha llegado a la meta sin conversión, que ha crecido atravesando el cielo. Nietzsche preconizó este reventamiento del cielo a través de la potenciación de lo humano, que religiosamente es y sigue siendo (también para Nietzsche) una culpabilización. Y de forma similar por Marx: el capitalismo sin conversión se vuelve socialismo con intereses y con intereses compuestos, que, en cuanto tales, son funciones de la deuda (véase la ambigüedad demoníaca de este término).

El capitalismo es una religión de mero culto, sin dogma.

El capitalismo —como hay que demostrar no sólo en el calvinismo, sino también en las demás corrientes cristianas ortodoxas— se ha desarrollado en Occidente parasitariamente sobre el cristianismo, de tal manera que al final su historia es esencialmente la de su parásito, el capitalismo.



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