La voluntad de saber | por Michel Foucault ~ Bloghemia La voluntad de saber | por Michel Foucault

La voluntad de saber | por Michel Foucault

 






" El conocimiento es una «invención» tras la cual hay algo muy distinto: un juego de instintos, de impulsos, de deseos, de miedo, de voluntad de apropiación. Es en la escena en la que ellos se baten donde el conocimiento viene a producirse." - Michel Foucault


  Curso dictado por el filósofo francés, Michel Foucault, en el año 1970. 



Por: Michel Foucault


El curso de este año inicia una serie de análisis que, fragmento a fragmento, buscan constituir paulatinamente una «morfología de la voluntad de saber». Este tema de la voluntad de saber, unas veces será abordado a través de investigaciones históricas determinadas; y otras será tratado en sí mismo y en sus implicaciones teóricas. 


Este año se trataba de establecer su lugar y de definir su papel dentro de una historia de los sistemas de pensamiento; de fijar, al menos a título provisional, un modelo inicial de análisis, de probar su eficacia sobre un primer conjunto de ejemplos.


1. Investigaciones hechas anteriormente habían permitido reconocer un nivel singular entre todos los que permiten analizar los sistemas de pensamiento: el de las prácticas discursivas. Se trata aquí de una sistematicidad que no es ni de tipo lógico ni de tipo lingüístico. Las prácticas discursivas se caracterizan por el recorte de un campo de objetos, por la definición de una perspectiva legítima para el sujeto de conocimiento, por la fijación de normas para la elaboración de los conceptos y de las teorías. Cada una de ellas supone, pues, un juego de prescripciones que rige exclusiones y elecciones. 


Ahora bien, estos conjuntos de regularidades no coinciden con obras individuales; incluso si se manifiestan a través de ellas, incluso si se da el caso de que destaquen, por primera vez, en una de ellas, las desbordan ampliamente y a menudo las reagrupan en un considerable número. Pero tampoco coinciden forzosamente con lo que se acostumbra a llamar ciencias o disciplinas, aunque sus delimitaciones puedan ser a veces provisionalmente las mismas; sucede con más frecuencia que una práctica discursiva reúna diversas disciplinas o ciencias, o aunque atraviese un cierto número de ellas y reagrupe en una unidad, a veces inaparente, varias de sus regiones.


Las prácticas discursivas no son pura y simplemente modos de fabricación de discursos. Toman cuerpo en conjuntos técnicos, en instituciones, en esquemas de comportamiento, en tipos de transmisión y de difusión, en formas pedagógicas que a la vez las imponen y las mantienen.


En fin, tienen modos de transformación específicos. No se pueden reconducir estas transformaciones a un descubrimiento individual y preciso; y, sin embargo, uno no puede contentarse con caracterizarlas como un cambio global de mentalidad, de actitud colectiva o de estado de espíritu. La transformación de una práctica discursiva está ligada a todo un conjunto, a menudo muy complejo, de modificaciones que pueden producirse ya fuera de ella (en las formas de producción, en las relaciones sociales, en las instituciones políticas), ya en ella (en las técnicas de determinación de los objetos, en el afinamiento y el ajuste de los conceptos, en la acumulación de la información), ya al lado de ella (en otras prácticas discursivas). Y está ligada a las mismas bajo la forma, no de un simple resultado, sino de un efecto que detenta a la vez su propia autonomía, y un conjunto de funciones precisas en relación con lo que la determina. 


Estos principios de exclusión y de elección, cuya presencia es múltiple, cuya eficacia toma cuerpo en prácticas, y cuyas transformaciones son relativamente autónomas, no reenvían a un sujeto de conocimiento (histórico o transcendental) que los inventaría sucesivamente o los fundaría en un nivel originario; designan más bien una voluntad de saber, anónima y polimorfa, susceptible de transformaciones regulares y apresada en un juego de dependencia localizable. 


Estudios empíricos, relativos a la psicopatología, a la medicina clínica, a la historia natural, etc., habían permitido aislar el nivel de las prácticas discursivas. Los caracteres generales de esas prácticas y los métodos propios para analizarlas habían sido inventariados bajo el nombre de Arqueología. Las investigaciones emprendidas a propósito de la voluntad de saber deberían ahora poder dar a este conjunto una justificación teórica. Se puede, por el momento, indicar de una manera muy general en qué direcciones tendrá que avanzar: distinción entre saber y conocimiento; diferencia entre voluntad de saber y voluntad de verdad; posición del y de los sujetos en relación con esta voluntad.


2. Para analizar la voluntad de saber, pocos instrumentos conceptuales han sido elaborados hasta el presente. Se utilizan, la mayoría de las veces, nociones bastante gastadas. Nociones «antropológicas» o psicológicas: curiosidad, necesidad de dominar o de apropiarse mediante el conocimiento, angustia ante lo desconocido, reacciones ante las amenazas de lo indiferenciado. Generalidades históricas, como el espíritu de una época, su sensibilidad, sus tipos de interés, su concepción del mundo, su sistema de valores, sus necesidades esenciales. Temas filosóficos como el de un horizonte de racionalidad que se explicita a través del tiempo. Nada, en fin, permite pensar que las elaboraciones todavía muy rudimentarias del psicoanálisis sobre las posiciones del sujeto y el objeto respecto al deseo y al saber puedan ser trasladadas tal cual son al campo de los estudios históricos. Hay que admitir, sin duda, que los instrumentos que permitirán analizar la voluntad de saber deberán ser constituidos y definidos a medida que se haga necesario, de acuerdo con las exigencias y las posibilidades diseñadas por los estudios concretos. 


