“Los efectos ideológicos más exitosos son aquellos que no necesitan palabras y no piden más que un silencio cómplice.”- Pierre Bourdieu
Artículo inédito del sociólogo francés Pierre Bourdieu, sobre el compromiso de los intelectuales con las luchas sociales. Tomado de Le Monde Diplomatique, febrero 2002.
Por: Pierre Bourdieu
Si hoy día es importante, si no necesario, que un cierto número de investigadores independientes se asocien al movimiento social, es porque estamos confrontados con una política de mundialización. (Digo claramente una “política de mundialización”, no hablo de “mundialización” como si se tratara de un proceso natural.) Esta política, en gran medida, es mantenida secreta en su producción y en su difusión. Y es una tarea formidable de investigación la que se necesita para descubrirla antes de que sea puesta en obra.
Enseguida, esta política tiene efectos que se pueden prever, gracias a los recursos de la ciencia social, pero, a corto plazo, aún son invisibles para la mayoría de la gente. Otra característica de esta política: es en parte producida por los investigadores. La pregunta consiste en saber si aquellos que anticipan, a partir de su saber científico, las consecuencias funestas de esta política pueden y deben quedar callados. O si no se incurre en una especie de no asistencia a personas en peligro. Si es verdad que el planeta está amenazado de calamidades graves, aquellos que creen conocer por anticipado estas calamidades, ¿no están en el deber de salir de la reserva que tradicionalmente se imponen los científicos?
La mayoría de las personas cultivadas, sobre todo en las ciencias sociales, tiene en la cabeza una dicotomía que me parece absolutamente funesta: la dicotomía entre scholarship y commitment - entre aquellos que se consagran al trabajo científico, pensando en otros científicos, y aquellos que se comprometen y llevan su saber hacia afuera. La oposición es artificial y, de hecho, hay que ser un científico autónomo que trabaja según las reglas del scholarship para poder producir un saber comprometido, es decir un scholarship with commitment. Para ser un verdadero científico comprometido, legítimamente comprometido, hay que comprometer un saber. Y este saber no se adquiere sino en el trabajo científico, sometido a las reglas de la comunidad científica.
Dicho en otros términos, hay que desmontar un cierto número de oposiciones que tenemos en la cabeza y que son maneras de autorizar claudicaciones: comenzando por la del científico que se repliega en su torre de marfil. La dicotomía entre scholarship y commitment tranquiliza al investigador en su buena conciencia porque recibe la aprobación de la comunidad científica. Es como si los científicos se creyeran doblemente científicos porque no hacen nada con su ciencia. Pero cuando se trata de biólogos, puede resultar criminal. Pero es igual de grave cuando se trata de criminólogos. Esta reserva, este refugiarse en la pureza, tiene consecuencias sociales muy graves. Gente como yo, pagada por el Estado para hacer investigación, ¿debemos guardar cuidadosamente los resultados de nuestras investigaciones sólo para los colegas? Es absolutamente fundamental dar en prioridad lo que se cree un descubrimiento a la crítica de los colegas, ¿pero por qué reservarles el saber colectivamente adquirido y controlado?
Me parece que hoy día el investigador no tiene la elección: si tiene la convicción de que hay una correlación entre las políticas neoliberales y las tasas de delincuencia, una correlación entre las políticas neoliberales y las tasas de criminalidad, una correlación entre las políticas neoliberales y todos los signos de lo que Durkheim habría llamado la anomia, ¿cómo no lo va a decir? No sólo no hay que reprochárselo, sino que se debería felicitarlo. (Tal vez hago una apología de mi propia posición… )
Ahora bien, ¿qué va a hacer este investigador en el movimiento social? Ante todo no va a dar lecciones -como lo hacían ciertos intelectuales orgánicos quienes, al ser incapaces de imponer sus mercancías en el mercado científico en el que la competencia es dura, se las daban de intelectuales ante los no intelectuales, al mismo tiempo que decían que los intelectuales no existían. El investigador no es ni un profeta ni un maestro pensador. El tiene que inventar un nuevo papel que es muy difícil: tiene que escuchar, tiene que investigar e inventar; tiene que intentar ayudar a los organismos que se dan por misión -cada vez más tímidamente, desafortunadamente, incluso los sindicatos- resistir a la política neoliberal; tiene que darse como tarea asistirles, proporcionándoles instrumentos. En particular, instrumentos contra el efecto simbólico que ejercen los “expertos” contratados por las grandes empresas multinacionales. Hay que llamar las cosas por su nombre. Por ejemplo, la política actual de educación de la UNICEF es decidida por el Transatlantic Institute, etc. Basta con leer el informe de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre los servicios para conocer la política de educación que tendremos en cinco años. El ministro de educación nacional no hace más que transmitir las consignas elaboradas por juristas, sociólogos, economistas las cuales, una vez reciban su acabado jurídico, son puestas en circulación.
