La cultura del sacrificio | por José Daniel Arias ~ Bloghemia La cultura del sacrificio | por José Daniel Arias

La cultura del sacrificio | por José Daniel Arias


Imagen: Steve Cutts





"Existe una culpa generalizada en el disfrutar de la vida fuera del espacio laboral, y es que, si actualmente cualquier espacio y tiempo se convierte en espacio y tiempo productivo, cualquier disfrute de la vida se hace un escape que rompe las normas corporativas" -   José Daniel Arias Torres

  Artículo de José Daniel Arias Torres, Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana de Puebla.




¡Abraham!
Y él le dijo:
—Aquí estoy.
2 Luego Dios dijo:
—Toma a Isaac, tu amado hijo único, ve a la tierra de Moria y ofrécelo como un sacrificio que debe quemarse completamente, en la montaña que yo te indicaré.
Génesis 22

Este pasaje bíblico nos muestra a un Abraham que, sin objetar, le entregaría a su hijo a Dios, porque ese fue el mandato, y porque la palabra de Dios, es un verbo imperativo. La obediencia que Abraham muestra es recompensada con una familia, o tribu, que se repartiría por el mundo, y que estaba llamada a ser el pueblo elegido de dios. Abraham hace de su hijo, Isaac, un cordero, un símbolo de obediencia, y un tributo o sacrificio a Yahvé. Abraham, de esta forma, mataría a su único hijo por obediencia ciega, sabiendo que la palabra de Dios, por ser absoluta, está lejos del entendimiento y del trazo de los planes humanos.

Cuando Dios ordena que Isaac se haga cordero, nos hace pensar en una anunciación previa de lo que Jesús sería, al mismo tiempo, nos muestra que la obediencia ciega y el amor a dios sobre todas las cosas tiene una jerarquía bien definida, en donde la prohibición de matar estipulada en los diez mandamientos, queda supeditada al amor a dios que un ser humano debe de tener, No matarás, excepto cuando es por amor a Dios. 

Poco importa que Abraham haya sido detenido por el ángel antes de darle fin a la vida de Isaac, y que el homicidio haya sido inexistente, la intención y decisión fueron tales que calificaría como intento de homicidio, es decir, la premeditación y ejecución de este hacen tan culpable a Abraham como a un homicida, en esencia, Abraham mató a Isaac, aunque no lo haya hecho.

La idea de sacrificio judeocristiano, se propagó en occidente a través de las guerras y procesos de conquista y coloniales, el sacrificio presente en Cristo que es dios hecho hombre y hombre hecho cordero, para la salvación del mundo y el perdón de sus pecados, es una idea tan vigente, que se oculta en las instituciones/cultura occidentales aparentemente laicas, en esencia, los procesos que se presentaron como revolucionarios, en donde la iglesia y el Estado fueron separados, en realidad fueron procesos reformistas en donde el Estado absorbió el rol y esquema axiológico de la iglesia, sin poner en cuestionamiento los valores que le daban su base a la sociedad, haciendo al final de la iglesia, un símbolo remanente que delataría continuidad histórica, pero cuyo poder sería paulatinamente entregado a la figura del Estado, de esta forma, el sacrificio de las sociedades judeocristianas, pasaría de ser entregado a Dios, para pasar ser entregado aún a Dios, pero también al capital, convirtiendo al abstracto de capital, en una figura similar a Dios, cuya frontera se desvanecería.

El capital y la evolución del dogma de sacrificio judeocristiano, formarían un complejo hegemónico complementario, en donde un creyente pasaría a ser el mejor de los obreros, por la idea de tener que sufrir para ganarse la eternidad, así los preceptos de sumisión a Dios, pasaron a ser preceptos de sumisión al capital.
Es cierto que en la tradición judeocristiana los bienaventurados son aquellos menos favorecidos por el mundo, por no decir que miserables y excluidos, y que la redistribución de los recursos y el desapego a los bienes materiales son un camino a la salvación, no obstante, esos son preceptos que permean en las sociedades capitalistas de occidente en un segundo plano, por no decir que de forma simulada -Simulación para Baudrillard es fingir tener lo que no se tiene-, y estos pasan de ser esencia del comportamiento humano, a ser píldoras morales y estructuras complejas que permiten que la explotación se reproduzca como ciclo, legitimando esta misma a través de discursos.

