Textos de la escritora colombiana, Yessika María Rengifo Castillo.
Yessika María Rengifo Castillo es una escritora colombiana. Poeta, narradora, articulista, e investigadora. Docente, licenciada en Humanidades y Lengua Castellana, especialista en Infancia, Cultura y Desarrollo, y Magister en Infancia y Cultura de la Universidad Distrital Francisco José De Caldas, Bogotá, Colombia. Desde niña ha sido una apasionada por los procesos de lecto-escritura, y ha publicado para innumerables revistas nacionales e internacionales. Autora del poemario: Palabras en la distancia (2015), y los libros El silencio y otras historias, y Luciana y algo más que contar. Recientemente ha publicado su tercer y cuarto libro: La espera bajo el sello editorial Historias Pulp, y Entre Causas y Otras Causas en la casa editorial Letroides. Además, recientemente publicó bajo el sello Gazeta los niños les cuentan bajo el sello GaZeta. Ganadora del I Concurso Internacional Literario de Minipoemas Recuerda, 2017 con la obra: No te recuerdo, Amanda.
Hoy, comparte con los lectores de Bloghemia, parte de su trabajo literario. Esperamos que lo disfruten!
En tiempos de crisis
Don Antonio solía contar que en tiempos de crisis las barreras sociales se derrumban y voluntariamente los individuos aman sin prejuicios.
Ayer, vi que la chismosa del barrio se solidarizo ante el llanto del hijo del carnicero que no soportaba un dolor de estómago. La mujer preparó un jugo de ajo y limón que se llevó el dolor del pequeño, recordando que los dulces no eran buenos compañeros de una barriga rebelde y quizás podría comerlos en días de sol. El carnicero agradeció su gesto y la abrazo más fuerte que un roble no sin antes recodar; que tendría en cuenta sus valiosos consejos.
En medio de ese gesto de amor que fue uniendo a los vecinos y mostrando el arcoíris de su corazón entre el amor, solidaridad y respeto, el usurero del supermercado de la esquina al parque don Josué, obsequio mercados a los viejos del barrio. Los viejos no pararon de agradecer y bajar a los ángeles del cielo quienes les obsequiaban ese milagro, que emociono tanto al tendero.
Ante tantas sonrisas se enterneció frente a los ancianos y reconoció que las injusticias no se habían robado su alma. Una vez más comprendí que en tiempos de crisis el amor se le escapa al viento y vuelve a danzar con los hombres, renaciendo el corazón de mariposas que juegan en himnos que vendrá un nuevo sol.
Silenciosas mañanas
Han pasado cinco años, los lamentos y llantos siguen en casa. Lucio no dejó ir los recuerdos que unieron nuestro cielo a la primavera, que se llevó la muerte de nuestra pequeña Zoé. Entre las silenciosas mañanas mi amado esposo iría al centro psiquiátrico, que quizás regrese su sonrisa a mi congelado corazón. Corazón que vive de delirios buscando el sol de nuestros cantos de amor, que no se ha ido en los inviernos fríos.
Luces abiertas
A mi amigo, el conductor más tierno de las mañanas.
Recordé que los días sombríos solían sacarla de casillas a tal punto, que su sonrisa se perdía en las frías montañas. La pérdida de nuestra hija ocasiono que mi mujer olvidará que antes de ser padres éramos amigos y pareja, que la melancolía nos estaba sumiendo a un sendero sin regreso. Aquella tarde, Matilda nuestra hija rodo por las escaleras sin regreso a nuestras vidas. El daño cráneo cefálico que se presentó en su pequeña cabecita borró todos los sueños que Lina, mi mujer construyó desde su llegada a casa. Los médicos intentaron retenerla a nuestro lado, pero en medio del gris del cielo y los rayos que retumbaban en la ventana nuestra pequeña se fue a las nubes.
El llanto de Lina inundo la clínica y sus fuerzas se fueron desvaneciendo ante los calmantes que empezarían acompañarla desde ese día. Lloré como un niño desorientado en el trágico capitulo que la vida escribía para mí, el camionero que no solía tenerle miedo a la muerte porque la presencie tantas veces en las vías del país. El sepelio de mi niña transcurrió entre azucenas que danzaron con duendes alegres ante su llegada, que era el inicio de la primavera.
Ha pasado un año desde momento y no volvimos a ver el arcoíris, los girasoles de casa han muerto, hacer el amor es un tormento, y los chocolates no sacan los bigotes del ayer. Nuestro amor se esfuma entre ríos de lágrimas y porqués que no ayudan a los sauces a traer la calma a nuestro camino.
Sentada en la cama mirando al horizonte mi Lina me pidió que necesitaba ayuda. Una ayuda que no se la podía ofrecer yo, a pesar de amarla tanto y querer pintar sus lienzos de flores. Las luces se han abierto ante la posibilidad que podremos escribir un nuevo comienzo entre psicólogos, y nuestro amor que sigue siendo el mismo hoy, mañana y siempre.
