“Los iconos son una cristalización –como diría el novelista francés Stendhal– de nuestros fantasmas. Es decir, los iconos son una caricatura de los deseos inconscientes que tiene la gente."
-Michel Maffesoli
Entrevista al sociólogo francés, Michel Maffesoli, publicado el la revista Métode de la Universidad de Valencia, el 14 de febrero del 2013. Entrevista realizada por Anna Mateu.
Habéis popularizado la idea de «tribus urbanas», ¿de dónde surge esta idea de que los humanos necesitan pertenecer a un grupo? ¿Es una necesidad biológica?
La tribu es una metáfora para mostrar el paso que estamos dando de la modernidad a la posmodernidad. Es la transición de un concepto más racional de convivencia a uno más emocional. Las grandes instituciones caracterizaron la modernidad racional, pero ahora tenemos un cuerpo social fragmentado que puede vincularse más estrechamente con la biología y recuerda más a nuestra esencia animal humana. Entre nuestros instintos está el sentido de pertenencia, que nos hace buscar la proximidad. Para mí, la principal tendencia en nuestra sociedad es la que nos recuerda la noción de nuestra naturaleza animal.
En sus escritos, compara los iconos de nuestra sociedad con los tótems de las tribus primitivas. ¿Necesitamos tener modelos para emular o idolatrar?
Más allá del mito del progreso que ha caracterizado a la modernidad racional, se vuelve a la necesidad de imágenes. Y sí, necesitamos estos íconos. Hasta cierto punto, la modernidad había desterrado estas imágenes, porque no permiten que el cerebro funcione correctamente. Pero de repente, las imágenes abundan en la televisión, en la publicidad, en los videojuegos… y encontramos una vuelta a los iconos, como en las sociedades primitivas. Este es un tema que he discutido en mi libro sobre iconologías: Iconologías. Nos idol @ tries postmodernes (2008) (Nuestras idolatrías posmodernas), donde hablo de iconos modernos como Harry Potter o futbolistas como Zidane.
Pero, ¿qué encontramos en estos iconos? ¿Por qué son importantes para nosotros?
Los iconos son una cristalización –como diría el novelista francés Stendhal– de nuestros fantasmas. Es decir, los iconos son una caricatura de los deseos inconscientes que tiene la gente. Y eso nos recuerda que necesitamos tótems, alrededor de los cuales se reunieron las tribus primitivas. Y ahora, las tribus posmodernas según sus deseos –sean sexuales, religiosos, deportivos o musicales– también se agrupan en torno a un tótem sexual, religioso, atlético o musical. Estos son los tótems y tienen una función agregada.
Algunos antropólogos y biólogos evolucionistas entienden la religión como un rasgo adaptativo de los seres humanos, lo que nos ha permitido evolucionar como sociedad a través de la cohesión grupal. ¿Qué opinas de esta visión evolutiva de la sociedad?
Personalmente, no estoy del todo seguro de que la evolución sea lineal. Es lo que considero el falso mito del progreso. La visión evolucionista nos dice que la humanidad ha progresado desde el punto A –barbarismo– al punto B –civilización absoluta–. Y, sin embargo, vemos un regreso a las tendencias pasadas. Las tribus son arcaicas, pertenecen a sociedades primitivas. En términos de evolución social, podríamos pensar que hemos dejado atrás a estas tribus precisamente a través de grandes instituciones creadas en el siglo XIX. Pero demostré que hay un retorno a las tribus. Me gusta ilustrarlo con la imagen de una espiral. No hay solo una evolución, sino también una regresión. Creo que la palabra ingreso es mucho más interesante, porque somos una tribu, pero con Internet. Estamos volviendo a cosas que vivimos en el pasado, pero con el agregado del desarrollo tecnológico. De modo que no adopto una postura evolutiva al respecto.
En política, toma a Sarkozy como ejemplo de hombre posmoderno, ¿por qué?
Me pareció divertido destacar a Sarkozy como un político posmoderno porque representa al niño eterno. Tiene ese aspecto lúdico, no racional, que le hace acentuar los aspectos más emocionales.