La historia de la filosofía ofrece, de esta voluntad de saber, modelos teóricos cuyo análisis puede permitir un primer registro. Entre todos los que deberán ser estudiados y puestos a prueba (Platón, Spinoza, Schopenhauer, Aristóteles, Nietzsche, etc.), son estos dos últimos los que han sido seleccionado en primer lugar y estudiados este año, en la medida en que constituyen dos forma extremas y opuestas.


a) El modelo aristotélico ha sido analizado esencialmente a partir de los textos de la Metafísica, de la Ética a Nicómaco y del De Anima. Se pone en juego desde el nivel de la sensación. Establece:


- Un lazo entre la sensación y el placer.


- La independencia de ese lazo con respecto a la utilidad vital que pueda comportar la sensación.


- Una proporción directa entre la intensidad del placer y la cantidad de conocimiento librada por la sensación.


- La incompatibilidad entre la verdad del placer y el error de la sensación.


La percepción visual, como sensación a distancia de objetos múltiples, dados simultáneamente y que no está en relación inmediata con la utilidad del cuerpo, manifiesta, en la satisfacción que conlleva, el lazo entre conocimiento, placer y verdad. Esta misma relación se encuentra traspuesta al otro extremo en la felicidad de la contemplación teórica. El deseo de saber, que las primeras líneas de la Metafísica plantean a la vez como universal y como natural, se funda sobre esta pertenencia primera que manifiesta ya la sensación. Y es él quien asegura el paso continuo de ese primer tipo de conocimiento a este, terminal, que se formula en la filosofía. El deseo de conocer supone y transpone en Aristóteles la relación previa del conocimiento, de la verdad y del placer. 


b) En el Gay saber, Nietzsche define un conjunto de relaciones por completo diferentes:


- El conocimiento es una «invención» tras la cual hay algo muy distinto: un juego de instintos, de impulsos, de deseos, de miedo, de voluntad de apropiación. Es en la escena en la que ellos se baten donde el conocimiento viene a producirse.


- Se produce no como efecto de su armonía, de su equilibrio feliz, sino de su odio, de su compromiso dudoso y provisional, de un pacto frágil que siempre están dispuestos a traicionar. No es una facultad permanente, es un acontecimiento o al menos una serie de acontecimientos.


- Es siempre siervo, dependiente, interesado (no en sí mismo sino en lo que es susceptible de interesar al instinto o a los instintos que lo dominan).


- Y si se da como conocimiento de la verdad, es porque produce la verdad mediante el juego de una falsificación primera y siempre reconducida que plantea la distinción de lo verdadero y lo falso


El interés, pues, es puesto radicalmente por delante del conocimiento, al que subordina como un simple instrumento; el conocimiento disociado del placer y de la felicidad está ligado a la lucha, al odio, a la mezquindad, ejerciéndose contra ellos mismos hasta el punto de renunciar a ellos por un suplemento de lucha, de odio y de mezquindad; su lazo originario con la verdad es desatado puesto que la verdad no es en él más que un efecto —y el efecto de una falsificación que se denomina oposición de lo verdadero y lo falso. Este modelo de un conocimiento fundamentalmente interesado, producido como acontecimiento del querer y que determina por falsificación el efecto de verdad, está sin duda en el punto más alejado de los postulados de la metafísica clásica. Es el modelo que, utilizado libremente, ha sido puesto en práctica en el curso de este año en relación con una serie de ejemplos.



3. Esta serie de ejemplos ha sido tomada en préstamo de la historia y de las instituciones arcaicas griegas. Todos proceden del dominio de la justicia. Se ha seguido una evolución que se desarrolló del siglo VII a. C. al siglo V a. C. Esta transformación concierne a la administración de la justicia, a la concepción de lo justo, y a las reacciones sociales al crimen. Han sido estudiados, por orden:


- La práctica del juramento en las disputas judiciales y la evolución que va del juramento-desafío de los litigantes que se exponen a la venganza de los dioses al juramento asertórico del testigo que se supone que afirma la verdad por haberla visto y haber estado allí.


- La búsqueda de una justa medida no sólo en los intercambios comerciales sino también en las relaciones sociales en el interior de la ciudad, por la institución de la moneda.



- La búsqueda de un nómos, de una justa ley de distribución que asegure el orden de la ciudad, haciendo reinar en ella un orden que es el orden del mundo.


- Los rituales de purificación después de los asesinatos.


La distribución de la justicia ha sido durante todo el período considerado la apuesta de luchas políticas importantes. Éstas han dado lugar, a fin de cuentas, a una forma de justicia ligada a un saber en el que la verdad era planteada como visible, constatable, medible, obediente a leyes semejantes a las que rigen el orden del mundo, y cuyo descubrimiento detenta por sí mismo un valor purificador.


Este tipo de afirmación de la verdad habría de ser determinante en la historia del saber occidental.


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