Los investigadores también pueden hacer algo más nuevo, más difícil: favorecer la aparición de condiciones organizacionales para la producción colectiva de la intención de inventar un proyecto político y, segundo, de condiciones organizacionales para el éxito de la invención de semejante proyecto político, que será evidentemente un proyecto colectivo. Después de todo, la Asamblea Constituyente de 1789 y la Asamblea de Filadelfia estuvieron compuestas por personas como ustedes y yo, que tenían un bagaje jurídico, que habían leído a Montesquieu y que inventaron estructuras democráticas. De la misma manera, hoy en día, hay que inventar cosas… Evidentemente, se podría decir: “Existen parlamentos, una confederación europea de sindicatos, toda clase de instituciones que supuestamente hacen eso”. No voy a hacer la demostración, pero hay que comprobar que no lo hacen. Por tanto, hay que crear las condiciones favorables para esta invención. Hay que ayudar a levantar los obstáculos que impiden esta invención; obstáculos que en parte se encuentran en el movimiento social encargado de levantarlos - y especialmente en los sindicatos…
¿Por qué ser optimista? Creo que se puede hablar en términos de posibilidades razonables de éxito, que este momento es el kairos, el momento oportuno. Cuando sosteníamos este discurso por allá en 1995, por lo común no éramos escuchados y pasábamos por locos. Las personas que, como Casandra, anunciaban catástrofes eran objeto de burla y los periodistas las atacaban y eran insultadas. Ahora un poco menos. ¿Por qué? Porque se ha hecho trabajo. Hubo Seattle y toda una serie de manifestaciones. Y luego las consecuencias de la política neoliberal -que habíamos previsto en abstracto- comienzan a verse. Y la gente, ahora, comprende… Incluso los periodistas más obtusos saben que una empresa que no alcanza un beneficio del 15% despide gente. Las profecías más catastróficas de los profetas de la desgracia (quienes simplemente estaban mejor informados que los demás) comienzan a realizarse. No es demasiado temprano. Pero tampoco es demasiado tarde. Porque sólo es un comienzo, porque las catástrofes apenas comienzan. Aún hay tiempo de sacudir los gobiernos socialdemócratas, tras los cuales los intelectuales suspiran embelesados, sobre todo cuando reciben de ellos ventajas sociales de todo orden…
Un movimiento social europeo, a mi juicio, sólo tiene la posibilidad de ser eficaz si reune tres componentes: sindicatos, movimiento social e investigadores -con la condición, evidentemente, de integrarlos, no sólo yuxtaponerlos. Yo decía ayer a los sindicalistas que entre los movimientos sociales y los sindicatos en todos los países de Europa hay una diferencia profunda respecto tanto a los contenidos como a los medios de acción. Los movimientos sociales hicieron existir objetivos políticos que los sindicatos y los partidos habían abandonado, u olvidado o reprimido. Por otro lado, los movimientos sociales aportaron métodos de acción que los sindicatos, de nuevo, poco a poco han olvidado, ignorado o reprimido. Y en particular métodos de acción personal: las acciones de los movimientos sociales recurren a la eficacia simbólica, una eficacia simbólica que depende, en parte, del compromiso personal de aquellos que manifiestan; un compromiso personal que es también un compromiso corporal.
Hay que correr riesgos. No se trata de desfilar, entrelazados los brazos, como lo hacen tradicionalmente los sindicalistas el primero de Mayo. Hay que hacer acciones, ocupaciones de locales, etc. Lo que exige, a la vez, imaginación y coraje. Pero también quiero decir: ¡Ojo! ¡Nada de sindicato-fobia! Hay una lógica de los aparatos sindicales que es preciso comprender. ¿Por qué digo a los sindicalistas cosas que son cercanas al punto de vista que los movimientos sociales tienen sobre ellos y por qué digo a los movimientos sociales cosas que son cercanas a la visión que los sindicalistas tienen de ellos? Porque es con la condición de que cada uno de los grupos se vea a sí mismo como ve a los otros como se podrán superar las divisiones que contribuyen a debilitar grupos ya muy débiles. El movimiento de resistencia a la política neoliberal es globalmente muy débil y es debilitado por sus divisiones: es un motor que desperdicia el 80% de su energía en calor, es decir bajo la forma de tensiones, de fricciones, de conflictos, etc. Y que podría andar mucho más rápido y más lejos si…
Los obstáculos a la creación de un movimiento social europeo unificado son de varios órdenes. Hay los obstáculos lingüísticos que son muy importantes, por ejemplo en la comunicación entre los sindicatos o los movimientos sociales -los patronos y los ejecutivos hablan las lenguas extranjeras, y los sindicalistas y militantes mucho menos. Por este hecho, la internacionalización de los movimientos sociales o de los sindicatos se hace muy difícil. Luego hay los obstáculos ligados a las costumbres, a los modos de pensamiento y a la fuerza de las estructuras sociales, de las estructuras sindicales. ¿Cuál podría ser el papel de los investigadores en todo esto? El de trabajar para una invención colectiva de estructuras colectivas de invención que harán nacer un nuevo movimiento social, es decir nuevos contenidos, nuevas metas y nuevos medios internacionales de acción.