No sé si conoces a los políticos españoles, ¿encuentras una figura similar al respecto?
La verdad es que no conozco la situación real en España, podría decir alguna tontería.
¿Qué pasa con Europa?
Berlusconi de Italia encajaría en el mismo perfil. Una mezcla de cerebro y pasión. También Lula en Brasil o Chávez en Venezuela. Se vuelve a la faceta emocional. Pero la verdad es que no sé cómo es España. Por ejemplo, creo que Zapatero representa lo contrario al hombre posmoderno; podría ser el ejemplo de racionalidad, el equivalente a Hollande en Francia.
Sugieres que esta «emocionalidad» es una característica de la posmodernidad, ¿podríamos decir que hoy somos menos racionales?
En francés hay dos términos interesantes. Uno es el contrato social, término acuñado por Jean-Jacques Rousseau, que ha caracterizado la forma en que vivimos en sociedad. Un contrato social implica un acuerdo entre dos personas racionales para hacer una política. Y ahora hay un cambio de contrato a pacto. Un pacto es mucho más emotivo. Un contrato implica algo a largo plazo, mientras que un pacto es pura pasión. Entonces sí, creo que hay un retorno a las emociones colectivas en todos los ámbitos. Pero esto no implica una negación de la razón. Escribí un libro titulado Éloge de la raison sensible (1996) (Elogio de la razón sensible), que, aunque aparentemente un oxímoron, es lo que quiero mostrar: cómo se mezclan la razón y la pasión. Los afectos y los sentimientos adquieren un papel cada vez más importante. Y para mí esto es lo que caracteriza a la posmodernidad.
Entonces, ¿es en este contexto que hablas de Homo eroticus en tu último libro?
Sí, en este libro vuelvo a la idea de que existe el erotismo social. Para mí, el erotismo no es solo sexual, sino que tiene que ver con el buen rollo. El término para describir esto es «en sintonía», hay una agrupación deportiva o religiosa… y en esta fusión vemos que el aspecto principal son las emociones compartidas. Creo que en España pasa lo mismo que en Francia, donde se aprovecha cada ocasión para generar vibraciones colectivas.
¿Qué lugar ocupa la ciencia dentro de esta sociedad más emocional y menos racional?
La posmodernidad no es una negación de la razón, sino que es complementaria a la razón y los sentidos, lo que dije: la razón sensible. Y desde esta perspectiva, la ciencia y la tecnología tienen su lugar. Escribí un libro mostrando que, gracias a la tecnología y las aplicaciones científicas, estamos asistiendo a un nuevo encanto. La ciencia y la tecnología moderna han vuelto a encantar al mundo. Hay un lugar, obviamente, para la ciencia en nuestra sociedad desde la perspectiva de este encantamiento o nueva fascinación.
En una entrevista de 2009, afirmó que el trabajo de un sociólogo no se encuentra solo en los libros, sino también en los bares. ¿Querías decir que la universidad se ha alejado de la sociedad?
Sí, y para mí es uno de los problemas de la universidad. El conocimiento de base académica universitaria se ha abstraído, se ha desconectado de la realidad, y de ahí esta respuesta sobre «libros y bares». Debemos encontrar un equilibrio entre el pensamiento académico, que es importante, y al mismo tiempo la capacidad de «oler» la sociedad. Huele el bar, el mercado, la calle… que para nosotros es el campo de observación. No olvidemos que la universidad se fundó en la Edad Media y tiene sus raíces orgánicas en la vida de esa época. Pero desde entonces, poco a poco, se ha vuelto más racional, demasiado abstracto, y por eso creo que es necesario que el conocimiento excave nuevas raíces en la vida cotidiana actual. En la Sorbona dirijo un centro de investigación –fundado hace más de treinta años– sobre la vida cotidiana en la actualidad.
¿Es por eso que dirigió una disertación sobre astrología en 2001? Desencadenó un gran debate en las universidades y en los círculos académicos franceses, ¿no?
