La enajenación del pensamiento | por Erich Fromm ~ Bloghemia La enajenación del pensamiento | por Erich Fromm

La enajenación del pensamiento | por Erich Fromm






"La esperanza es paradójica. Tener esperanza significa estar listo en todo momento para lo que todavía no nace, pero sin llegar a desesperarse si el nacimiento no ocurre en el lapso de nuestra vida". 
 -Erich Fromm .
                                    


Texto del sociólogo y psicólogo alemán Erich Fromm, publicado en el libro  "Patología de la normalidad"  (1991).

Por: Erich Fromm

Hablaba el otro día sobre lo que llamaba la enajenación del sí mismo, de los demás y de las cosas, y sobre la relación de esta enajenación con lo que llamaba la abstracción, esa actitud, característica de nuestra moderna cultura industrial capitalista, de sentirse a sí mismo, a los demás y a las cosas, no en su forma concreta, no en su valor de uso, sino en su forma abstracta, como dinero o como palabras, y de relacionarnos con estas abstracciones, no con lo real y concreto. 

Demos ahora un paso más, entrando en otros factores influidos por la enajenación. ¿Cómo afecta ésta a nuestro pensamiento? Creo que podemos asemejarlo al modo en que afecta a nuestro sentimiento. Ocurre, dije el otro día, que nos hacemos sensibleros, en vez de sentir, y definí la sensiblería como el sentimiento disociado que se desborda pero es huero, porque hay necesidad de sentir, pero nada a lo que se asocie el sentimiento. 

Pues bien, algo parecido le ocurre a nuestra razón, o a nuestro pensamiento, pues si no tenemos relación con lo que pensamos o, por decirlo de otra manera, si no tenemos interés, lo que queda del pensamiento es la inteligencia, entendiendo por inteligencia la habilidad de manejar conceptos, pero no de atravesar la superficie de las cosas para penetrar en su esencia: manipular en vez de comprender. Y esta facultad de comprensión, que podríamos llamar razón, es lo contrario de la inteligencia manipulativa. De hecho, la razón obra solamente si estamos relacionados con lo que pensamos. Si nos falta este interés, lo único que podemos hacer es manipular. Podemos ponderar, contar, numerar y cotejar facto¬ res, y este tipo de inteligencia me parece tener el mismo carácter de abstracción que nuestro sentimiento y nuestra sensación, de los que he hablado antes.

A veces la razón pudiera ser un lujo, pero otras veces la vida de los individuos y la vida de la humanidad pueden depender de la capacidad de emplear la razón, en el sentido de penetración, no emplearla solamente en el sentido de manipulación del pensamiento puramente intelectual, superficial, que no penetra en nada y, por eso, no modifica nada.

Me parece que todo esto tiene que ver con nuestra antigua idea de la ciencia. La actitud científica es verdaderamente uno de los grandes logros alcanzados desde hace unos quinientos años. ¿Y qué era esta actitud científica? Era una actitud de objetividad. Era una actitud humana respecto a la que se sentía humildad, por la que se tenía la fortaleza de considerar las cosas objetivamente, es decir, como son, no desfigurándolas por los propios deseos, temores y fantasías; por la que se tenía el valor de ver y examinar si los datos hallados confirmaban o negaban la propia idea, y de modificar una teoría cuando los datos no la demostraban. Ésta era la esencia del pensamiento científico. Es en realidad la capacidad de sorprenderse por algo, de asombrarse. La mayor parte de los grandes descubrimientos científicos comenzaron en el momento en que un hombre dejaba de considerar evidente lo que siempre se había considerado evidente. Tuvo un momento de asombro. Quedó sorprendido, y allí tenemos un descubrimiento científico. Lo que viene después es secundario. Estudia, examina, prueba, hace toda clase de cosas, pero el genio real del descubrimiento no está en todo eso que se llama labor científica, y que viene después, sino que el origen verdadero del descubrimiento científico está en este momento en que fue capaz de asombrarse por algo que nunca había asombrado a nadie.

Pues bien, lo que hoy ocurre es muy extraño. En las ciencias físicas, que son en la actualidad las más adelantadas, o «jas únicas adelantadas, vemos esta actitud científica. Vemos grandes empeños, muchísimo trabajo y propósitos... y una gran incertidumbre. Ahora bien, ¿qué opinión tiene el hombre corriente, qué idea tienen de la ciencia, no sólo el hombre Corriente, sino también la mayoría de los sociólogos? Creen -que el pensamiento científico ofrece lo que solía ofrecer la .religión hace unos cientos de años, a saber, una certeza total. (No pueden soportar la incertidumbre y, para ellos, la ciencia ¡se ha convertido en una nueva religión, una nueva certeza sobre las cosas de la vida, y les proporciona la sensación de seguridad que en otra época debían encontrar en la religión.

El hombre medio se ha convertido en un consumidor de ciencia. Espera que el científico lo sepa todo y que, leyendo el periódico, se encuentre poco más o menos en la misma situación que el visitante de la iglesia. Los sacerdotes son los Especialistas en llevar las relaciones con Dios, y para algunos -es suficiente que los haya y puedan verlos de cuando en cuan- 'do. Y me parece que, en la postura actual ante la ciencia, encontramos algo muy semejante. La gente está convencida de que son los sumos sacerdotes de la ciencia quienes poseen una certeza total sobre las cosas y de que, mientras enseñen en las universidades y los periódicos hablen de ellos, todo estará en orden. Si hay alguien, por lo menos, que posea certeza y convicción, nos sentiremos confortados con cierta sensación de seguridad.

Pero, en realidad, lo que se entiende por ciencia, lo que entienden tanto el profano como el sociólogo, es una cosa que se hace con la inteligencia manipulativa. Se entiende por enfoque científico de un problema psicológico el que hace que pueda expresarse en números abstractos, contando y midiendo, aunque los datos que se cuentan y se miden sean absur¬dos y no tengan ningún sentido en absoluto. Pongamos un ejemplo de cómo funciona esto en psicología. Hace poco, he leído un estudio sobre las actitudes de las madres ante sus hijos. Había tres psicólogos observando lo que ocurría cuando, una semana después del parto, presentaban el recién nacido a la madre. Los datos básicos a que se remitían eran «La madre sonríe» o «La madre toca la cabeza del niño», y se interpretaban como síntomas de una actitud amorosa. Y sobre esto se había montado un complejo aparato estadístico, que contaba con los posibles márgenes de error y qué sé yo qué más, que arrojaba todos los números de los porcentajes de los diversos tipos de madres correspondientes a cada grupo, y así sucesivamente... Sólo que los datos básicos no tenían nada de científicos. Porque si uno dice «La madre sonríe», se queda sin saber nada. Todo depende de cómo sonría. Su sonrisa puede ser de cariño, de amargura, o de indiferencia. Puede tocar la cabeza al niño por puro aburrimiento, por engorro, o por muchísimos motivos; de manera que, en realidad, no se ha empleado ningún método científico en psicología: no se ha descrito verdaderamente, no se ha observado con detalle el  cuadro de lo que ocurre en su mayor particularidad y concreción, sino que se ha observado superficialmente, y se ha dado a esta observación una apariencia de trabajo científico basándose en unos datos acientíficos con un método que.se pretende científico porque se ocupa de números.

Bien, pues ningún físico teórico, ningún químico podría permitirse nada semejante. Y no podría permitírselo ni siquiera en su segundo curso universitario, porque es un método insensato que se finge científico. Sin embargo, entre los sociólogos parece haber una especie de pacto de caballeros: sírvase usted de números y de métodos estadísticos, y sus datos serán científicos.

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