Empresarios multimillonarios que han hecho su riqueza a través de una extracción acelerada de valor, en plena era de la información, dan como altruistas enormes donativos que impactan con sus cifras a los medios de comunicación, de esta forma, compran temporalmente su santidad, la cuestión de fondo no son los enormes donativos, sino el hecho de que estos mismos forman parte de un sistema de capital, en donde tan pronto se otorga el donativo, el valor de una empresa se eleva, recuperando y sobrepasando en breve espacio de tiempo la “perdida”, llegando las ganancias con un importante valor moral agregado que legitima su riqueza, y los aparta de todo cuestionamiento, aún cuando el origen de su valor, radique en sistemas complejos y profundos de violencia, explotación y cadenas de producción en condiciones infrahumanas. De esta forma, el concepto cristiano de altruismo, es vaciado de su significado y llenado con el concepto de empresario o poseedor de capital altruista, logrando con ello comenzar a plasmar en la conversación cotidiana, dos conceptos por definición incongruentes, en uno solo, hoy un altruista es un empresario, poco importa qué despoje o no, si después reparte una fracción de sus recursos como limosna.

Por otro lado, la condición ontológica posmoderna, en donde los trabajadores se encuentran integrados en un mundo hibrido en donde la producción de valor se localiza entre las sociedades industriales, y las llamadas sociedades de la información -es importante entender que la extinción de sociedades industriales es virtualmente inviable en tanto la humanidad requiere de un abasto constante de bienes materiales producidos en fábricas- es a la que se refiere de forma acertada el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, en donde el ser humano ha entrado en una etapa, donde se sintetiza la dialéctica hegeliana amo-esclavo, eliminando los rastros de colectividad y extinguiendo desde el nivel teórico, todo accionar político revolucionario, dando como resultado esa lapidaria idea del filósofo en donde el Revolucionario que explota contra el sistema, hoy en día se hace un suicida que implota contra si mismo, en una terrible amputación de su ser, con la sociedad, una cárcel del yo.

Lo anterior lleva a preguntarse ¿No es el sujeto que se autoexplota hasta el suicidio físico o mental el mejor de los cristianos? La idea de sacrificio impera en las instituciones posmodernas, unas que son, por definición, pilares jurídicos y de costumbres que sostienen legal, y culturalmente al capital, así, los castigos corporales y de abstinencia profesados durante el pasado en la iglesia para salvar el alma del infierno, pasan a ser jornadas laborales de doce horas diarias, sin derecho a descansos, el sacrificio toma un lugar protagónico en las sociedades posmodernas y alimenta al capital, cuando un sujeto se encuentra en su área de trabajo, industrial o informática, aislado en su parte del proceso productivo, no hay tiempo para hablar de huelgas, mucho menos de revoluciones, la burocracia y sistemas industriales se han perfeccionado hasta el punto de aislar a un individuo en un todo laboral, el mundo del oficinista es su cubículo, de la misma forma en que el mundo del obrero es su máquina. El sacrificio pasa a ser el amo que uno se autoimpone en esa cárcel del yo, y que llena con un significado personalísimo, uno se sacrifica por algo, por un horizonte al que nunca se llega, pero que motiva y hace que el individuo permanezca como ser productivo, y que se sienta culpable si no se es productivo, pues el no ser productivo, es equivalente a una indiferencia frente a todo lo que importa sacrificarse: La familia, los hijos, un viaje, el medio ambiente, o la salvación espiritual. 

Un trabajo ha dejado de ser solo un espacio en donde se depositan horas de vida a cambio de sustento, para pasar a ser un espacio mental al que se carga con una filosofía positiva y productiva, un eslogan deja de ser un gancho de mercadotecnia, y pasa a ser una filosofía de vida a la que muchos empleados se alinean, los trabajos han pasado de ser entornos grises de explotación laboral, a espacios de esparcimiento con el mismo fin de explotación, o derivado de la pandemia y la necesidad de trasladar la enorme burocracia informática al sistema de Home Office, la casa ha dejado de ser hogar, para pasar a ser fábrica, oficina, lugar laboral, uno deja de dormir en casa, para pasar a dormir en la oficina, pues con las tecnologías de la información, la llamada revolución digital y los trabajos generados por la era de la información, cualquier lugar deja de ser un espacio de ocio y apreciación, para pasar a ser un entorno laboral, cualquier lugar, por más misterio y sublime que sea, puede ser una oficina o espacio de generación de capital.

En la cultura del sacrificio, el mandato de Dios ya no es igual a una oración imperativa dicha, es decir, ya no es una orden omnipotente, sino una sugerencia que, aparentemente, surge de uno mismo, como si esa idea productiva ya estuviera presente en el código genético de cualquier recién nacido, y la productividad, más que evento cultural, fuera instinto natural.
 