Precisamente, surgió una gran controversia. He dirigido tres disertaciones sobre astrología, pero una de ellas tuvo un gran impacto porque el autor era un astrólogo muy conocido –bien conocido públicamente– y esto es lo que generó tanta polémica. En mi Centro somos atípicos porque estudiamos materias que las universidades no tocan. Por ejemplo, fui la primera persona en dirigir una tesis sobre la homosexualidad, que no era un tema de moda en ese momento. Pero también he dirigido disertaciones sobre restaurantes, sobre fiestas de intercambio de pareja… he abordado temas que la ciencia convencional teme analizar. Pero también dentro del ámbito de la sociología interpretativa, un hecho social puede convertirse en un hecho sociológico. Para mí, la mera existencia es suficiente, y desde el momento en que algo existe, hay que estudiarlo. El cincuenta por ciento de los franceses consulta el horóscopo en la prensa, y eso me basta para basar mi argumento, porque esto constituye una realidad social. Y finalmente, si hay alguien involucrado en el tema en cuestión que quiera estudiarlo, como fue el caso de este astrólogo. Para mí no existe la objetividad absoluta. Por ejemplo, un sacerdote puede hacer una tesis sobre la Iglesia o un activista político puede hacer una sobre política. Y del mismo modo, un astrólogo puede escribir una disertación sobre astrología. Hubo mucha polémica porque los intelectuales franceses –y los sociólogos en particular– siempre consideran las cosas bajo una luz moral. Quiero decir, ellos piensan como el mundo Para mí no existe la objetividad absoluta. Por ejemplo, un sacerdote puede hacer una tesis sobre la Iglesia o un activista político puede hacer una sobre política. Y del mismo modo, un astrólogo puede escribir una disertación sobre astrología. Hubo mucha polémica porque los intelectuales franceses –y los sociólogos en particular– siempre consideran las cosas bajo una luz moral. Quiero decir, ellos piensan como el mundo Para mí no existe la objetividad absoluta. Por ejemplo, un sacerdote puede hacer una tesis sobre la Iglesia o un activista político puede hacer una sobre política. Y del mismo modo, un astrólogo puede escribir una disertación sobre astrología. Hubo mucha polémica porque los intelectuales franceses –y los sociólogos en particular– siempre consideran las cosas bajo una luz moral. Quiero decir, ellos piensan como el mundodebería ser , mientras que mi posición es que el mundo es. Personalmente, no me interesa la astrología, pero al mismo tiempo no puedo negar que es un fenómeno social.
Una de las cosas de las que te acusaron fue de haber dejado la astrología en el programa universitario.
No absolutamente no. Fue un estudio de astrología. Nadie leyó realmente la disertación o sabe que su título era: El estado epistemológico de la astrología a través del rechazo / ambivalencia de fascinación en las sociedades posmodernas . Es decir, cómo los medios de comunicación, en particular los periódicos, se sienten atraídos por la astrología. Este fue el tema de la tesis. El objetivo no era enseñar astrología en la Sorbona.
Pero seguramente la disertación, y en concreto uno de los anexos, mantenía cómo las estrellas influyen en las personas.
Uno de los anexos, y por tanto periférico a la tesis misma, daba una descripción de los signos astrológicos. Pero la disertación no se trataba de eso, sino de la fascinación de los medios por la astrología.
¿Tiene esta fascinación por la astrología –y la pseudociencia en general– alguna conexión con la creciente corriente emocional que define nuestra época?
Sí, podríamos decir que estamos asistiendo a un retorno al sincretismo en nuestra sociedad, que podría ser la fusión de la astrología, la Nueva Era estadounidense, la pseudociencia en sus múltiples formas ... De nuevo, no estoy diciendo que sea correcto o incorrecto, mi posición es uno de absoluta neutralidad axiológica, pero que observamos y analizamos desde el punto de vista sociológico. Pero es cierto que existe una creciente necesidad de santidad, de religión, en nuestra sociedad. Nuestro siglo verá el regreso de muchas de estas formas algo místicas o esotéricas. Y debemos analizar esto, no sirve negar que estos fenómenos no existen. Y este es el objetivo de la sociología. Cualquier hecho social puede convertirse en un hecho sociológico.