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Yessika María Rengifo Castillo es una escritora colombiana. Poeta, narradora, articulista, e investigadora. Docente, licenciada en Humanidades y Lengua Castellana, especialista en Infancia, Cultura y Desarrollo, y Magister en Infancia y Cultura de la Universidad Distrital Francisco José De Caldas, Bogotá, Colombia. Desde niña ha sido una apasionada por los procesos de lecto-escritura, y ha publicado para innumerables revistas nacionales e internacionales. Autora del poemario: Palabras en la distancia (2015), y los libros El silencio y otras historias, y Luciana y algo más que contar. Recientemente ha publicado su tercer y cuarto libro: La espera bajo el sello editorial Historias Pulp, y Entre Causas y Otras Causas en la casa editorial Letroides. Además, recientemente publicó bajo el sello Gazeta los niños les cuentan bajo el sello GaZeta. Ganadora del I Concurso Internacional Literario de Minipoemas Recuerda, 2017 con la obra: No te recuerdo, Amanda.
Hoy, comparte con los lectores de Bloghemia, parte de su trabajo literario. Esperamos que lo disfruten!
En tiempos de crisis
Don Antonio solía contar que en tiempos de crisis las barreras sociales se derrumban y voluntariamente los individuos aman sin prejuicios.
Ayer, vi que la chismosa del barrio se solidarizo ante el llanto del hijo del carnicero que no soportaba un dolor de estómago. La mujer preparó un jugo de ajo y limón que se llevó el dolor del pequeño, recordando que los dulces no eran buenos compañeros de una barriga rebelde y quizás podría comerlos en días de sol. El carnicero agradeció su gesto y la abrazo más fuerte que un roble no sin antes recodar; que tendría en cuenta sus valiosos consejos.
En medio de ese gesto de amor que fue uniendo a los vecinos y mostrando el arcoíris de su corazón entre el amor, solidaridad y respeto, el usurero del supermercado de la esquina al parque don Josué, obsequio mercados a los viejos del barrio. Los viejos no pararon de agradecer y bajar a los ángeles del cielo quienes les obsequiaban ese milagro, que emociono tanto al tendero.
Ante tantas sonrisas se enterneció frente a los ancianos y reconoció que las injusticias no se habían robado su alma. Una vez más comprendí que en tiempos de crisis el amor se le escapa al viento y vuelve a danzar con los hombres, renaciendo el corazón de mariposas que juegan en himnos que vendrá un nuevo sol.
Silenciosas mañanas
Han pasado cinco años, los lamentos y llantos siguen en casa. Lucio no dejó ir los recuerdos que unieron nuestro cielo a la primavera, que se llevó la muerte de nuestra pequeña Zoé. Entre las silenciosas mañanas mi amado esposo iría al centro psiquiátrico, que quizás regrese su sonrisa a mi congelado corazón. Corazón que vive de delirios buscando el sol de nuestros cantos de amor, que no se ha ido en los inviernos fríos.
Luces abiertas
A mi amigo, el conductor más tierno de las mañanas.
Recordé que los días sombríos solían sacarla de casillas a tal punto, que su sonrisa se perdía en las frías montañas. La pérdida de nuestra hija ocasiono que mi mujer olvidará que antes de ser padres éramos amigos y pareja, que la melancolía nos estaba sumiendo a un sendero sin regreso. Aquella tarde, Matilda nuestra hija rodo por las escaleras sin regreso a nuestras vidas. El daño cráneo cefálico que se presentó en su pequeña cabecita borró todos los sueños que Lina, mi mujer construyó desde su llegada a casa. Los médicos intentaron retenerla a nuestro lado, pero en medio del gris del cielo y los rayos que retumbaban en la ventana nuestra pequeña se fue a las nubes.
El llanto de Lina inundo la clínica y sus fuerzas se fueron desvaneciendo ante los calmantes que empezarían acompañarla desde ese día. Lloré como un niño desorientado en el trágico capitulo que la vida escribía para mí, el camionero que no solía tenerle miedo a la muerte porque la presencie tantas veces en las vías del país. El sepelio de mi niña transcurrió entre azucenas que danzaron con duendes alegres ante su llegada, que era el inicio de la primavera.
Ha pasado un año desde momento y no volvimos a ver el arcoíris, los girasoles de casa han muerto, hacer el amor es un tormento, y los chocolates no sacan los bigotes del ayer. Nuestro amor se esfuma entre ríos de lágrimas y porqués que no ayudan a los sauces a traer la calma a nuestro camino.
Sentada en la cama mirando al horizonte mi Lina me pidió que necesitaba ayuda. Una ayuda que no se la podía ofrecer yo, a pesar de amarla tanto y querer pintar sus lienzos de flores. Las luces se han abierto ante la posibilidad que podremos escribir un nuevo comienzo entre psicólogos, y nuestro amor que sigue siendo el mismo hoy, mañana y siempre.
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Literatura