Uno de los ejemplos más claros de esta época en donde la idea de sacrificio y productividad, más que imperativo, actualmente es una filosofía de vida introyectada, son los trabajos que operan bajo la máxima de ser jefe de uno mismo, de no supeditarse a los mandatos de otros y vivir una vida libre, sin ataduras laborales, los que más cercanos se encuentran a la explotación ideal del capital, pues al haber eliminado la resistencia que existe en el mandato -pues uno tiende a no aceptar y revelarse contra ordenes que vulneran la vitalidad- quedan desprotegidos y dispuestos a autoexplotarse, sin más necesidad de un imperativo repetitivo y coercitivo, estos trabajos estructurados bajo ciertos modelos de negocio, que han sabido leer bien el devenir de la sociedad capitalista, en donde la identidad está sujeta a las tendencias de mercado de la libertad hecha eslogan y producto, son las empresas que ya dominan el mercado, adaptándose al movimiento humano, si bien como Byung-Chul Han menciona, el revolucionario pasa a ser suicida en esta sociedad, la revolución en si misma, pasa a ser una tendencia, y queda teóricamente anulada al erradicar las resistencias, al hacer de la sociedad y de la cultura, una productiva y de sacrificio, que le entrega la vida al capital, Abraham entregaría a Isaac a Dios, con la diferencia de que el imperativo externo (mandato) propio de las sociedades de control, se hace sugerencia interna y personal (conciencia moral).

Existe una culpa generalizada en el disfrutar de la vida fuera del espacio laboral, y es que, si actualmente cualquier espacio y tiempo se convierte en espacio y tiempo productivo, cualquier disfrute de la vida se hace un escape que rompe las normas corporativas, o falta administrativa a ese trabajo, cuando no se es productivo, cuando no se crea algo, cuando no se apoya una campaña, cuando no se participa en un proyecto, cuando no se hace ejercicio, cuando no se está comiendo sano, cuando se disfrutan los momentos de películas, de compartir con amigos y familia, la culpa arriba, en tanto no se está trabajando/sacrificando, por el bien del alma, cuando no se es productivo al sujeto lo posee una culpa profunda, en la que uno siente dejar de merecer el escaso tiempo libre que tiene para vivir y para trabajar en el único proyecto que verdaderamente le pertenece, antitético con respecto al trabajo capitalista: el yo y la vitalidad como proyecto en el mundo, a través de su vida, el yo como ser complejo, más allá de las fronteras que el trabajo y su productividad imponen, unas fronteras clave para el capital, pues una vez cruzadas, el ser comprende que la vida está lejos de ser solo trabajo, que el trabajo desmedido es una explotación que atenta contra el ser, y que quienes representan al poder y al capital, no tienen cabida en la verdadera libertad. Caer en la consciencia de que la explotación o la autoexplotación positivizada en la idea de una eventual libertad a la que nunca se llegará -en tanto la idea interiorizada como automandato de ser productivo todo el tiempo en cualquier lugar sobrevive-  son un atentado contra la vida, traza destellos de un posible verdadero despertar revolucionario lejano a las revoluciones/tendencia de mercado, aunque sumamente complejo y complicado de llevarse a cabo, en tanto esta posibilidad no deja  de depender de despertares individuales.

Las personas que menos creen que están poseídas por la idea productiva hecha filosofía, son esas que trabajan jornadas laborales enteras y agregan voluntariamente horas extras, que están dispuestas al patrón en días de descanso o en horarios no laborales -ya sea un patrón real, o un patrón abstracto para quienes laboran en el esquema de ser jefes de uno mismo- y que se sienten agradecidas con el abstracto de empresa, y al tener ese trabajo le agradecen a dios, haciendo del capital y de dios, un paralelismo. Nietzsche estipulaba que las creencias judeocristianas, mantenían la opresión del débil sobre el fuerte al haberse hecho el judeocristianismo cultura civilizatoria, más allá de una cuestión que divida, hoy en día es cierto que la idea de sacrificio, es el principio religioso judeocristiano que más ha sobrevivido y que más se ha potenciado en la era del capitalismo acelerado, pues esta idea no solo es complementaria del capital moderno, sino que es parte integral del mismo.

Trabajando y siendo productivo, la crisis humana y planetaria en la que se vive, no se resolverá, y al contrario, solo se intensificará y se invisibilizará a través de las revoluciones/tendencias, que no hacen sino ofrecer un placebo moral de que, produciendo de formas alternativas algo cambiará, sin reflexionar en que, la idea de producción y consumo continúan siendo los ejes rectores y en tanto la aceleración de la descomposición civilizatoria y ambiental, radica principalmente en la idea de productividad hecha sistema.

La cultura del sacrificio hace de uno mismo un cordero que llega hasta el lugar inmolación por voluntad propia, y ahí agradece que le den muerte día con día, haciendo de la vida y del mundo, una experiencia, una tendencia de trabajo y de producción eterna y haciendo de uno mismo, un trabajador y amo de si hasta la muerte, el momento en donde se entiende que por trabajar, no se vivió nada. 

Artículo Anterior Artículo Siguiente